Carlos Fernández / @karlos686. El día ha empezado, esta vez con sol, con la mejor película que he visto en lo que vamos de festival (ojo, que aún estamos sólo a martes): The handmaiden (que por cierto, es de sección oficial), del polivalente director Park Chan Wook. Wook ya ganó en el 2004 en Sitges el premio a la mejor película con la impresionante e imprescindible Oldboy; y suele ser visita habitual del festival. El director coreano sorprende con una visión gótica (que caracteriza su cine en la rama estética), sucia e intrigante a través de un apasionado y oscuro viaje de traiciones, sexo y obscenidad.
Corea, década de 1930, durante la colonización japonesa. Una joven (Sookee) es contratada como doncella de una rica mujer japonesa (Hideko), que vive recluida en una gran mansión bajo la influencia de un tirano. Sookee guarda un secreto y con la ayuda de un estafador que se hace pasar por un conde japonés, planea hacer bastante daño a Hideko.
La estructura de tres partes (o mejor dicho, tres cuentos) dota a la película de una división con tres importantes puntos de giro elaborados, creíbles y con sentido. Es una historia que entrama a tres personajes dentro de la mentira, la pasión, la traición, el sexo, el terror y la manipulación. La cámara se empeña en rodar las pasiones de sus personajes y las caza a la perfección y con delicadeza. The handmaiden, que compitió en la pasada edición del festival de Cannes, es un ejemplo absoluto de puro cine, negro, perfecto, intrigante y con una sexualidad digna de estudio. El montaje y la banda sonora, como siempre en Chan Wook, de lo mejor que veo en todo el año. Clásica y fresca a la vez.
Más tarde visioné Equals (presentada en la anterior edición del festival de Venecia) con Kristen Stewart. Una película que bebe de muchísimas películas indie pero con una propuesta interesante. Se trata de una pareja que se enamora en una sociedad distópica en la que los sentimientos están prohibidos por ley. No debería de funcionar con el planteamiento que tiene pero su mayor peligro, que es resultar cursi o sentimentaloide, no se cumple; dejando así una película moderadamente emocionante y funcional. Stewart hace una gran interpretación pero la película es un romance indie que por todos nos es conocido ya. No es mala ni buena; es, sin más.
El siguiente pase correspondió a la película Trivisa, una película, de la sección Órbita del festival, de mafiosos japoneses haciendo todo lo que se hace en las pelis mafiosas de japoneses: gritar mucho, usar la violencia, un gran sentido visual, algunos gags divertidos…Lamentablemente no he encontrado a nadie de aquí que sepa de qué va tras haberla visto, pues el desmadre es grande (¡y qué bueno es eso!). Una absurdez algo cansina pero muy cachonda y divertida. Una de las pocas que pasa sin pena ni gloria por este genial festival.
Por la noche me enfrenté a, de sección oficial, otro plato fuerte: The wailing, del director de The yellow sea y The chaser (presente siempre en Sitges con cada estreno), Na-Hong Jin. Una serie de crímenes sobrenaturales asustan a una comunidad rural y frente a la incompetencia de la policía recurren a un chamán para solucionar sus males. Una película mágica, mística, oscura, desafiante y estimulante. Sin duda, una de las mejores del festival pese a sus largos 156 minutos de metraje. Un ejemplo de atmósfera turbia, combinación de géneros y de cine fantástico.