Carlos Fernández / @karlos686. “¿Sacarás tú al Leviatán con el anzuelo, o con cuerda que le eches en su lengua?” -Job 41:1. La nueva película del ruso, heredero de Tarkovsky e incluso Sokurov, Andrei Zvyagintsev, es un digno acercamiento a las profundidades de algunos de los monstruosos sentimientos humanos que rodean una Rusia corrompida por el poder. Algunos pescan y otros son pescados, unos recogen el sedal mientras que otros se encuentran en él y Kolia, magníficamente interpretado por Vladimir Vdovichenkov, se encuentra en un punto difícil en su vida personal y en su vida como ciudadano ruso, está en el anzuelo.
Por un lado, Leviatán es una comedia negra con tintes sociales sobre el sufrimiento hoy día y, por otro, una metáfora de una Rusia corrupta por el sistema de Vladimir Putin.
El poderoso prólogo y epílogo de la película, que comparten rima y una siniestra y melancólica música, muestran unos paisajes desolados y solitarios en los que se esconde una bestia tan antigua como el mundo. Esa bestia que nada en las profundidades es el poder, un poder que consume y desgasta, un poder que devora y se deja devorar, un poder que se aprovecha y que se crece día a día. ¿Quién es el protagonista de esta película? ¿Por qué la vida le da todo y se lo quita al día siguiente sin previo aviso? ¿Qué tiene que ver Rusia con este insignificante buen hombre? La película de Zvyagintsev, ganadora del mejor guión original en el último Festival de Cannes, habla con metáforas y con cine, dos lenguajes tan bien unidos que resulta una película fascinante en su apartado visual y enigmático en su apartado escrito.
Un matrimonio atascado, una culpabilidad, un oscuro impulso, un hijo, una madre postiza, un miedo… estos son algunos de los ingredientes que por separado forman una de las mejores películas del año con una carga dramática que no satura, sino que seduce con una fotografía y una dirección de cámara ambiciosos. En definitiva, la película perfecta para empezar el año.