¿Quién quiere llorar en el cine?

Fotograma de 'Alabama Monroe' (2012).
Fotograma de 'Alabama Monroe' (2012).
Fotograma de ‘Alabama Monroe’ (2012).

Carlos Fernández / @karlos686. “Voy al cine a distraerme, no a llorar…”, “Quiero relajarme, no sufrir con la película”. Ciertamente, todos tenemos preferencias por un cierto tipo de historias y no estamos siempre en la mejor situación sentimental o psicológica para ver una película y podemos (e incluso debemos) usar el cine para escapar de nuestra realidad cuando creamos conveniente. Fuere como fuere el cine es un arte muy directo que acostumbra al espectador perezoso a masticarle la historia y a metérsela por los ojos, y que el espectador demande eso hace que se pierdan grandes películas, grandes historias y grandes oportunidades de conectar con una historia. Tratándose de una historia de amor trágica, de una enfermedad o de una injusticia nos da miedo entrar en el cine para no entablar relación con la película, una relación ¿desagradable o liberadora?

Ver una historia propia reflejada en la gran pantalla es liberador e interesante, no es algo que debe hacerse según en qué momentos pero sí algo que debería practicarse de vez en cuando. Relacionar nuestras experiencias en la gran pantalla, tanto en comedia como en drama, es lo que da fuerza y poder a una historia, la identificación personal (una identificación que muchos espectadores están dispuestos a no experimentar por temor a lo que puedan sentir, algún mal recuerdo, una mala experiencia….). Todos tenemos derecho a elegir qué cine vemos, qué música oímos o qué libros leemos pero la elección del cine que no transmite sino que evade puede hacer perder muchos grandes momentos que compartir entre director y público e incluso muchas emociones que se quedarán en el aire por alguien que necesite recibirlas y se niega a verlas. El caso de “Alabama Monroe” (2012), película emocionante pero no sentimental es un perfecto ejemplo del cine que muchos no querrán ver por qué ¿Quién quiere llorar en el cine? Hay miedo a llorar, miedo a emocionarse y miedo a sentir en el cine.

Cada cine tiene su público y cada espectador tiene su cine pero emociones tenemos todos, vayamos al cine sin prejuicios y sin miedo a meternos en una historia, nos sea ajena o no, no rechacemos lo desconocido y veamos historias que emocionen sin miedo. Conectando se descubre y las cargas de nuestra propia vida pueden llegar a disminuir sino no nos escondemos de sentir a la hora de recibir historias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *