Francisco J. Martínez-López. “Desde el exilio, porque en el exilio me siento hace tiempo, no importa dónde esté. Así introduzco mi naciente columna de temática miscelánea, dedicada, hoy y siempre, a todos los que compartan este sentimiento. Ahora me encuentro en Barcelona, por cierto, ciudad cosmopolita, abierta y diversa donde, por paradójico que pueda parecer por lo que se desprenda del actual debate político nacionalista, el exiliado puede encontrar alivio a su desubicación. Por el momento, los andaluces seguimos sin pasar controles de pasaporte en El Prat, y así seguirá siendo, según me aseguran amigos catalanes; hay muchos indignadísimos con esta fiebre separatista, no se crean. Pero no voy a escribir sobre esto ahora; se me ocurren muchos más temas interesantes que tratar…”.
Así, con el contenido del párrafo arriba citado, comenzaba mi primer artículo de la columna “Desde el exilio”, publicado hace un par de meses en la edición onubense, madre, del periódico Buenas Noticias. Hoy, nos estrenamos en la naciente edición nacional, a la que le deseo las mejores de las suertes; el tema de la columna, que casualmente coincide con esta primera edición, es una aproximación sintética, y con propósito resolutivo, al problema de los movimientos separatistas en nuestro país, que han recobrado intensidad en los últimos tiempos, principalmente por un colectivo catalán liderado por el President Mas; y no sólo me refiero a CiU, sino a todas las opciones que comparten este propósito. En el caso de Cataluña será donde centre la mayoría de mis reflexiones, aunque, en esencia, son extensibles también a las reivindicaciones vascas, las cuales, por cierto, también se han animado recientemente al ver la energía y pasión con las que se están empleando sus colegas catalanes.
El Domingo de Resurrección pasado, en el día de la patria vasca (Aberri Eguna), el Lehendakari Urkullu solicitaba a Europa soluciones para resolver el problema de Euskadi y Catalunya, por ejemplo; verán que, en esta ocasión, he utilizado el nombre de las Comunidades Autónomas en sus lenguas, para que vean los apasionados que anhelan la independencia que oponerse a su reivindicación no implica necesariamente que no se reconozca ni valore, e incluso se sienta orgullo, de la riqueza cultural, y por ende idiomática, de la única Nación con “N” mayúscula que existe en este país, con múltiples nacionalidades; y esto no lo digo yo, lo dice la Constitución. Y, por ello, por favor, que nadie derive de mis palabras relaciones subyacentes al lema franquista “Una, grande y libre”, que el propio Urkullo pidió superar en su último discurso del Aberri Eguna. Quiero pensar que esto lo dijo en un ejercicio de demagogia política, más que movido por una convicción; si fue lo segundo en lugar de lo primero, apañados vamos. A ver si ahora la defensa de la unidad de España, y el orgullo de sentirse español, a pesar de que nos pueda doler España a veces, parafraseando a Unamuno, se va a asociar con un pensamiento facha; todo lo contrario, al menos en mi caso y en el de Unamuno, que era republicano, por cierto, y seguro que en el de muchos otros. Pero ésta, mi posición, la manifiesto sin pasiones, porque el buen andaluz tiene una genética universalizada, que trasciende patrias chicas y grandes; me siento tan andaluz como el separatista más convencido se pueda sentir vasco o catalán, por citar los dos casos de separatismos en nuestro país, pero no tengo en absoluto la necesidad de romper con nada; al contrario, ambos sentimientos, andaluz y español, son perfectamente compatibles, al igual que mi sentimiento de europeo y ciudadano del mundo.
El President Mas, no obstante, y que no se me mosquee si lo utilizo como ejemplo, me puede decir que él y muchos no tienen esa compatibilidad de sentimientos, y que por eso tienen la reivindicación política que tienen. Yo al President Mas le preguntaría qué es lo que haría en un escenario en que Cataluña fuera independiente que no pueda hacer ahora. Probablemente, lo poco que no podría hacer, dejando aparte lo de la autonomía decisional plena para Cataluña, más allá de la que ahora tiene, que ya es mucha, aunque seguramente se transferirá más con el paso del tiempo, sería ir a la esencia del problema: ser independiente, poder decir con soporte legal que es catalán, pero no español. Digo legal, y digo bien, porque decirlo puede decirlo ahora, y sentirlo también, y no pasa nada. Pero no es suficiente para él; además, quiere poder decirlo con legitimidad jurídica. ¿Tan importante es esto como para liarse la que se está liando? La libertad para decidir, me pueden decir algunos, bien lo merece.
Reconozco que siempre he pensado que los partidos catalanistas se lo han montado mejor que los vascos en la última era democrática de España; siempre me han parecido más inteligentes, porque han utilizado políticamente el tema de las reivindicaciones nacionalistas con más sutileza y discreción, pero obteniendo al final tan buenos, o incluso mejores, resultados que los vascos en términos de competencias y autonomía cedidas del Estado; tampoco han tenido la espada de Damocles del terrorismo colgando sobre sus cabezas, infame y trágico condicionante de imposible omisión. Sin embargo, no hace mucho que me di cuenta de que el President Mas no iba de farol, no…iba en serio. Y ahora que he vivido en Barcelona, que he desayunado con la bandera “estelada” todas las mañanas –un vecino del bloque de enfrente la tiene colgada en su terrado; aquí parece estar de moda, para que las vean los turistas, me dijo uno con sorna–, y me he empapado de su día a día, de los artículos de los periódicos, sobre todo los catalanes, que día sí y día también llenan páginas teorizando sobre este tema, y he hablado con catalanes de opinión contrapuesta, etc., he llegado al convencimiento de que hay una parte de Cataluña que va en serio con este tema, sí. Totalmente en serio; que se lo creen, vamos. Vale, que sí, President, disculpe que haya sido tan lento…es que no pensaba que iban a estar tan fuera de la realidad, y se lo digo con todos los respetos; no se me ofenda, por favor.
