Carlos Fernández / @karlos686. “Esta es mi opinión hoy y en este momento de mi vida”. La todopoderosa Pixar nos tiene “malacostumbrados” en el sentido de que dicha productora nos mima demasiado (como ocurriera en las tan psicológicas como sobresalientes Up o Del revés) ¿Por qué empezar así la crítica? Porqué quizá, solo quizá, la película que me dispongo a reseñar tendría mejor acogida de no ser por lo malacostumbrados que nos tiene Pixar por ceder obras maestras en cada estreno (exceptuando películas como Cars o Brave).
Hablo de El viaje de Arlo, una encantadora fábula sobre el miedo que cuenta una historia que, por desgracia, a todos nos suena. El encanto principal de esta nueva entrega de Pixar (que más que una productora parece un sello cinematográfico al igual que podríamos hablar de la Gibli) reside en el apartado visual (cosa que no es nueva en Pixar) con unas poderosísimas imágenes animadas con un talento y creatividad inmejorables. El fallo reside en la simpleza y previsibilidad de la historia. Pixar nos tiene “bien acostumbrados” en una cosa y es en casar lo visual con lo narrativo ¡y vaya si lo consigue! Arlo no deja de ser ejemplo de ello, solo que lo narrativo es lo menos interesante… y eso hace que la película pierda interés por momentos.
Fuere como fuere, la odisea de este pequeño dinosaurio (que bebe de En busca de el valle encantado) tiene más de El rey león que de Pixar. La mecánica argumental es la de una road movie o la de un “viaje del héroe” en la que el protagonista, Arlo (un cobarde nato), se ve obligado a enfrentarse a la vida y su crudeza sin escatimar en esfuerzos didácticos y espirituales. Lo que se dice es verdadero y auténtico, pero otro fallo, que podría no serlo, importante de Arlo es su capacidad de dar lugar a peripecias simbólicas sin pararse a amar a sus personajes. La empatía es la básica para que los personajes funcionen y además se podría decir que es, como mucho, de las menos divertidas de Pixar.
Visualmente es una joya animada, una obra hipnótica y quizá sea eso con lo más que podamos quedarnos los mayores. Los peques se lo pasarán en grande y a los mayores no les decepcionará, pero no creo que nadie se enamore o recuerde a este pequeño y encantador diplodocus.