‘Rodin-Giacometti’, un diálogo entre dos genios de la escultura

'Rodin-Giacometti', un diálogo entre dos genios de la escultura

Redacción. La sala Fundación MAPFRE Recoletos de Madrid acoge desde hoy y hasta el próximo 10 de mayo la exposición ‘Rodin-Giacometti’. Una muestra comisariada por Catherine Chevillot, Catherine Grenier y Hugo Daniel y ejecutada en colaboración con el Musée Rodin y La Fondation Giacometti, de París.

Auguste Rodin (París, 1840-Meudon, 1917) y Alberto Giacometti (Borgonovo, Suiza, 1901-Coira, Suiza,1966) nunca se conocieron. De hecho, cuando Giacometti llegó a París, en 1922, Rodin ya llevaba cinco años muerto. Sin embargo, a través de sus trayectorias artísticas podemos ser testigos de un interesante diálogo entre ambos con muchos puntos en común y también con algunas diferencias, algo inevitable en dos artistas tan libres a los que separa más de una generación.

La exposición

A pesar de estar separadas por más de una generación, las trayectorias creativas de Auguste Rodin y Alberto Giacometti ofrecen paralelismos y disparidades que se desvelan por primera vez en esta exposición conjunta que presentamos en nuestra sala Recoletos.

A través de cerca de 200 obras, Rodin-Giacometti muestra cómo ambos creadores hallaron, en sus respectivas épocas, modos de aproximarse a la figura que reflejaban una visión nueva, personal pero engarzada en su tiempo: en Rodin el del mundo anterior a la Gran Guerra; en Giacometti, el de entreguerras y el inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Más allá de algunos aspectos puramente formales que comparten ambos artistas, como pueden ser el uso de la materia y la acentuación del modelado, la preocupación por el pedestal y el gusto por el fragmento o la deformación, el diálogo que se establece entre ellos va mucho más allá.

Rodin es uno de los primeros escultores moderno por su capacidad para reflejar -primero a través de la expresividad del rostro y el gesto, con el paso de los años centrándose en lo esencial-, conceptos universales como angustia, dolor, inquietud, miedo o ira; también es éste uno de los rasgos fundamentales de la obra de Giacometti: sus obras posteriores a la guerra, esas figuras alargadas y frágiles, inmóviles, a las que Jean Genet denominaba “los guardianes de los muertos” expresan, despojándose de lo accesorio, toda la complejidad de la existencia humana.

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