¿Cuáles son los orígenes de la Semana Santa?

¿Por qué celebramos la Semana Santa?
¿Por qué celebramos la Semana Santa?

HBN. Cada año hay una semana en la que los cristianos manifiestan de manera palpable en las calles su devoción por Jesús. Esos siete días, a los que hemos denominado Semana Santa, se han convertido en una auténtica fiesta. Pero, ¿cuál es su origen? ¿Por qué recordamos de esta manera la pasión, muerte y resurrección de Cristo? Indaguemos un poco.

Comienza 2016.
Cada año la Semana Santa cae en una fecha distinta.

Lo primero a tener en cuenta es que cada año la fecha de esta celebración cambia. Ello es debido a que se hace coincidir el Domingo de Resurrección con el primer domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, una referencia muy importante para muchas religiones paganas -ya en la antigüedad este momento del año significaba el renacer de la naturaleza tras el invierno- y en torno a la cual se organiza el resto del año litúrgico (la Cuaresma, el Carnaval, el Rocío…). Esta fecha se estableció en el Concilio de Nicea I, del año 325, siendo el único límite que el Domingo de Pascua no puede establecerse ni antes del 22 de marzo ni tras el 25 de abril.

La cruz de guia
La cruz de guía sustituye a los estandartes de las legiones.

Desde sus comienzos, los seguidores de Jesús adoptaron también una tradición muy antigua para recordar lo que en el siglo IV San Ambrosio denominaría el Triduum Sacrum (pasión, muerte y resurrección): las procesiones. Y es que antes del cristianismo, ya los griegos realizaban las llamadas ‘pompas’ o procesiones solemnes en honor a sus dioses (Atenea, Deméter, Perséfone, Dioniso…), en las que desfilaban carros y músicos. Nuestros actuales cortejos beben de estas ‘pompas’, así como de las costumbres militares romanas, siendo un claro ejemplo de ello las cruces de guía, que vienen a ocupar el lugar de los estandartes de las legiones. Incluso la palabra ‘procesión’ procede del latín processio que significa marchar en su sentido más militar.

Penitentes
Las primeras procesiones eran clandestinas.

Debido a la persecución a la que eran sometidos los primeros cristianos, estas procesiones eran clandestinas en sus comienzos, y muchas de ellas servían para trasladar los cuerpos o restos de los primeros mártires para darles santa sepultura. Pero los seguidores de Jesús eran cada vez más numerosos, llegando un momento, ya a mediados de la Edad Media, en el que los desfiles comienzan a ser de carácter público.

Los primeros penitentes se autoflagelaban.
Los primeros penitentes se autoflagelaban.

El nacimiento de las hermandades o cofradías tendrá lugar unos siglos después, en torno al XIV-XV, cuando grupos de personas que no pertenecían a la vida religiosa se unen, normalmente por gremios, por un lado para defender sus intereses y, por otro, para la contemplación y experimentación de la pasión y muerte de Cristo. Es por ese deseo de conocer y mostrar el calvario de Jesús que comenzaron a sacar a las calles imágenes de crucificados y vírgenes sufrientes, además de dar origen a los hermanos de luz (los que portaban velas encendidas) y los hermanos de sangre (los que se flagelaban o autoinfringían cualquier tipo de dolor durante la estación de penitencia).

La túnica
La túnica antes se ajustaba con una soga de esparto.

Estos primeros penitentes, según Antonio Armario Muñoz, solían ir descalzos y vestían una túnica algo corta de basto lienzo crudo que se abría por la espalda o el pecho para poder flagelarse. La túnica se ajustaba a la cintura con una soga de esparto que se pasaban antes por el cuello y se anudaban en el pecho. Además, se tapaban la cabeza con un capirote romo de la misma tela de la túnica.

Tres Caídas
A las representaciones teatrales religiosas se las conocía como pasos.

Al impulso laico de dar forma a la Semana Santa se sumó la labor de las llamadas órdenes mendicantes, órdenes religiosas que decidieron acercar a los ciudadanos los misterios de la fe ya que, hasta entonces, las liturgias eran en latín y el pueblo analfabeto veía aquella enseñanza del dogma como algo muy lejano a él. Para acercar la iglesia al pueblo, ésta empezó a salir a la calle, además de con imágenes de cristos y vírgenes, con representaciones teatrales que mezclaban lo profano y lo sagrado, textos elaborados que conocemos como autos sacramentales. Los actores viajaban por toda la geografía en unos carros y representaban las obras sobre una plataforma que era transportada por 12 personas. A estas representaciones religiosas se las conocía como pasos.

El paso de plata del Señor de la Humildad.
El impacto visual convirtió a las procesiones en una herramienta evangelizadora.

Toda esta actividad ‘cofrade’ se intensificó como respuesta de la Iglesia Católica a la reforma protestante de Martín Lutero, hecho que quedó ampliamente recogido en las directrices adoptadas en el Concilio de Trento (1545-1563). El impacto visual de las procesiones se convirtió en la mejor herramienta evangelizadora. También por entonces el clero potenció la producción de tallas para captar, a través de estas figuras, la atención de los creyentes. En esta época, lo único que cambió fueron las flagelaciones, que quedaron prohibidas en el siglo XVIII por orden del rey Carlos III.

Penitente
El origen de los atuendos de los penitentes se encuentra en las sotanas del clero.

En cuanto al atuendo de los penitentes, su túnica actual está inspirada en las sotanas de los clérigos, sotanas que también los nobles llevaban en la Edad Media, indicando la longitud de ésta el mayor o menor sentimiento de arrepentimiento y dolor.

El origen del capirote actual se remonta a la época de la Inquisición. Durante los procesos de este tribunal, a los acusados se les colocaba una pieza de tela que les cubría el pecho y la espalda llamada sambenito, así como un cucurucho de cartón u otros materiales sobre la cabeza que decoraban con ilustraciones del delito cometido. Este elemento hacía referencia al castigo o penitencia impuesto y resultaba una manera de humillar a los condenados ante la sociedad (igual que Jesús fue objeto de escarnio durante su pasión).

Los capirotes
Los capirotes se le colocaban a los acusados durante la Inquisición.

En este sentido, cabe recordar que ya en la Edad Media, a los condenados a la pena capital se les colocaba una hopalanda de color amarillo y un capirote en la cabeza antes de trasladarlos al cadalso.

Así pues, nada es baladí en nuestra Semana Santa. Todos sus elementos y tradiciones responden a una razón y son el fruto del desarrollo de varios siglos de historia.

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