Marta Plano / ZBN. La jota es uno pilares de la cultura y el folclore aragonés, aunque no existen documentos fiables que indiquen el origen de esta danza. Son muchos los zaragozanos que la bailan y la cantan, pero curiosamente muy pocos conocen esta historia protagonizada por la jota y las arañas. Puede sonar disparatado, pero efectivamente diversos investigadores, libros e incluso comisiones internacionales avalan que la jota tuvo durante los siglos XVIII y XX una funcionalidad terapéutica ante la mordedura de una tarántula. Sin embargo, para conocer esa historia tan desconocida como aragonesa, debemos trasladarnos a Italia de la mano de una de sus paisanas, Manuela Adamo.
Manuela es una bailarina que, tras 18 años en España trabajando junto al zaragozano Miguel Ángel Berna, se interesó por el origen de las jotas. Desde pequeña había sido testigo de los festivales e historias antiguas que giraban en torno a las tarántulas, una especie común en el sur de Italia, y el baile de la tarantela, muy popular en su país. Lo que nunca imaginó es que tras años observando cierta similitud entre las danzas italianas y las españolas, un libro le confirmaría una relación entre las jotas y la tarantela.
Este baile italiano adquirió especial importancia hacia 1700, cuando empezó a emplearse como terapia para los tarantados (personas mordidas por una tarántula). Guitarristas y bailarines acudían entonces a la casa del tarantado para hacerle bailar y sudar durante horas o incluso días, y facilitar así su recuperación.
Curiosamente, y casi en paralelo, en regiones como Castilla-La Mancha, Extremadura, Baleares o Andalucía se reproducía este baile con el mismo fin terapéutico. “El ritual era prácticamente igual tanto en Italia como en España. Esto lo sabemos gracias a los escritos que dejaron médicos del siglo XVIII en los que recopilaron todos los casos que trataban con este baile para verificar su efectividad. La pregunta es ¿por qué en España se tocaba la tarantela?”, comenta Manuela Adamo.
Durante años en España se empleó este ritual, hasta que poco a poco y especialmente con la mejora de los hospitales fue quedando en el olvido. Sin embargo, en 1948 Marius Schneider publicó su libro La danza de espadas y la tarantela, cuyo comienzo dice así: “Hasta muy entrado el siglo XX, en Sicilia y Aragón existe la costumbre de danzar la tarantela con el fin de curarse de la mordedura de una araña”. Cuando este escrito musicológico sobre los ritos medicinales llegó a las manos de Manuela, pudo confirmar que la tarantela y la jota continuaban ligadas en Aragón.
Manuela señala que “especialmente fue en los pueblos del Pirineo donde, debido a las dificultades para llegar a los hospitales, estos rituales musicales terapéuticos continuaron desarrollándose. El último Baile de la Tarántula, en la que se cantaba y bailaba para un tarantado, se celebró, según me he podido informar, en 1968 en Fraga”.
El ritual de la tarántula en Aragón se desarrollaba de un modo diferente al resto de regiones españolas, ya que en realidad lo que se bailaba y cantaba era una jota rápida, según comenta Manuela Adamo. “Gracias a que tuve la suerte de poder hablar con las personas que participaron en estos últimos Bailes de la Tarántula pude conocer de primera mano lo dramático que era tener un tarantado en casa, ya que la familia debía hacerse cargo de la manutención de quienes iban a tocar y a bailar. En Aragón el ritual era diferente ya que el enfermo se trasladaba a una cama en el patio de la casa, mientras todo el pueblo bailaba y cantaba estas jotas hasta que la tarántula que había mordido al vecino moría encerrada en un bote de cristal. Si por el contrario no se había conseguido capturar a la araña, las creencias decían que este animal bailaba al ritmo de la música en el campo hasta que caía muerta de cansancio, con lo que podían llegar a pasar tres días de baile. Se creía que cuanto más débil estuviera la tarántula, más se fortalecía el tarantado”.
Conocer estos rituales del pasado contribuye a entender un elemento tan aragonés como es la jota, ya que como la mayoría de las danzas populares, su desarrollo está ligado a las cuestiones que afectaron al pueblo tanto social como culturalmente.“Previamente la jota ya se bailaba y cantaba como entretenimiento, pero existió además esta etapa en la que tenía una función terapéutica”, apunta Adamo.
Además, la italiana añade: “Yo estoy totalmente convencida de que la jota es una tarantela, no porque venga de la tarantela, sino porque ambas son hijas de una misma madre, que es Grecia, aunque se han criado con padres diferentes, que son los dos países. El movimiento del cuerpo o los pasos del tacón y la punta son movimientos antiguos que tienen que ver con pisotear la araña, y también son movimientos de salto que nos hacen conectar nuestro corazón con el ritmo de la tierra. Tenemos implícito dentro de nosotros una necesidad de buscar un movimiento de repetición porque este movimiento es el que poco a poco te lleva a otro estado de conciencia. Cuando un bebé está alterado, se le coge en brazos haciendo un movimiento continuo, y el bebé se calma porque es como entrar en conexión con el movimiento del universo. Todos estos fenómenos y danzas son en realidad para buscar otro nivel de conciencia cuya explicación también la encontramos en la historia”.
Manuela Adamo, en su afán por recuperar la historia olvidada, se puso en contacto con el Comité Científico Internacional sobre el Tarantismo para proponer la publicación del libro de Francisco Javier Cid traducido al italiano; una propuesta que tuvo una respuesta positiva. Ahora el deseo de Adamo sería devolver a Aragón la memoria de su danza tradicional con la publicación de una edición traducida del libro de Marius Schneider en el que se recogen casos de nuestra región y que actualmente está descatalogado.
De este modo y gracias a la información recopilada por Manuela Adamo y muchos otros investigadores, conocemos un poco más de la historia y cultura al descubrir escenas olvidadas.