Científicos de la Universidad de Las Palmas lideran un estudio acerca del volcán submarino de El Hierro

Burbuja submarina tras la erupción del volcán

Redacción. Investigadores del Instituto Universitario de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) lideran un estudio científico que aporta nuevos datos sobre la erupción volcánica submarina en la isla de El Hierro.

Burbuja submarina tras la erupción del volcán
Burbuja submarina tras la erupción del volcán

El estudio, que está suscrito por los investigadores de la ULPGC Alejandro Vicente Ariza, Juan Carlos Garijo, Javier Arístegui y Santiago Hernández León, junto con los investigadores del Red Sea Research Center (Arabia Saudí) Stein Kaartvedt y Anders Rostad, y el investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO) Eugenio Fraile Nuez, se titula The Submarine Volcano Eruption off El Hierro Island: Effects on the Scattering Migrant Biota and the Evolution of the Pelagic Communities (La erupción volcánica submarina de la isla de El Hierro: Efectos sobre la biota migrante y evolución de la comunidad pelágica) y ha sido publicado en el mes de Julio de 2014 en la revista científica internacional Plos One.

Hasta ahora, los estudios sobre la erupción volcánica de la isla de El Hierro han indagado sobre los efectos que el volcán tuvo sobre diversos organismos costeros y ligados al fondo. Sin embargo, poco se sabía del impacto del mismo sobre las comunidades que habitaban las aguas abiertas del mar herreño.

Durante 6 meses, abarcando la etapa eruptiva y post-eruptiva, los investigadores realizaron un seguimiento exhaustivo de las comunidades del plancton y el necton, los primeros se tratan de pequeños organismos que derivan a merced de las corrientes mientras que los segundos son animales de mayor tamaño que nadan activamente como peces, crustáceos y calamares. Para ello, los investigadores combinaron técnicas tradicionales como las clásicas redes de pesca, con otras más avanzadas como las ecosondas de detección acústica o las imágenes de satélite.

Uno de los mayores hallazgos del equipo científico fue la afección que la erupción en superficie tuvo sobre el plancton y el necton de aguas profundas. Las ecosondas registran a estos organismos en forma de “capas de reflexión acústica”, que en aguas oceánicas se distribuyen normalmente entre los 500-700 m de profundidad. Sin embargo, debajo de la pluma volcánica, estas capas se elevaron más allá de los 200 metros. Dado que estos animales habitan en lo profundo para refugiarse en la oscuridad de sus depredadores, se cree que el efecto de sombra provocado por la pluma volcánica fue el causante de esta elevación. Estos animales además, migran hacia la superficie cada noche para alimentarse, una migración que se vio interrumpida debido a los agentes nocivos de la erupción, como la falta de oxígeno, las altas temperaturas o la acidificación del agua. Todo ello se observó durante la etapa más agresiva del volcán en la que, tanto las redes de pesca como las lecturas de las ecosondas, indicaban que las poblaciones de plancton y necton habían sido fuertemente diezmadas.

Una vez finalizado el proceso eruptivo, los científicos observaron como estas poblaciones se recuperaron casi de inmediato. Esto se debió a la rápida tasa de renovación y la gran movilidad que tienen estas especies oceánicas, nada que ver con las especies de crecimiento lento y más territoriales que habitan en la costa, las cuales corrieron peor suerte.

Las conclusiones de la investigación, al tratar de un estudio sobre especies y procesos oceánicos, tienen una dimensión más global. Estas capas profundas densamente pobladas por animales se extienden por todos los océanos, mientras que la migración vertical representa probablemente el movimiento de biomasa más importante del planeta. Dado que algunas de las perturbaciones que afectaron a estos procesos se han vaticinado en escenarios futuros de cambio climático (calentamiento, desoxigenación, acidificación), el conocimiento extraído resulta de gran valor científico.

Estudios así no serían posibles en cualquier parte del mundo, ya que la pronunciada batimetría y lejanía del continente hacen de El Hierro una plataforma oceánica excepcional para tomarle el pulso al océano. Por ello, este fenómeno también constituyó un experimento natural único que ha contribuido a nuestro conocimiento de cómo funcionan los ecosistemas marinos.

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