A.R.E. Entre los hijos ilustres de España, se encuentra un hombre que ha pasado a la historia, entre otros motivos, por ser el primero en localizar y utilizar la corriente del Golfo y cuyo descubrimiento en el siglo XVI ha facilitado durante siglos a los barcos que viajaban a las Américas retornar a Europa. Se trata del navegante Antón de Alaminos, del que poco se sabía hasta 1992 y cuya figura fue entonces rescatada del olvido por el catedrático Jesús Varela.
El profesor recuerda que encontró en el Archivo de Simancas un papel que se traspapeló en el que la mujer del piloto, Leonor Rodríguez, solicitaba a Carlos I ayuda para pagar las dotes de sus hijas tras la desaparición/muerte de su marido. El documento, fechado en 1526, recogía también una especie de currículum vitae del navegante que dio pie a posteriores investigaciones sobre su figura.
Así sabemos que Antón de Alaminos nació en Palos de la Frontera en torno al año 1490. “Probablemente fue el primer español de clase baja en el siglo XVI que llegó a tener un puesto importante como capitán general”, asegura Varela. Su carrera como piloto no fue algo premeditado, más bien parece que el destino quiso que surcara los mares cuando contaba con menos de 12 años. Con esa edad se embarcó en el cuarto viaje que hizo Colón al nuevo continente junto a otros niños, entre ellos Hernando Colón. “Alaminos no estaba en la lista de pasajeros que salieron desde Sanlúcar, así que debió reengancharse en alguna parada que hizo el barco por Palos o cerca de allí. Algunos chavales que hacían de ayudantes enfermaron y por eso meterían a otros nuevos en el camino”, explica Jesús Varela.
A las órdenes de Colón, el joven palermo aprendió el oficio de marinero y maestre e inició así la carrera militar. Muchos de los niños que lo acompañaban en este viaje murieron, pero el onubense era fuerte y despierto y supo sacar partido de aquella preciada oportunidad que la vida le había puesto por delante. Cuando retornó a España, concretamente a Cádiz, corría el año 1504 y ya era un adolescente con muchas vivencias a sus espaldas y un vasto conocimiento de la geografía americana descubierta hasta entonces.
Unos años más tarde, en 1513, le esperaba al onubense una nueva aventura: ser testigo del descubrimiento de Florida. Alaminos fue piloto del navío San Cristóbal, que estaba a cargo del capitán Juan Pérez Ortubia, y que formaba parte de la expedición organizada por Juan Ponce de León a las islas Bimini. El 2 de abril, y ayudándose de un bote, los españoles tocaban tierra: era la península que bautizaron como Florida, un momento histórico en el que el joven palermo estuvo presente. Aunque su verdadera aportación a la náutica tendría lugar justo después, cuando Ponce de León decide dejar a su buque insignia, el San Andrés, manteniendo la búsqueda de Bimini, mientras él regresaba con el resto de la tripulación a San Juan de Puerto Rico.
Entonces, según publica Ricardo Cerezo en el ejemplar La cartografía náutica española en los siglos XIV, XV y XVI, “en este viaje el piloto Antón de Alaminos confirmó la teoría de Andrés de Morales sobre la corriente del Golfo y descubrió la salida al océano por el paso de las Bahamas, de singular importancia para la navegación de regreso a España, que él sería el primero en utilizar cuando Cortés envió a Carlos I el tesoro de Moctezuma”.
Así pues, en este viaje no sólo logra bordear Florida y localizar Bimini, sino que identifica lo que se vino a llamar la ‘Ruta de vuelta’, utilizándola en su propio beneficio e incluyéndola en el sistema de corrientes de importancia mundial para la navegación.
Tras volver de este periplo a Puerto Rico, el onubense fue contratado para realizar saqueos en islas cercanas, hasta que en 1517 el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, organiza una expedición bajo el mando de Francisco Hernández de Córdoba y con la participación de los capitanes Cristóbal de Morante y Lope Ochoa de Caicedo y contratan a Alaminos como piloto. El objetivo era encontrar nuevas islas al oeste de Cuba, unas aguas que el palermo conocía bien de sus anteriores viajes.
