Ana Rodríguez. Un niño con mucha imaginación, un padre marino mercante que contaba grandes historias de sus viajes y un momento histórico, el Bilbao de los años 60. De esta mezcla nace un relato muy íntimo, el que narra Fernando Marías en La isla del padre, la novela con la que el escritor vasco acaba de alzarse con el Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral, dotado con 30.000 euros.
Esta reconstrucción de la figura paterna a través de la imaginación y los recuerdos de un niño de 50 años ha conquistado al jurado del galardón, compuesto por J. M. Caballero Bonald, Rosa Regàs, Pere Gimferrer, Manuel Longares y Elena Ramírez, que ha considerado esta novela como la mejor de las 795 presentadas a esta convocatoria.
La isla del padre es la versión más personal de la relación de Fernando Marías con su progenitor, Leonardo. Tras la muerte de éste a causa de un cáncer en 2013, el autor sintió la necesidad de plasmar en el papel aquellos encuentros y desencuentros vividos durante su infancia y juventud a modo de homenaje, buceando en los recuerdos, pero también dejándose llevar mucho por la fantasía que la profesión de su padre le había inspirado siempre.
El bilbaíno, licenciado en Ciencias de la Información y guionista de cine, cambia de registro en esta última obra, que dista mucho de la literatura policíaca y de terror a la que tiene acostumbrados a sus lectores. En esta línea, entre sus libros más conocidos se encuentran El niño de los coroneles, una revisión actual del mito de Frankenstein, por el que recibió el Premio Nadal en 2001; Invasor, La luz prodigiosa y El segundo nombre, estas tres últimas llevadas a la gran pantalla.
Amable y cercano, Marías explicar para España Buenas Noticias los pormenores de La isla del padre.
– En primer lugar, muchas gracias por atendernos Fernando y enhorabuena por el premio. Me imagino que debe estar muy contento.
– Estoy contentísimo. Mi mayor alegría es por libro del que se trata. Lo escribí a partir de la muerte de mi padre en 2013, pensando en contar lo que está en mi cabeza, en mi corazón, en mi memoria. Al hablar de algo tan íntimo, podía resultar de difícil lectura para otras personas… ¡pero he tenido la suerte de este premio! Lo cierto es que ha sido un libro mimado y deseado.
– ¿Cuándo estará en las librerías?
– En unos días, a partir del 3 de marzo.
– Hábleme de la obra.
– El libro empieza con la muerte de mi padre, pero luego elabora su propio camino. Surge de mis recuerdos. Si hay una línea argumental está posibilitada por el trabajo de mi padre, que era marinero mercante y viajaba por todo el mundo. Mis dos hermanos y yo asociábamos su labor más con el cine de aventuras que con la realidad, porque los padres de otros niños eran médicos, profesores, carpinteros, etc. y siempre estaban, pero el mío iba y venía a Nueva York, Beirut, Bagdad… y siempre con un maletín en la mano. Pensábamos que era un agente secreto, porque al volver a casa contaba siempre historias en estas ciudades, y era fácil dejarse llevar por la imaginación para narrar esa relación. Yo siempre fui un niño con mucha imaginación y fantasía.
– ¿Le ha resultado difícil escribir esta historia tan personal?
– La verdad es que el libro ha salido solo. Con todos los demás ha sido distinto porque mis novelas las medito mucho, luego las estructuro, las elaborado… pero con ésta no ha sido así. Además, cuento la historia de mi familia, que yo pienso y casi afirmo que es de interés universal, porque los lectores, tanto los que me conocen y han leído mis otros libros como los que no, reaccionan con mucha pasión.
– ¿Puede calificarse, pues, de novela autobiográfica?
– Es una fusión de mis recuerdos, que en mi memoria se convierten en una novela, pero también hay mucha fantasía alentada por la figura de mi padre, así que comienza siendo un libro autobiográfico y acaba convirtiéndose en una novela de aventuras.
– ¿Ha pensado qué le diría su padre si pudiera leer el libro?
– Sí, claro que sí, pero no tengo respuesta. Lo mejor es que he podido reflexionar sobre nosotros y construir en mi imaginación un encuentro ficticio entre él y yo; y lo peor, que nunca se efectuó en la realidad. Tras la Guerra, mi padre vivió en Madrid, pero yo nunca le pregunté qué hizo allí. Yo vivo ahora en Madrid y, a lo mejor, la calle que recorro hoy es la misma que recorría él entonces pensando en sus ideas. Creo que es una pena no haber aprovechado la oportunidad de hablar con él cuando la tuve.
– Tengo entendido que escribió la novela en la misma casa donde pasó su infancia
– Sí, en la casa donde nacimos mi madre y yo, pertenecía a mi abuela desde 1913, pero al morir mi padre, mi madre se fue a vivir con mi hermana y decidimos venderla. Antes de hacerlo me fui allí, donde estaba mi infancia, mis recuerdos… En esa casa estaba la novela esperando a que yo la escribiera. Fue determinante la intensidad, la emoción que sentí en aquel lugar, en aquella mesa donde estudiaba de niño.
