Pablo Diéguez Cerdeira, finisher de un reto de la talla de la Garmin Titan Desert, está librando, quizá, la batalla más importante de su vida. Como otros miles de valientes, lucha en primera línea de combate contra el Covid-19. Lo hace como celador en el Hospital Comarcal O Barco de Valdeorras (Ourense).
Durante el año desempeña funciones en quirófano, pero las circunstancias actuales le hacen recorrer los distintos servicios del hospital. Es el primero en recibir a los pacientes, trasladarlos y ayudar a atenderlos en las distintas unidades. Y también asume la triste y peligrosa tarea de preparar a los fallecidos por Covid-19 junto a los auxiliares de enfermería, además de trasladarlos. «Pero en esta guerra no hay labores propias y toca hacer de todo para ayudar a los compañeros, algo que también pasa en la Titan».
«La mascarilla me asfixia y las gafas no me dejan ver bien la realidad»
En plena trinchera contra esta maldita pandemia nos relata desde el corazón que «mucha gente me pregunta si paso miedo y mi respuesta es la siguiente. La mascarilla me asfixia. Las gafas no me dejan ver bien la realidad. La pantalla, bata, guantes, gorro y calzas son agobiantes pero es la mejor defensa. La energía cada día es menor. La incertidumbre de cuándo acabará esto es una incógnita. La ansiedad es una triste aliada porque tengo un hijo de 10 años en casa y el riesgo es doble porque mi mujer es enfermera y está en la misma situación que yo. Miedo…Sí, por supuesto, mucho miedo, frustración y dolor físico y mental ante esta situación».
Doblando turnos y trabajando muchas horas y días seguidos. «Lo más duro de todo esto no es que me contagie, ya que la vida me dio lecciones que me hicieron muy fuerte psicológicamente. Y en eso parte de culpa se lo debo a mi participación en la Titan». El ciclista gallego admite tener «más miedo a llevarlo conmigo de forma invisible, por lo que tomo todas las medidas que están a mi alcance y que cada vez son más escasas».
La Garmin Titan Desert le ayudó a superar una depresión
«La Titan Desert cambió mi vida. Pero desde el primer momento en que me propuse el reto. Fue en la peor época de mi vida, donde todas las cosas salieron mal afrontando el entrenamiento y el reto inmerso en una gran depresión». Así lo reconoce Diéguez, que salió muy fortalecido tras disputar la decimotercera edición de la prueba norteafricana.
«Hay diferencias de cómo se afronta la Titan Desert y la batalla del Covid-19. En la Titan te entrenas y llegas preparado física y psicológicamente para esa ansiada fecha. Pero ante el Coronavirus te notarás como un novato que solo puede entrenar, mejorar, esperar y no desesperarte porque no tiene fecha para su final«, dice Diéguez confrontando las dos experiencias que le marcarán para siempre.
El titán gallego admite que volvió de la Garmin Titan Desert mucho más maduro. Y fue después cuando sufrió un mazazo con la pérdida de su prima Rosa, en accidente de coche, cuando solo contaba con 30 años. Era un gran apoyo y además compartían la pasión por la bici. «Fue tan duro el golpe que dejé de lado la bici completamente hasta que unos amigos de mi hijo me preguntaron: ¿Por qué no nos das clases?». Ese mismo día se fue para casa y, mirando la foto de su prima que tiene en la mesilla, «noté como si susurrara dentro de mí que sería algo de lo que estaría orgullosa y que lo que menos le gustaría sería que dejara algo por lo que me había apoyado tanto para salir del hoyo».
Y así fue. Después de una gira para inculcar los valores del deporte que tanto le ayudaron, y como colofón final al vídeo personal de su participación en la Garmin Titan Desert que proyectó por todos los colegios y ayuntamientos de la comarca de Valdeorras (Ourense), surgió la semilla para que unos pocos meses después naciera la escuela de ciclismo Tres Lunas Valdeorras, que es la primera de la comarca con 50 alumnos en la actualidad. «Los echo mucho de menos. Y con el parón del Covid-19 a ver cuándo podemos volver a disfrutar de lo que más nos gusta». Un titán y héroe a la vez que enseña valores a futuros titanes.