Carlos Fernández. “Esta es mi opinión hoy y en este momento de mi vida” Poco queda de ese Spielberg que nos hizo soñar con joyas como E.T, el extraterrestre, Jurassic Park o Inteligencia artificial… Spielberg vuelve después de más de diez años de películas desapasionadas, pese a estar rodadas perfectamente, como Indiana Jones IV, Las aventuras de Tintin, War horse o Lincoln… Mi amigo, el gigante es una de las peores películas de Spielberg, y no es por su elevadísima factura técnica, en un sentido desbordantemente infantil, carente de carisma, emoción o desarrollo de personajes que se nos plantan en pantalla sin ningún objeto a través de incoherentes desvaríos de la gran guionista, ya fallecida, Melissa Mathinson (guionista de E.T, el extraterrestre).
Se ve aburrida y sin ganas; Spielberg está obsesionado con la técnica pero no de aquella que casa con un gran argumento (al menos ahora, ya que el Spielberg del pasado tenía más que dar que este gigante y su protagonista infantil que no resulta nada interesante). Siempre ha sido conocido por ser un gran director de niños (véase El imperio del sol, Inteligencia artificial, Encuentros en la tercera fase, La guerra de los mundos…) pero este caso no resulta fallido en la elección de la niña protagonista (la niña no lo hace mal) pero su personaje no da más de sí, al igual que el del gigante.
Hay una secuencia en la que el gigante visita a un niño para comprobar con curiosidad qué sueña el pequeño. El sueño del niño es recibir una llamada del presidente de los Estados Unidos. El Spielberg más sectario, americano y blandito que se puede echar uno a la cara en dicha escena (aunque puede parecer sacado de contexto os aseguro que es la sensación que deja dicha escena).
La banda sonora del mejor compositor del mundo para cine (a excepción de Ennio Morricone y el ya fallecido Jerry Goldsmith), John Williams, posee un mágico tema principal que no llega a ser de sus mejores trabajos pero cumple bastante bien con su cometido.
En definitiva, se trata de una película desganada, aburrida, incoherente, caótica y exageradamente infantil que pretende contagiar una fuerza emocional que no logra en ningún momento.