Que sesenta años no es nada…

Imagen: Carlos J. Vera / https://unletradodecine.wordpress.com/
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Vicente Vera Esteve. Eso mismo pensaba yo el año pasado cuando inauguré mi sexenio particular e inmediatamente recordé aquel inolvidable y ardiente estribillo de uno de los tangos más evocados y llenos de nostalgia rioplatense, Volver, interpretado por el idolatrado Carlos Gardel, que decía entonando con esa voz grácil y cautivadora, “que veinte años no es nada/que febril la mirada /errante en las sombras te busca y te nombra/Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que no ha de volver”.

En realidad, no es mi aniversario el que celebramos en esta columna. Como todos ustedes ya saben, conmemoramos el sesenta cumpleaños del entonces Mercado Común, toda una obra de sutil ingeniería diplomática que ya quisiéramos para nosotros hoy en día. Con el impulso y tesón de una caterva de hombres de Estado, capitaneados por el empresario y banquero francés Jean Monnet, apoyado incondicionalmente por el belga Paul Henri Spaak y el también francés y uno de los arquitectos de la integración, Robert Schuman, junto con otros dos pesos pesados protagonistas en aquellas complejas y agotadoras negociaciones, Altero Spinelli y Alcide de Gásperi. A grandes rasgos, podemos afirmar que este rosario de ilustres políticos de altos vuelos fueron los responsables de un proceso político y diplomático que contribuyó a la firma del Tratado de Roma el 25 de marzo de 1957. A partir de ahí todo lo que sucedió ya es historia, España no pudo estar ahí, sí que es verdad que poco después Alberto Ullastres, uno de los tecnócratas del franquismo que más empujó para acelerar el acercamiento a Europa, fue de alguna forma un gran negociador de altura, siempre tratando de conseguir que España tuviera el reconocimiento de ser comercialmente beneficiada con la cláusula de nación más favorecida. Aunque políticamente todavía no estábamos bien vistos por los demócratas pura sangre de Francia, Italia y Alemania. Tuvo que llegar el decreto que regulaba el Plan de Estabilización de julio de 1959, que permitiría una apertura económica hacia el exterior, que no política, bendecida por los EEUU de Eisenhower y el beneplácito de los colegas europeos.

Evidentemente, España siempre ha deseado estar integrada. Era una frustración que arrastrábamos con mucho pesar y dolor de corazón. Es lo que más tarde se conocía popularmente que “no estábamos en la pomada”. Donde se cocía todo lo relacionado con las libertades, el desarrollo económico y los objetivos de fijar unos determinados objetivos de crecimiento económico. Si bien es verdad, a partir de los sesenta del siglo pasado, y con el viento a favor de las políticas desarrollistas de los tecnócratas del Opus Dei, España- ya con un tipo de cambio oficial peseta /dólar- recuperamos posiciones en el mercado de bienes exportados así como la posibilidad de disponer de suficientes reservas de divisas que permitían comprar en el extranjero y dinamizar la balanza de pagos.

No es aquí el lugar para describir y estudiar la completa historia de nuestra economía y su proceso de acercamiento y final integración en Europa. En realidad, nos costó mucho esfuerzo y no diremos que sangre, sudor y lagrimas que diría Sir Winston Churchill, pero sí que fueron gigantescos los pasos diplomáticos que ya bajo un perfil democrático poco menos que ejemplar, ya no se nos miraba por encima del hombro sino de igual a igual. De modo que, a pesar de las “serpientes monetarias” y demás artilugios monetarios que nos condujeron hacia la convergencia de pleno derecho en Europa. Fuimos capaces de alcanzar aquel objetivo político tan deseado desde los orígenes de las negociaciones. Sabemos que los protagonistas destacados de estos sesenta años han sido Francia y Alemania. Fue ese cruel conflicto mundial el que enfrentó y empobreció Europa, además de generar un odio visceral y feroz entre países vecinos. Por eso, el gesto de aquellos grandes hombres de estado que se han citado en este relato nos debe hacer reflexionar y mostrar cada día nuestro más sincero agradecimiento. Es impensable que ahora viendo a Merkel y Hollande juntos alrededor de una mesa de negociaciones políticas y económicas para fortalecer el objetivo de más Europa, pensemos en todo el daño, violencia y destrucción ocasionada en la horrible Segunda Guerra Mundial. Ahora, y dando un salto mediático, lo que no celebramos con placer y orgullo europeísta es la salida de Reino Unido, el ya manido Brexit que tanto ruido está provocando y confiemos que dicho proceso sea tranquilo, siempre evitando sorpresas poco agradables y más incertidumbre económica y política. Esta misma semana ya se nos informaba que la industria del juguete de nuestra Comunidad Valenciana era uno de los primero sectores afectados por el susodicho Brexit, cayendo las exportaciones de juguetes un 11,5%. Otro de los sectores que muestra cierta inquietud es el sector calzado. Estas son las grandes contradicciones que de vez en cuando sufren las organizaciones supranacionales.

Tengo muy claro que se ha carecido de sensibilidad y altura diplomática así como honestidad política de los líderes británicos. Ha predominado el egoísmo de partido, la lucha de las ideologías. Decía John Berger (1926-2017), escritor y ensayista británico en un magnifico libro, Un hombre afortunado, que “hay crisis nacionales o sociales que ponen a prueba a quienes las viven. Son momentos de verdad en los cuales se revela, si no todo, mucho con respecto a las personas, las clases, las instituciones y los líderes”. Más y mejor lucidez sociológica imposible. Y añade el propio Berger “el mundo en general no suele apreciar o entender estas revelaciones, pero para quienes pertenecen a la sociedad o el país en cuestión su importancia, su significado, es muy claro”. No se van a creer que estas reflexiones fueron publicadas en el año 2008, el año en el que fue editado el libro. Ni remotamente Berger presentía lo que casi diez años después irrumpiría en el país caracterizado por su flema diplomática causando cierta desolación entre los partidarios de la permanencia. Al hilo de esta reflexión y ante esta ceremonia de la confusión, no queda otra que dejar de alimentar deliberadamente situaciones similares entre el resto de países, ahí tenemos los ejemplos de Holanda,Francia,Austria, Italia,etc.De modo que no todo van a ser cumplidos vanos y elogios edulcorados ante este 60º aniversario. Es obvio que desde el inicio de la Gran Recesión en 2007/2008 la Unión Europea se ha decantado por la adopción de políticas sociales muy alejadas de los principios que configuraban el Estado del Bienestar.

Precisamente en una Europa que no dejaba a nadie en la cuneta y donde se ha ido creciendo un evidente alejamiento para con la Europa del Sur. Por ello es urgente refundar las bases sociales de la UE, podemos seguir siendo competitivos ofreciendo y manteniendo un equilibrio social razonable y unas expectativas estables de creación de empleo. De no ser así, tendremos problemas, volveremos al pasado más reaccionario . Lo de siempre, más Europa sí, pero también más inversiones en infraestructuras, en potenciar la innovación y la investigación, mantener la industria manufacturera a pesar del crecimiento de la robótica,etc. Para terminar quisiera recordar aquella canción que nos dejaron Lennon y McCartney,en uno de los discos más emblemáticos de la historia del pop-rock , Sgt. Pepper´s Lonely Heart Club Band, titulada When I am Sixty Four, imaginando que dentro de cuatro años volveremos a celebrar este aniversario precisamente porque además Europa ha acabado con la desigualdad social y económica.

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