Redacción. Investigadores del grupo ‘Microbiología de los Alimentos y del Medio Ambiente’ de la Universidad de Jaén, en colaboración con la Universidad de Estrasburgo, han adaptado una bacteria procedente de la aceituna para que sobreviva a las condiciones que se dan en el proceso digestivo. Esta adaptación se consigue con agentes antimicrobianos que mejoran la funcionalidad de estos microorganismos considerados como probióticos, es decir, bacterias que permanecen activas en el intestino y ejercen efectos saludables.
Los expertos han aislado la cepa Lactobacillus pentosus MP-10, una bacteria láctica obtenida de las salmueras de fermentación natural de las aceitunas de mesa verdes variedad Aloreña. El objetivo consistía en identificar las proteínas clave que intervienen en la resistencia a antibióticos y biocidas, para comprobar cómo resisten a condiciones adversas. “Es el primer estudio proteómico de esta bacteria, en el que queríamos detectar las proteínas implicadas en la tolerancia a los antimicrobianos pero al mismo tiempo hemos descubierto que eran tolerantes a ácidos y sales biliares, es decir, a aquellas condiciones del tracto gastrointestinal donde ejercen beneficios cuando se adhieren a las capas de la mucosa, eliminan los patógenos, mantienen la homeostasis del organismo y tienen efecto positivos sobre el sistema inmune”, explica a la Fundación Descubre la responsable del estudio la doctora Hikmate Abriouel, investigadora de la Universidad de Jaén.
La novedad de este análisis titulado ‘Comparative proteomic analysis of a potentially probiotic Lactobacillus pentosus MP-10 for the identification of key proteins involved in antibiotic resistance and biocide tolerance’ y publicado en la revista International Journal of Food Microbiology estriba en que los investigadores de la Universidad de Jaén han incorporado agentes antimicrobianos para inducir esa supervivencia de las bacterias en el tracto digestivo, mientras que otros enfoques las adaptan a condiciones adversas, es decir, es como si las entrenaran. “Hemos descubierto que los antimicrobianos incrementan la resistencia bacteriana a diferentes tipos de estrés, tanto ambiental como gastrointestinal, como los relacionados con la acidez y las sales biliares”, especifica.
De esta forma, los investigadores usan ese estrés antimicrobiano para mejorar la funcionalidad de las bacterias con interés como probióticos. “Los resultados mostraron que la adaptación a ciertas concentraciones de antimicrobianos logra la robustez deseable del probiótico Lactobacillus pentosus MP-10 a diversas condiciones ambientales y gastrointestinales”, precisa.
Bacterias resistentes. La preparación de los experimentos comienza con un proceso en el que los investigadores determinan la concentración que inhibe el crecimiento de las bacterias, denominada concentración mínima inhibitoria. A continuación, usan concentraciones por debajo de ese límite y comprueban su viabilidad durante 48 horas, para observar su resistencia.
Una vez adaptadas conservan las bacterias en glicerol, para estudiar su genoma. “Estos análisis determinan que es segura, es decir, que no causa efectos indeseables en la salud y que cuenta con una actividad precisa”, detalla.
Por último, someten a las bacterias a un estudio proteómico, para comprobar las proteínas implicadas en la tolerancia a los antimicrobianos que incrementaron a su vez la resistencia a ácidos y sales biliares. “Cada bacteria es un mundo y no existían estudios sobre Lactobacillus pentosus MP-10. Con estas pruebas podemos dilucidar qué ocurre con esa cepa, mejorar su funcionalidad para así utilizarla como probiótico”, destaca.
La investigadora adelanta que el paso consistirá en la aplicación de estas bacterias como probióticos in vivo. Sin embargo, este conocimiento previo de su genoma y proteoma, según apuntan los expertos, resulta necesario para comprobar su utilidad en los preparados alimenticios fermentativos del futuro.