– ¿Cómo fue su infancia en Bilbao?
– Soy el mayor de tres hermanos y vivíamos en una casa enorme en el centro de Bilbao con mi madre y mi abuela. El mundo era muy interesante, yo era un emperador con el universo a mi servicio, pues bastaba que dijera que quería un chocolate para que mi abuela fuera corriendo a buscarlo. Un día hubo una irrupción. Yo tenía dos años y una figura muy alta apareció en el umbral de mi casa. Yo enseguida intuí que sería un problema para mi hegemonía. Era mi padre, que volvía tras años de viaje. Es el primer recuerdo suyo que tengo y creo que mi recelo hacia él nació ahí, porque era el hombre que venía a quitarme el trono; pero él también recelaba de mí, porque pensaba que no me gustaba que él estuviera en casa. El hilo argumental del libro es cómo durante años nos tuvimos ese miedo mutuo.
– ¿Pero con dos años cómo puede recordar aquello con claridad?
– Fue el primer trauma de mi vida (risas). De todas formas, para establecer la cronología del libro me ha ayudado mi madre, y también tengo el historial de mi padre, que me ha servido para ubicar las cosas.
– Me imagino que su relación con él cambiaría con el tiempo…
– Sí, luego la relación se hizo estupenda y llegó a ser magnífica, pero primero pasamos por una serie de aventuras, de enfrentamientos, de altibajos que no llegaron a ser tristes, pero que estaban ahí. El recelo desapareció cuando yo tenía unos 12 ó 13 años.
– ¿Les traía su padre regalos de sus viajes?
– Mi padre era un personaje peculiar, tenía una forma de ser especial, austera. No solía traernos regalos porque decía que le molestaban los bultos para viajar, pero alguno sí nos hizo. Recuerdo uno muy divertido, un paquete de caramelos que trajo de Alemania, el más grande del aeropuerto. Cuando me lo dio, a mí me pareció que era de mi altura, como una torre de caramelos. En realidad era de tres kilos, no era tanto, pero para mí resultó gigantesco.
– ¿Sobre qué versaban las historias y cuentos que les contaba?
– Algunas eran de marinos, otras sobre la Guerra Civil, que él estuvo, también hablaba de películas que había visto y que no habían llegado a España, de libros que había leído… Nosotros envidiábamos ese mundo, su casa era el mundo entero y en eso había algo de misterio.
– ¿Puede que su interés por escribir, por contar historias, se lo daba a su padre?
– No sólo yo. Mi hermano es director de cine y que de tres hijos dos se dediquen a esto… Pero no sólo mi padre, mi madre también contaba historias, las resumía. Te podía contar Doctor Zhivago en media hora y, mi padre, en más tiempo del que duraba la película (risas). Eso me enseñó que las historias se podían contar de muchas maneras y eso nos influyó.
– Tres de sus películas se han llevado a la gran pantalla. ¿Tiene La isla del padre material atrayente para la industria del celuloide?
– Es muy difícil porque es una historia muy peculiar, muy íntima, llena de historias que pueden convertirse en películas en sí mismas, pero muy difíciles de contar porque la esencia es el retrato de un hombre muy especial.
– ¿Tiene en mente algún nuevo proyecto?
– No, ahora quiero dedicarme a disfrutar de esto y a promocionar el libro y a vivir las sensaciones que me está regalando. Quiero vivir este momento como una continuación de lo que escribí.
– En su opinión, ¿por qué momento pasa la literatura actualmente?
– Nuestro mundo está inmerso en un terremoto de cambios, en el que no da tiempo a reaccionar para reconstruir. Este terremoto es doblemente intenso en el mundo editorial porque, por un lado, el mundo que conocimos ha terminado y ya no volverá. La relación de lectores con escritores y editores es diferente. Por otro lado, el mundo digital no ha creado una industria real y casi todo lo que ha traído es negativo. Sin embargo, sigue siendo igual de importante que una persona cuente una historia de la que se ha enamorado para que otra persona la conozca y se enamore también de ella. El puente entre el lector y el escritor existe desde el principio de los tiempos y desde este punto hay que rearmar una industria nueva, basada en la existencia de los ‘escritores de verdad’, ésos que sienten la necesidad de escribir. Ellos salvarán el futuro de la literatura y su industria.
– Para terminar, ¿podría decirme cuál sería para usted una buena noticia?
– Siguiendo con mi libro, que los lectores conocieran al personaje de mi padre y tuvieran una visión de él, un personaje anónimo, adecuada. Que cuajara en la realidad este homenaje a la figura de mi padre.
– Muchas gracias Fernando.