Carlos Fernández / @karlos686. “Esta es mi opinión hoy y en este momento de mi vida”. Nicolás Winding Refn lleva años suscitando polémicas desde que ganara en 2011 la mejor dirección en Cannes por Drive. Su última película, The neon demon, no se queda lejos de polémica tampoco. Se estrenó en el último Festival de Cannes con críticas negativas y, sin embargo, ganó el premio de la crítica en la última edición del Festival de Sitges.
The neon demon aborda un acercamiento en falso al mundo de la moda a través de una perspectiva perversa, la de Jesse (una soberbia Elle Faning), una joven aspirante a modelo que llega a California para cumplir su sueño de desfilar ante cámaras y especialistas. El concepto que sin embargo más le interesa a Refn es el de la belleza física y de cómo puede crear monstruos. De hecho, la frase que encontramos en el cartel de la película es “los malos mueren jóvenes”.
La percepción moral y filosófica de lo que Jesse, una joven bella con dotes para desfilar, debería hacer con su belleza o si está bien o mal es un debate que tiene el espectador todo el rato en la cabeza durante el visionado de la película. Refn expone un personaje, una reflexión, unas ideas malditas y censurables en un mundo impío y malévolo, que recuerda a Suspiria de Dario Argento, y refleja con todo ello a las jóvenes modelos como animales carnívoros y salvajes en busca de una belleza suprema que irradiar para lograr así algo más que ser el centro de atención o una cara bonita. La belleza con mayúsculas, aquella que posee Jesse. Es una película cuyo discurso oscila entre lo onírico y lo real, entre la vida y la muerte, entre lo real y lo artificial. Todo ello dirigido con un preciosismo visual y estético que se defiende en el color rosa, azul y rojo y en figuras triangulares que simbolizan elementos como la ambición, el poder y la lujuria que genera la belleza física que ya posee Jesse pero no la fama que podría alcanzar y que, aún no tiene.
Una película cínica que reflexiona sobre cómo la belleza puede mover montañas y cómo la fama es un empujón que lo da quien puede y no quien quiere. La sangre, lo bizarro y elementos propios del sueño se unen en una bellísima película de terror planteada con tanta personalidad como vanidad (seamos justos y admitámoslo). Sin duda, Nicolas Winding Refn se casaría con él mismo pero, mientras haga estas películas tan estimulantes, seguiré aclamando y admirando este cine tan contemporáneo, híbrido e intenso y , necesariamente, moderno.