La necesidad del discurso

François Hollande.
François Hollande.
François Hollande.

Inés Mora Sánchez. Ante el desconcierto de una población que súbitamente se siente vulnerable, emerge el discurso. ¿Por qué se necesitan los discursos?

En la turbación que producen hechos como los ocurridos en París recientemente, se necesita algo que deshaga el sentimiento de imprevisibilidad de la vida, algo que anule la incoherencia de los acontecimientos y algo que, además, actúe como elemento de autoafirmación. Se espera pues la palabra.

En las últimas semanas, al presidente francés François Hollande le ha correspondido asumir ese papel y quisiera retomar el primer discurso emitido, apenas unas horas después de la perpetración de los atentados en la redacción de Charlie Hebdo el pasado 7 de enero, para buscar en él elementos significativos propios de este tipo de discursos.

Comenzaré señalando que definir la realidad y los acontecimientos de manera que la mirada interpretativa del auditorio parta de un mismo ‘marco’ determinado, es objetivo fundamental de un discurso, y me atrevería a decir que de la política en general. También Hollande mantiene ese propósito e identifica y resume la situación actual con una versión del histórico conflicto civilización versus barbarie, que pasa a ser libertad versus barbarie. ¿Cómo se presenta y organiza la información para confluir en este colofón?

En primer término, inapelablemente, la mención a las víctimas. La sobriedad del acto y del tono de la voz, con cadencia pausada, responden a la escenificación del pesar y el respeto. Es de rigor situarse junto a ellas y se hace mediante el reconocimiento de su valía y valor y otorgándoles a sus muertes un sentido último, la defensa de libertad, que los eleva a la categoría de héroes. Por el contrario, la cobardía será el apelativo que describa lo identificado con la barbarie.

En segundo lugar, se interpreta el objetivo último de la agresión, se define el conflicto para el auditorio: “Hoy ha sido toda la República la que ha sido agredida. La República, es la libertad de expresión. La República, es la cultura, es la creación, es el pluralismo, es la democracia. Eso era lo que perseguían los asesinos”. Y entrelazado con este segundo elemento aparece un tercero, la exaltación de lo propio. La metáfora acude para el elogio de la nación, y la gestualidad se intensifica en este fragmento, para enfatizarlo. La República Francesa se presenta como icono de altos valores, dignos de estima y orgullo de la población a la que se dirige el discurso, para que sirva de autoafirmación colectiva. Además estos valores habrán de servir como justificación de la labor internacional y militar que Francia lleva a cabo.

En cuarto lugar, aparece la mención a los apoyos externos, para seguir reforzando la autoafirmación al tiempo que se subraya un mayor grado de exigencia en cuanto a la respuesta a dar, pues no sólo atiende a ella la propia nación sino también la comunidad internacional.

Así se introduce el quinto elemento, la demostración del gobierno en ejercicio. El requisito será mostrarse ágil y contundente y la composición del relato se hará en torno a tres ejes: justicia, seguridad y unidad. En cuanto a la justicia, las acciones gubernamentales previstas se presentan en un orden propio para conseguir devolver al auditorio la sensación de previsibilidad: “buscando a los autores hasta que sean detenidos, y después juzgados y castigados muy severamente”. Respecto de la seguridad, entendida como protección, se exponen medidas novedosas desplegadas de forma inmediata que parecen poder cubrir cada rincón y adelantarse a cada amenaza. Y por último se apela a la unidad, subrayando la capacidad de superar las dificultades como ya demostraran en adversidades pasadas.

Al margen ya del texto, la unidad es sin duda el elemento clave de este discurso y de todo este proceso en que se ven inmersos Francia y la comunidad internacional. Consciente de las diferentes lecturas posibles, de las divergentes opiniones y de las múltiples medidas que pudieran apoyarse, el presidente Hollande llama a la unidad, la unidad contra la barbarie, afirma. Y llegados a este punto cabría resaltar que en este primer discurso no hay mención, ni siquiera alusión alguna, a cuestiones de nacionalidad, ideología, credo, etc. Hollande evita cualquier asociación directa o ser explícito al respecto. Otra cuestión a resaltar de este discurso es que, a diferencia del pronunciado por George W. Bush tras los atentados del 11S, el presidente francés no recurre en ningún momento al término ‘guerra’, ni se describe la situación como una cuestión bélica, por lo que, aunque los discursos en estas circunstancias siempre se construyan recurriendo a los mismos elementos, confío en que las respuestas logren diferir en mucho y que la historia nos sirva de aprendizaje.

 Discurso de François Hollande del 7 de enero de 2015
 Discurso de George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2011

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