

Juan Manuel Suárez Japón. En el Consejo del primer Gobierno andaluz que presidió Manuel Chaves nos sentábamos dos catedráticos de universidad, el profesor Antonio Pascual Acosta y quien suscribe. Pascual lo hacía prolongando su anterior presencia en el ejecutivo en el que ya encargaba de Educación y Ciencias. Quizás por eso, cuando en 1992 nos trajo para su aprobación y remisión al Parlamento la Ley de Coordinación del Sistema Universitario andaluz ambos dedicamos especial atención a valorar lo que la misma significaba, más allá incluso de lo que nos obligaba nuestra condición de miembros de aquella privilegiada mesa. La Ley, cuyo valor ha crecido al paso del tiempo, configuraba el Sistema Universitario de Andalucía, al que concebía como “instrumento eficaz para el desarrollo social, cultural y económico” de nuestra tierra. Al mismo tiempo, consolidaba al Consejo Andaluz de Universidades (CAU) como “órgano fundamental para la coordinación” del propio sistema universitario andaluz.
La idea base del sistema era una gran apuesta: la ampliación de la oferta universitaria en Andalucía, con la creación de nuevos centros en Almería, Jaén y Huelva, -como evolución de sus Colegios Universitarios-, a la que se uniría la nueva de Sevilla, facilitando así el acceso de los jóvenes andaluces a los procesos formativos superiores. En la Disposición Adicional 3ª “Se reconoce la Universidad Internacional de Verano”, a partir de las solventes experiencias de las sedes de Baeza y La Rábida. Fue el origen de la actual Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), nacida por la Ley 4/1994 (12 abril) luego modificada por la Ley 15/2007 (3 diciembre), que le incorporó su capacidad para la impartición de postgrados oficiales y expedir sus correspondientes títulos.
El presente año se cumplirán 20 desde su creación y la UNIA prepara actos para recordarlo. Pero la importancia de este aniversario no puede ni debe ocultar la evidencia de que en aquella UNIA convergieron en 1994 -y desde entonces- dos prestigiosas trayectorias universitarias, que en Baeza (Jaén) tuvo precedentes históricos y ahora se remonta a treintaicinco años de actividades y que en La Rábida (Huelva) supera los 70 años de ininterrumpida presencia universitaria en aquella legendaria colina onubense (la segunda más antigua tras la UIMP). Ninguna luminaria encendida al calor de estos veinte años de la UNIA podrá ocultar este hecho. Si alguien lo intenta, además de un acto miope, estará protagonizando un acto estéril. La cita que nace al pairo de estos veinte años sólo puede ser una ocasión para la reafirmación de los compromisos que la UNIA fue haciendo propios, sabiendo que tenían profundas raíces intelectuales y científicas. No puede haber más camino que el seguir insistiendo en su condición de centro de educación superior andaluz, integrado en su Sistema y al servicio del mismo.