José Manuel Brunet Sahún. “Y ganarás el pan con el sudor de la frente”. Así, con esta maldición, traducida como castigo, nos iniciamos la humanidad en tareas laborales. ¡Casi nada! No entramos en la importancia y necesidad del trabajo. Bien lo sabemos hoy en día. Ni en la valoración de su excelencia: El trabajo dignifica…Ni en su fácil chiste de rechazo: “Trabajar es perder el tiempo. El que trabaja es porque no sirve para otra cosa”. (Frases éstas de un filósofo amigo que, sin conocerse ni coincidir en el tiempo, habla como Séneca).
Quisiera plantear esta reflexión en su amplio sentido: El hecho del trabajo en sí mismo, y el lugar y ambiente (clima) que lo envuelve. Los protagonistas de ese clima laboral: Quienes lo sufren y lo generan. Concluir con el absurdo: Es inútil, contraproducente, infructuosa, mortificadora, la actividad laboral en un clima enrarecido e insoportable. (Puede añadir cada lector los epítetos que le afecten de forma muy personal: De nada le van a servir). Y siempre ha sido tan difícil “reconducir el sudor de la frente?”. Los tiempos y su devenir dan la razón a Heráclito. En cada época, siglo, periodo y/o situación histórica ha habido cambios, evolución, avances y retrocesos. El aspecto retributivo y el buen clima laboral, no siempre han evolucionado coordinadamente, ni en paralelo. Cuantos preferirían” cobrar” menos pero no tener que “pagar”ese sufrimiento en el lugar de trabajo motivado por jefes compañeros, circunstancias evitables y/o errores sin rectificar. Cada empresa o lugar laboral es un mundo único, particular y específico. En todo lugar se acepta y vive una realidad “cultural” que “ da por bueno” lo que allí se realiza y su forma de actuar. Existen mecanismos de análisis y reconducción: Equipos de Gobierno, Centrales Sindicales, competencia y formación entre los trabajadores…y un largo etc. Tan obvio que afecta a todo currante.
Pero, y ahora, qué pasa?¿ Cómo está “el ambiente” con tanta crisis laboral? ¿Sigue siendo malo el jefe? Preguntemos. Las respuestas de dos centros universitarios, de dimensiones dispares, pero de problemática común, apuntan y disparan.
No hay solamente una evidente crisis económica; existe, cada vez más patente, un cambio de mentalidad: Una crisis de principios y valores que se daban por incuestionables. Falta de responsabilidad de muchos dirigentes y baja conciencia de la misma hasta en el último empleado. Cambio, a su vez, de la cultura sindical, en ocasiones sin metas, ni rumbo; escasez de objetivos y carencias en negociación y resultados. Se desmotiva al trabajador “perjudicado” y se consigue fertilizar el malestar entre los productores, obreros, empleados…o como se dice y abusa en campañas, al mejor activo de la Empresa que son sus Recursos Humanos. “Insistimos: No existen referentes; ni se da ejemplo, ni se pide, ni interesa. Cuando no existen referentes ni ejemplos, la falta de excelencia está asegurada en el caos.” Cuando el ambiente se hace hostil, aún por diversas razones, de forma individual se suele focalizar “la culpa” en el jefe. Sí, ese que antes y siempre, producía estrés solo con su presencia. Requisito para ser “jefe” es ser generador de estrés en el subordinado. Por eso era obsequiado por éste con calificativos, epítetos y piropos…que no vienen a cuento por ser infinitos.
“La conciencia del “yo”, defensiva, egoísta, reivindicativa; solo al servicio de intereses creados y propios”. “Falta de liderazgo; de algo tan elemental para un responsable¬-jefe como es “el saber mandar”. “No dividir al personal…”
Así se expresa el sentimiento general de trabajadores de estos centros concretos. La decepción, enfado y abatimiento dan de sí para llenar una publicación extensa y contundente. Pero qué hacer ante tal panorama? ¿Cuánta culpa “hay” en la Institución y sus mandos responsables y qué porción corresponde directamente a los empleados? ¿Quién sale vencedor? ¿Qué resultados de producción benefician a la Empresa o qué sentimientos de frustración se generan en su activo de personal? No son respuestas fáciles. Lo que sí existe en evidencia indemostrable, es el absurdo de mantener situaciones con crispación que, no solo conducen a nada bueno, si no que generan más malestar mutuo, recíproco y sin sentido. ¿A quién echar la culpa de este clima enrarecido?!Fuenteovejuna! Analicemos y repartamos responsabilidades. Reflexión, conclusiones, enmiendas y rectificaciones… Lo plasmamos en el próximo artículo analizando las distintas formas de vivir el trabajo. Existía tiempo atrás una virtud que aún se llama humildad. ¿Y si la recuperáramos? Pongámosla de moda otra vez: A ver qué pasa…
4 comentarios en «El clima laboral: ¿Por qué lo gratuito puede resultar tan caro, costoso y escaso?»