Miren, ¿se podrá escribir sobre el tema éste de los nacionalismos y separatismos? ¿Habrá escrito ya? Para aburrirse. Bueno, y ¿habrá gente que vive de esto? Pues muchos políticos y corrientes de opinión, sí; parados, ninguno que yo sepa, no. Pero no hace falta meterse en este tema mucho para emitir un juicio con criterio, si se va verdaderamente a la raíz del problema, que he observado también que tiende a obviarse, de una manera que ya sí que ha empezado a preocuparme este tema, más como demócrata que como español. Por eso, he decidido escribir esta columna hoy, aunque sea paradójico con las líneas finales del párrafo inicial, en este momento en que estoy a punto de dejar Barcelona para seguir escribiéndoles desde el exilio neoyorquino.
Lo que le sucede al President Mas, y a todos los que como él son, es que utilizan la democracia a su conveniencia. No tienen, por tanto, un comportamiento intachable de demócratas, no; y se lo demuestro fácilmente. A pesar de mis sentimientos y opiniones acerca del tema de los separatismos, si se abriera un proceso de reforma constitucional que, finalmente, y tras mi voto en contra, habilitara una vía para la independencia de Cataluña (o el País Vasco, o cualquier otra región de España), y suponiendo que la población catalana luego decidiera mayoritariamente la separación –estoy simplificando y suponiendo mucho–, éste que les escribe lo acataría sin ningún problema ¿Por qué? Porque soy un demócrata, más que el President Mas, se lo puedo asegurar. He leído comentarios suyos recientemente del tipo a que, si no se permite la independencia de Cataluña, se plantearía una independencia o ruptura unilateral; cómo sería la cosa que hasta su socio Duran i Lleida, el de la parte de Unió, el que está en el Congreso, apuntó que, en ese caso, se plantearía una separación de Convergència, porque Unió no compartía esa postura; no sería la primera crisis interna de esta coalición política. Vamos a ver, President Mas, ¿usted cree que ése es un comentario propio, no ya un político de su responsabilidad institucional, sino, más importante que todo eso, a la vez que esencial, de un demócrata? Ya le respondo yo: no lo es. No se puede ser demócrata a conveniencia, President Mas; esto es, le vale la democracia catalana y la mayoría de votos que espera obtener en una hipotética consulta de independencia, pero no le vale la democracia de la mayoría que está legitimada para decidir eso, que mire por dónde, y no es por sacar la soga en casa del ahorcado, según la Constitución Española, es la totalidad de España. La Constitución es la que, en este caso, asegura que la libertad individual se subordine al bien colectivo, que, en este caso, no es el pueblo catalán, y perdone mi insistencia, sino el español, al que el catalán pertenece. Tengamos esto claro, porque yo ya estoy empezando a pensar que sus pasiones le impiden ver la situación con la rigurosidad debida. Un demócrata intachable intenta cambiar las cosas utilizando la fuerza de la democracia, haciendo uso de los cauces democráticos, según la legislación vigente; el problema es la ley, me dirá usted, la Constitución, que no permite hacer lo que usted quiere. De acuerdo; pues utilice el sistema democrático para promover o apoyar una reforma constitucional en la línea de sus intereses. Porque, no se equivoque, ni me venga con interpretaciones convenidas del dictamen reciente del Tribunal Constitucional en relación a este tema; ésta es la esencia del juicio del Alto Tribunal; todo es posible dentro de los cauces constitucionales ¿Cómo dice? ¿Que ve que no hay manera con la Constitución actual? Pues sea un demócrata intachable y acéptelo; no fuerce situaciones, ni se empeñe en moverse en escenarios quiméricos. Hace poco utilizaron los cauces democráticos para llevar al Congreso de los Diputados una solicitud de consulta de independencia catalana que se rechazó por abrumadora mayoría, en torno a un 90% de la Cámara. Bien, si es un demócrata, acéptelo; no siga en sus trece… ¿Adónde quiere llegar?¿Acaso quiere echar un pulso con el Gobierno para forzarlo a que le impida realizar una consulta ilegal y poder decir algo así como: “¡Mirad cómo nos reprime el Estado!”.
La cosa es bien simple, President Mas, por más que usted y los “separatólogos” quieran complicarlo; esto también va por usted, Lehendakari Urkullu. Por cierto, en el problema de los separatismos en España, Europa no pinta nada, Lehendakari; esto es algo que le compete plenamente a España, y a nadie más; y gracias a Dios que toda esta movida separatista reciente se está produciendo en un contexto en que la banda terrorista ETA está disuelta, tras reconocer la vía política como la única posible para gestionar las inquietudes independentistas, que, si no, habría sido para echarse a temblar.
Al final la cosa es tan simple como ser o no un demócrata pleno, no a conveniencia. Ser un demócrata o no serlo, en definitiva. Usted, President Mas, no lo está siendo. Seguramente le importen poco mis palabras, y como las mías las de muchos; las considerará parte de los costes por defender su posición. No obstante, está moviéndose ya en un terreno resbaladizo, no diría de pérdida de juicio político aún, aunque no crea que está muy lejos, que puede que no le deje muy bien parado en retrospectiva histórica.
Concluyo con un deseo, un anhelo, que seguramente caerá en saco roto, President: que emplee toda esa pasión y recursos públicos que está utilizando en relación al tema independentista para resolver los problemas reales de Cataluña, entre los que no está la independencia, se lo puedo asegurar, por más que se empeñe; con la independencia no come el parado; y esto no es demagogia, es realidad. Fins aviat.