‘Mi otro yo’, de Isabel Coixet, un retrato de la paranoia adolescente

Escena de 'Mi otro yo', de Isabel Coixet.
Escena de 'Mi otro yo', de Isabel Coixet.
Escena de ‘Mi otro yo’, de Isabel Coixet.

Carlos Fernández. Isabel Coixet es una directora reconocida por su gran destreza con guiones existenciales, románticos y por ser una buena directora de actores y en Mi otro yo, la directora sale de su terreno para llevar al espectador lejos de las preguntas sin respuesta, tan habituales en su cine, y dirigirlo a ningún destino concreto.

Coixet no sabe lo que quiere contar y por ese motivo el espectador pierde el interés en muchos momentos de un metraje, innecesariamente alargado, que tiene muchas subtramas que no ayudan a la historia, más bien la retrasan.

La autora catalana se toma su película como un ejercicio de cine de terror gótico que solo se acerca a dicho género por sus oscuras imágenes, y no por su guión, que además resulta ser una mezcla de géneros absolutamente innecesario. Pretende mostrar el terror que supone el paso de la segura infancia a la vida adulta, del drama familiar e incluso del primer amor, todo ello contado como si se tratará de un spot publicitario muy trabajado, y solo consigue girar alrededor de la trama principal que no termina de tener conflicto, ya que no progresa su historia.

Sophie Turner, protagonista de Juego de Tronos y una de las pocas razones por las que muchos adolescentes irán a ver esta película, hace una buena interpretación aunque creo que ni ella tenía claro lo que quería trasmitir, en otras palabras, podría decirse que la paranoia adolescente que pretende contar esta historia, y que además sería interesante contar, no ha encontrado su forma adecuada de decirla, ya que un guión que no avanza puede mantener el suspense pero muy difícilmente lo hará si da vueltas alrededor de la respuesta, sin ir a ningún rumbo coherente para el autor o satisfactorio para el espectador.

El hilo conductor de la música es lo más destacable de la película y que se deja ver por muchos fragmentos, unos con más suerte y otros con menos. Esperemos que la Coixet de la magnífica La vida secreta de las palabrasMi vida sin mí no se aleje más de su terreno.

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