Vicente Vera Esteve. Siempre es reconfortante leer y escuchar con atención a personas con una capacidad suficientemente demostrada para articular palabras y frases que al final nos ofrecen un discurso coherente y bellamente inteligible por nuestro personal sistema cognitivo. Esta sensación me produjo el pasado viernes tanto cuando leía la columna de Juan José Millás en un diario de ámbito nacional y simultáneamente cuando asistí a una conferencia que estaba convocada ese mismo día en la localidad de Petrer, población vecina de esta atalaya de Elda. Esta reunión con el autor tuvo lugar en la sala de conferencias de la entidad bancaria Caixapetrer, cerrando el ciclo de “Otoño Cultural” en su 29ª edición. En primer lugar he de decir que la lectura de dicha columna nos invita a la reflexión una vez más, Millás se formula la siguiente pregunta: ¿qué nos pasa? Así de clarividente finaliza su columna y, después de conminarnos a pensar que la historia es una ciencia muy antigua que debería ser capaz de trabajar en tiempo real, en vivo y en directo, continúa diciendo que debería intentarlo porque jamás lo hemos necesitado tanto. Tanto los historiadores como los economistas nos tienen acostumbrados a deleitarnos con brillantes y reveladores informes y ensayos, sobre todo aquello que nos ha sucedido en el pasado, pero nadie nos vende un informe sobre aquello que nos va a ocurrir en un corto/medio plazo, y no digo ya en el largo plazo, aquí como dijo Keynes, todos muertos. En estos complicados momentos de nuestra historia económica y política estamos necesitados de claves, de lucidez intelectual que nos permitan conocer, anticipar algunos hechos que nos preocupan en demasía y no somos capaces de encontrar un minuto de sosiego para comprender todo lo que nos aturulla a nuestro alrededor. En poco tiempo el mundo político y económico está padeciendo una aguda transformación que todavía no somos capaces de entender y asimilar. Vivimos momentos tensos repletos de posverdades, en un mundo líquido. Las herramientas de análisis tradicionales se están quedando obsoletas. Desde las más altas instancias políticas permanecimos atrapado en la globalización. Ahí estaba la solución para todos nuestros males y carencias, y ha sido todo lo contrario, mayor desigualdad social entre los pueblos desarrollados y subdesarrollados. Los organismos internacionales como el FMI, la OCDE nos revelan tasas de crecimiento que no veíamos desde los tiempos de la burbuja, pero no es un crecimiento saludable y eficiente para todas las clases sociales de un país. Y esto habrá que resolverlo y pronto. De lo contrario estaríamos ante una bomba con explosión retardada. Los partidos políticos han de recomponerse con urgencia y comenzar un camino de reformas profundas que eviten el nacimiento de un desorden social. Tenemos en Europa elecciones en Francia y Alemania, Grecia vuelve con su agonía invocando una renegociación de la deuda y recupera protagonismo mediático . El ascenso de los partidos que enaltecen su ideología nacionalista y anti euro están dando la batalla diariamente. El Brexit, que no acaba de cuajar. Nuestro horizonte económico continúa con su pertinaz sequía de certidumbre, la peor medicina para los mercados. Si la macroeconomía no es capaz de darnos herramientas que encarrilen el crecimiento, tendremos que recurrir al grimorio, aquellos libros con instrucciones para aquelarres, correspondencias astrológicas, invocar entidades sobrenaturales o lanzar encantamientos contra todo aquello que obstaculice la implementación de políticas públicas y privadas que coadyuven al bienestar social de los más desfavorecidos. En 2016 no nos preocupaba demasiado la situación de inflación o más bien deflación, tipos de interés negativos, la política monetaria del BCE de Draghi lo resolvía todo con las compras masivas de deuda todos los meses, de repente cambia el escenario macroeconómico y macropolitico con la llegada de Trump a la presidencia de los EEUU. La Reserva Federal sube el tipo de interés y se promete dos o tres subidas adicionales a lo largo de 2017. Janet Yellen desde la Reserva Federal cumple disciplinadamente las órdenes del trumpismo en materia monetaria. Todo es líquido, como nos ha enseñado uno de los grandes pensadores contemporáneos, Zygmunt Bauman (1925-2017), todo se desmorona, nada es para siempre, la globalización lo difumina todo. Hemos pasado de la deflación a la inflación en pocos días, creíamos que nos aplastaba el estado deflacionario como en Japón. Cuidado ahora con la inflación, sube el precio de la luz, sube la gasolina, el transporte, pero no se habla de los salarios, con la boca pequeña un poco, pero nada más. Vladimir I. Lenin decía que la mejor forma de corromper la moneda es mediante la generación de inflación. Ahí tenemos la Venezuela de Maduro, planificación socialista por medio de la corrupción de la moneda, una inflación del 1000% real. No sabemos si será líquida o sólida pero algo tendrá que pasar para evitar un polvorín en Latinoamérica.
Por otro lado, nos adentramos sin saberlo en la era digital, son tiempos del Big Data, toda empresa que se precie ha de pensar en datos, datos y datos. Es el momento del comercio por Internet generalizado para cualquier empresa que se precie. En cuanto a la ingenua política proteccionista de Donald Trump, es evidente que los fabricantes de vehículos americanos ( Ford, General Motors,Chevrolet,etc) y europeos ( BMW) instalados en México no van a reiniciar un proceso de industrialización tradicional, contratando trabajadores blancos (WASP) con salarios reales americanos. Lo que sí van a desarrollar y ya lo han están haciendo es acelerar el proceso de automatización y robotización de las cadenas de montaje. Lo que sí tendrá que hacer la población trabajadora es reciclarse y estar preparada para una etapa de crecimiento en la implantación de robots, en un abanico amplio de actividades comerciales y de servicios en los EEUU. Lo que se llama robótica colaborativa. Me temo que no puedo contribuir al desasosiego de Millás, veo complicado que podamos disfrutar de dispositivos analíticos que nos permitieran vivir en tiempo real los pasos de la historia de los pueblos, no hay grimorio que nos ayude a encontrar semejante posibilidad, quizá aún tendríamos más miedo del que ahora tenemos si fuera factible esa posibilidad. Cruzaremos los dedos y nos queda depositar toda la confianza en nosotros mismos. Aumentar nuestra participación en las decisiones políticas cotidianas, leer mucho como dijo él mismo en su magnífica conferencia sobre literatura y periodismo. Evitemos ser persuadidos por la mezquina posverdad y ahuyentar la tragedia de convertirnos en desconfiados ciudadanos líquidos. Esto sí que sería peligroso y dañino para nuestra sociedad presente y futura. Aprendamos de Bauman y tantos otros pensadores como él, lo vamos a necesitar pronto.
Decía Julio Camba en su imprescindible librito recopilatorio de brillantes artículos, Millones al Horno, y en el capitulo dedicado a la inflación, publicado en la edición de 1958 , relatando las secuelas de la hiperinflación de los años veinte del siglo XX en Alemania, comentando una anécdota con un amigo, empleado de banca: “ por cierto que un día sólo compró pescado – ciento cincuenta mil millones de marcos de pescado – , y cuando su mujer se hizo observar que el pescado era una mercancía muy delicada y se echaba a perder en seguida, él la tranquilizó diciéndole que ninguna mercancía era tan delicada como el dinero ni se deterioraba de un día para el otro con tanta facilidad.”