¡Si! Sr. Brunet.
Tiene usted razón al describir el ambiente enrarecido, la falta de valores, de humildad, e incluso de respeto que existe hoy entre los escasos empleados remunerados que quedan en este país.
Aún me falta experiencia pero ya tengo
señaladas en mis carnes las huellas de diferentes modelos de zapatones. Se está produciendo una mutación por la que muchos de los integrantes de la pirámide laboral han desarrollado unos pies enormes. Esto se ha demostrado que está directamente relacionaldo con el grado de incompetencia, torpeza, inutilidad, gilipollez, etc,del individu@ que los calza.
Mi reflexión es: ¿Porqué a estos seres deformes se les asignan tareas para las que no están preparados y a los equilibrados y sobradamente competentes se les dan patadas con botas de montar o pisotones con tacones de aguja?
¿También le vamos a echar la culpa al zapatero de esto?
Quizás sea mejor que todos llevasemos el mismo tipo de calzado, y por si acaso botas de seguridad bien reforzadas para que a muchos de nosotros los pisotones nos duelan menos.
Tan sólo constatar que algo tan de «perogrullo» como el buen clima laboral precisamente es lo que más brilla por su ausencia en múltiples empresas públicas y privadas.
Quien esto escribe empezó a trabajar «cotizando» en 1984 y durante 6 años tuvo como «jefe» al autor de este escrito, el Señor Brunet. Ese período de tiempo fue el mejor de mi vida laboral, y considero una bendición de Dios haberle disfrutado como jefe durante unos pocos años. Quien leyere estas humildes líneas ya se imaginará que 31 años de vida laboral dan para experiencias de todos los colores y en diversas empresas. O sea que he tenido tan sólo un «JEFE» como el señor Brunet, jefecill@s más o menos soportables, e impresentables ególatras y personajillos autoritarios que parecían salidos de las páginas de «Martínez el facha» (publicadas por la revista «El jueves»). Y pensar que el buen rollo en el mundo laboral es como el aceite de los motores, o sea que facilita que todo funcione sin chirriar (sin coste económico para la empresa) y que casi nadie se haya percatado del tema. Que pena. Cuantos malos ratos pasados por ignorar las más elementales normas de cortesía y por no tener un mínimo de empatía… Un mínimo, no hace falta ser un buen psicólogo como el señor Brunet. En fin, como me dijo una vez un viejo sindicalista: «Las ofensas laborales, ni se perdonan ni se olvidan»… Si alguien leyere esas líneas y es «jefe» o «jefa» de algo, por favor reflexione sobre el escrito del señor Brunet. Mucha gente se lo agradecerá.
Lo has clavado Jose M. Cuanta verdad y que triste que esto sea así
Me ha gustado como planteas esta cuestión (el trabajo e sí mismo y el clima que lo envuelve). parece que hemos llegado a un punto de excesivo pesimismo, que yo creo por suerte no siempe se corresponde con la realidad. Todavía queda gente que disfruta con el resultado de su trabajo, que se encuentra razonablemente bien con el ambiente / clima de su trabajo y con las relaciones humanas que le rodean en el mismo.
En mi opinión, para contribuir a conseguir ese buen clima, el Jefe (o el lider) tiene mucho que aportar, y mucho que hacer: ha de inspirar seguridad y entusiasmo, aconsejar y ser guía, preocuparse de verdad de sus colaboradores, compartir los éxitos (sin ellos no conseguiría nada). El jefe ha de trabajar en equipo, repartiendo el trabajo «sabiamente…» procurando evitar aquella frase de que «es urgente…».