Navegaron por lo que ahora denominamos canal del Yucatán, alcanzando la península del mismo nombre, que ellos pensaban en un primer momento que era una isla, a la que bautizaron como ‘Isla Rica’ y que, según recoge la Real Academia de la Historia: “Alaminos llega a cartearla en su mapa como tal isla; error éste que se transmite a la cartografía española y perdurará hasta 1529 y se puede comprobar en cartas tan famosas como la de Dieto Ribeiro de 1525 o el planisferio de Castiglione”.
El clima y los problemas con los nativos, pero sobre todo la falta de agua, hizo que los propios españoles amenazaran al piloto y que la expedición regresara por donde había venido, haciendo parada en Florida para dar de beber a la tripulación, pasando así el palermo de ser el “malo de la película” a un héroe que había salvado a sus hombres –el capitán Francisco Hernández de Córdoba murió en el viaje- de una muerte segura.
El onubense volvería al Yucatán en una incursión posterior, esta vez como piloto mayor y bajo las órdenes del capitán general Juan de Grijalva. Una de sus grandes aportaciones en este tiempo fue la elaboración de un informe y la cartografía correspondiente de los lugares que habían explorado, material que hizo llegar al rey Carlos I a través del gobernador de Cuba como muestra de su profesionalidad.
Por otro lado, en 1519 el onubense acompañó a Hernán Cortés, también como piloto mayor, descubriendo hasta el norte de Cabo Rojo con su barco, mientras el afamado conquistador culminaba en tierra la adhesión de México. A su regreso, Cortés le tenía preparada una misión especial: llevar a España a dos procuradores, Francisco Montejo y Alonso Hernández Portocarrero, además de valiosas piezas procedentes de los nuevos territorios.
Y es que Cortés quería para sí el nombramiento de adelantado del Yucatán, que sus contactos en la Corte aseguraban iba a ser para el gobernador de Cuba, Diego Velázquez. Por ello, tras fundar Villa Rica de la Veracruz (Puerto de Veracruz) y establecer allí el primer ayuntamiento en América continental e independiente del dominio de Velázquez, Cortés confió a Alaminos la misión de llevar hasta España a sus dos mensajeros con una carta conocida como ‘Primera Carta de Relación’ o Carta del Cabildo y el mejor botín obtenido hasta entonces a fin de que el monarca Carlos I le nombrara gobernador de aquellas tierras.
A pesar de que Diego Velázquez trató de impedir que el navío que pilotaba el onubense llegara a su destino, éste alcanzó Sanlúcar de Barrameda en octubre de 1519. Nada más llegar a España, la Casa de la Contratación, que controlaba todo el material que procedía de las Indias y que era partidaria del gobernador de Cuba, requisó todos los objetos que llevaban en el barco y los enviaron a Valladolid. Por suerte, Antón y sus compañeros de viaje fueron recibido en Tordesillas por Juana I de Castilla –Juana ‘La loca’- y su hijo Carlos I, a quienes explicaron su difícil situación.
Por otro lado, cabe destacar que muchos consideran de que las riquezas que el onubense portó hasta España se correspondían con el tesoro de Moctezuma, el cual se mostró en la plaza de Santa Cruz de Valladolid una vez recepcionado por la corte real española.
A raíz de este gran servicio, Alaminos entabló cierta ‘amistad’ con el emperador Carlos V, según afirma el catedrático Jesús Varela, así como buenas relaciones con personas cercanas a él. En este sentido, en 1520 el piloto solicitó la gracia del soberano, quien le concedió una cédula real de 1.000 pesos de renta pagaderas en la Nueva España.
A partir de este punto se desconoce qué fue del onubense, del que ni siquiera se conoce el lugar y fecha de su muerte, aunque todo indica que pereció en el continente americano. La carta de su esposa, antes citada, es una muestra de esa buena relación que mantenía con la corona española, habida cuenta de los servicios prestados durante su vida de navegante.
En suma, Antón de Alaminos fue un hombre que vivió grandes aventuras, participando como piloto en las tres expediciones que descubrieron la península de Yucatán, además de la corriente del Golfo de la que miles de hombres de mar se han beneficiado desde el siglo XVI para regresar de América a Europa.