C.N. En cuestión de calzado, cada persona tiene sus propios gustos. Según las tradiciones chinas, los pies pequeños son de princesa y en occidente existe un dicho popular que dice «pie grande sirve para dormir parado». El calzado se ha convertido en la actualidad en un elemento esencial de la moda. Unos buenos y finos zapatos embellecen un traje o por el contrario lo desacreditan.
En el mercado podemos encontrar hoy en día modelos de muchos diseños y materiales, si bien la historia del zapato se remonta a la necesidad básica de proteger los pies. Por lo que, con ocurre con todo, conforme la especie humana ha ido evolucionando, el calzado también ha evolucionado y se le han ido añadiendo otras funciones a las suyas originales de protección y aislamiento, como son la social y la estética.
Hecho de hierba o de cuero trenzado, el primer zapato estaba lleno de correas para darle cierta protección al pie, de acuerdo con las condiciones geográficas en las que se movía el hombre antiguo. La fabricación del calzado se venía realizando de modo artesanal desde los inicios históricos. Y, aunque ya en la época romana se produjo una cantidad de calzado enorme, los procesos eran artesanales, por lo tanto el proceso de producción masiva podría decirse que no apareció hasta la época de la Revolución Industrial.
Hace unos quince mil años, un cavernícola quiso proteger sus pies del hielo y se le ocurrió envolverlos en un pedazo de piel animal y amarrarlos con un cordel: estaba inventado el calzado. Desde entonces, los zapatos se han convertido en el reflejo de nuestra cultura.
Ya en pinturas rupestres de hace más de 15.000 años encontradas en cuevas de España -en la Cueva de los Murciélagos de Albuñol, Granada, por ejemplo- aparecen figuras humanas con los pies envueltos en pieles.
Existen modelos de calzado de civilizaciones antiguas, tales como los egipcios, chinos, vikingos y de aborígenes. La pieza más antigua que se conoce, en buen estado, son unas sandalias confeccionadas en paja trenzada o en láminas de hoja de palmera, procedentes del antiguo Egipto.
Históricamente, los soldados romanos no llevaban zapatos ni ningún tipo de calzado específico, de acuerdo con los parámetros de entrenamiento y fuerza que estos debían desarrollar. Más tarde, cuando se institucionalizaron las celebraciones en el Circo, utilizaban una plantilla de piel y cuero en bruto para correr y desplazarse por toda la arenilla. Los zapatos amarrados a las piernas se convirtieron en piezas claves de los trajes romanos.
Hasta finales del siglo IV, la sandalia es el calzado por excelencia y fue sustituido por el calzado rudo, confeccionado con pieles de animales, de los bárbaros. La siguiente transformación importante no llegó hasta el siglo VII con el advenimiento de los carolingios que usaron todo tipo de polainas que dejaban al descubierto los dedos.
En el siglo IX, las polainas se difundieron por Alemania, Inglaterra y España. Dada la popularidad de este nuevo accesorio, Felipe el Hermoso en Francia y Eduardo III de Inglaterra establecieron, a principios del siglo XIV, varias medidas de la punta de las polainas para distinguir las jerarquías sociales: las de un príncipe tenían puntas de más de dos pies de largo; las de un barón, de dos pies; las de un caballero, de pie y medio, y las de la gente del pueblo de medio pie solamente.
Durante la Edad Media se impone la moda de los zapatos acabados en punta, tal vez por influencia oriental a través de las cruzadas. Las puntas fueron creciendo hasta convertirse en el zapato de punta retorcida, que se convirtió en un claro atributo de clase. El Renacimiento impuso la tendencia contraria, zapatos exageradamente anchos y durante el Barroco, el zapato adquiere todas las influencias estéticas de la época: líneas curvas, seda, terciopelo, bordados, bucles y bridas.
Los primeros zapatos usados en la Europa Moderna, se vieron en las cortes francesas, en los siglos XIII y XV, eran muy simples y nada cómodos. Las plantillas que protegían los pies eran hechas de corcho, cuero o piel. Para sujetar la plantilla al pie se utilizaban clavos y metales.
A finales del siglo XVI y principios del XVII apareció el tacón. El origen del tacón tuvo una razón práctica, ya que reforzaba las botas de montar a los estribos. Sin embargo, esta función práctica fue cayendo en desuso y el tacón se incorporó al calzado femenino como un elemento puramente estético.
Todo cambió con la Revolución Industrial. Aparece la numeración del calzado y su producción masiva. En el siglo XX, se cambia el cuero por la goma en la suela y se empieza a probar el uso de materiales sintéticos. En 1971se lanzan las zapatillas de goma de marca comercial.
La evolución del calzado, en definitiva, desde la sandalia hasta las zapatillas deportivas actuales, prosigue conforme se van descubriendo nuevos materiales con los que cubrir los pies.
En la actualidad, la principal zona de fabricación de calzado en España es el alicantino el Valle del Vinalopó (Villena, Elda, Elche, etc.), en el que también se puede incluir la albaceteña ciudad de Almansa. Otros núcleos importantes son Fuensalida en Toledo, Arnedo en La Rioja y las Islas Baleares, sobre todo la ciudad mallorquina de Inca, y las poblaciones de Menorca.
Algunos museos del calzado son:
–Museo del Calzado en la ciudad de Elda (Alicante).
– Museo del Calzado en la Ciudad de Brea de Aragón, Zaragoza.
– Museo del Calzado de La Rioja.
– Museo del Calzado Antiguo en Barcelona.
El Museo del Calzado de Elda, en Alicante, es único en su género. Su importancia estriba en que recoge toda la historia del calzado, con un gran número de muestras tanto de calzado como de maquinaria dedicada al proceso de producción del mismo, pero también de la industria auxiliar, destacando una amplia sección para la fabricación de la horma. Desde el Museo del Calzado se realizan actividades tendentes a potenciar el Calzado Español de calidad, destacando el «Premio a la mujer mejor calzada de España» sobre el zapato femenino, que se entrega anualmente. También se realizan múltiples exposiciones itinerantes con asistencia a ferias del sector.