‘Langosta’, la mejor película del año

Escena del film 'Langosta'.
Escena del film ‘Langosta’.

Carlos Fernández / @karlos686. “Esta es mi opinión hoy y en este momento de mi vida”. Yorgos Lanthimos es un director acostumbrado a tratar con lo sórdido, lo macabro, el humor negro… y podría decir que es ciertamente un maestro del género y, aún más, un creador de su propio género cinematográfico, lo que comúnmente se conoce como “sello personal”. El sello de Lanthimos es grotesco, gore y a la vez sublime (algo muy parecido al estilo de Michael Haneke).

Langosta, premio del jurado en Cannes este año, es su última película y es un salto más allá de la sordidez a la que nos tiene acostumbrados el director griego. Langosta es una comedia negra con fundamento, surrealista y muy necesaria. Una película que bebe del cine de Luis Buñuel y de las anteriores del propio de Lanthimos. El surrealismo macabro que se impone en la sociedad utópica (¿y futurista?) en la que vive su protagonista (Colin Farrell) condena a los solteros a convertirse, literalmente, en animales si pasan más de 45 días sin pareja. Esto convierte el surrealismo mágico en un thriller social en el que su director no tiene ni un solo pelo en la lengua.

La amenaza constante de los solteros por ser eliminados de la sociedad siendo animalizados y la de los emparejados por no ser parias a merced de ese hotel y la utopía en la que viven lleva a sus protagonistas a enfrentarse a todo tipo de situaciones hostiles, instintivas y salvajes en las que muchos, curiosamente, se sentirán identificados.

El delicado tema está trabajado y tratado con un sentido del humor desbordante. La puesta en escena de colores fríos, como el turquesa, blanco, azul y verde oscuro, hacen de los elegantes planos simétricos una estampa donde no hay sitio para los sentimientos, cuando es curiosamente  de lo que más se habla, dejando lugar solo a una cosa: la supervivencia social transformada en supervivencia humana.

Poco sitio hay para la “humanidad” en la sociedad  que plantea Lanthimos que recuerda, por momentos, al 1984 de George Orwell. Entre esos dos mundos paralelos, la soltería y la pareja, se establece una clara división entre el miedo a vivir con alguien y sin alguien por lo que se llega a un principio de amor como dependencia y no como amor, es decir, el amor romántico podría existir pero siempre a los márgenes de los límites sociales donde el amor romántico no existe pero sí el miedo a vivir solo.

La tremenda dificultad de su propuesta y la profunda inmersión sin miedo de ningún tipo en las arenas movedizas de un, terriblemente complicado, guión hacen de Langosta la mejor película de este 2015.

Una celebración valiente de una mente brillante, original y perversa que argumenta, mediante el humor, el thriller y una delicada puesta en escena, un canto a la cinefilia y a la exploración las posibilidades del mundo del guión cinematográfico de una forma original de verdad. El final tiene los tres últimos mejores minutos que veo en una sala de cine desde hace mucho tiempo. Imprescindible de ver y revisionar.

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