Miguel Ángel León Brázquez. Ya desde España, toca pararse a pensar sobre todo lo acontecido. Demasiada información puede empañar otras noticias importantes desde Israel.
Como cada año, ha habido sus más y sus menos y, como no, momentos polémicos como fue ver en aquel escenario la bandera de Palestina. Esto simplemente queda relegado a una esperada y anunciada anécdota, era obvio que eso, de alguna forma, iba a pasar, pero lo que realmente nos importaba era la actuación de Madonna y de Miki, lo demás pasaba a un segundo plano a pesar de la importancia que podría tener. De Madonna prefiero no opinar (ya se están encargando otros de «machacarla»), ahora centrémonos en lo nuestro: España, su cantante y la canción.
Lo dio todo y nos llenó de alegría, optimismo y energía. Trabajó duramente y luchó contra todos los pronósticos de las casas de apuestas. Convirtió en oro lo que era chatarra. Sí, señoras y señores, por muy buen profesional que demuestres ser si la canción no era apta para este festival poco más se podría haber hecho. Él la defendió con mucha dignidad pero no era suficiente. Este festival cada año pone el listón muy alto y es exigente con las propuestas, ya no les vale cualquier «pachanga», necesitan algo muy bueno (musicalmente hablando). Europa no nos odia, somos nosotros los que no intentamos conectar con ella. Hay que hacer reflexión tras esta resaca eurovisiva.
Los países que quedaron en las primeras posiciones eran previsibles y merecidas. Aquí no hay tongo!! La calidad musical se premia. Mejor hacer una buena autocrítica y quizás aquí será donde encontremos la respuesta.
Hasta el año que viene!!