P.C.G. Si hay algo que destaca en Cristina Aragón es su precocidad musical y su madurez. A los cuatro años esta talentosa joven ya sabía que la música clásica de orquesta era lo suyo; a los ocho comenzó sus estudios musicales en el Conservatorio de Huelva y a los diez tenía claro que iba a ser profesora de violín.
Actualmente, y con tan solo 27 años de edad forma parte de la Orquesta West-Eastern Divan, una orquesta muy especial por lo que representa en lo social -es un proyecto de paz y un foro de reflexión sobre el conflicto palestino-israelí– y por la calidad musical tanto de los músicos como del director. Ni más ni menos que el argentino-israelí Daniel Baremboin.
Hace cinco años que audicionó para formar parte de ella, aunque ya la habían llamado en 2008 y no había podido. Desde entonces ha tocado en conciertos de toda índole y por todo el mundo, en sitios tan espectaculares como el Carnegie Hall de Nueva York, el Royal Albert Hall de Londres, el Musikverein de Viena, el KKL de Lucerna, o el Teatro Colón de Buenos Aires.
Mucho antes de esto, con tan solo nueve años de edad formó parte de la Orquesta Juvenil Manuel de Falla de Bollullos y a partir de ahí «todo vino solo». Todo son diez años en la Orquesta Joven de Andalucía y uno en la Joven Orquesta Nacional de España. A los que hay que añadir dos años en la Orquesta Nacional de Paraguay en la que fue solista de violines segundos, la Orquesta Sinfónica de Huelva y la Orchestra des Jeunes de la Mediterranèe, entre otras.
Cristina terminó sus estudios en el Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo, de Sevilla. Recibe clases de los profesores Mª Carmen Calabuig, Anca Bitan-Eade, Biao Xue, Artchil Postkhoua, Elena Fernández y Axel Wilzock.
Además, durante su estancia en Paraguay impartía clases en las cátedras de violín y música de cámara en la Universidad Nacional de Asunción (Paraguay). También ha sido alumna y profesora de la Banda de la Orquesta Municipal de Música de Punta Umbría, de donde han salido otros grandes músicos onubenses como Ildefonso Moreno, ahora en la Orquesta Sinfónica de Madrid. Recientemente ha participado en la Sinfoniatta Colombina que ofreció un concierto de Navidad en sede iberoamericana de la Unia en La Rábida.
EBN ha charlado con Cristina para conocer más sobre su precoz carrera, los proyectos de futuro y su experiencia en la Orquesta West-Eastern Divan.
– ¿Cuándo te entró el gusanillo por la música clásica y en concreto por el violín?
– Empecé a estudiarla con ocho años que es la edad a la que se puede entrar en el conservatorio, pero creo que fue a los cuatro años cuando vi a mi prima tocando el piano cuando de verdad empezó a gustarme. Hasta que pude iniciar los estudios mis padres me compraron un piano de juguete con el que tocaba con dos dedos la canción del Cola Cao (risas). Lo del violín, fue un poco por casualidad. Yo quería entrar por piano, pero cuando aprobé los exámenes no quedaban plazas, solo de violín. Y entré por ahí, me gustó tanto que aunque al mes se quedó una plaza libre de piano, preferí quedarme con él.
– ¿Hay algún momento en concreto en el que te das cuenta de que puede ser una profesión?
– Sí, fue a los 13 años cuando entré en la Orquesta Joven de Andalucía. Ahí es cuando realmente supe que era algo serio, que no solo era una diversión. Evidentemente sigue siendo divertido, para mí es esencial disfrutar de lo que hago, pero fue cuando supe que si quería dedicarme a la música profesionalmente, tenía que tener muchas ganas y estudiar mucho. Hay gente que no sabe valorar los estudios musicales y son como otros cualquiera, yo me he pasado ocho horas al día estudiando asignaturas de música, orquesta de cámara, análisis, historia…
– ¿Cómo conociste el proyecto West-Eastern Divan y cómo surge la posibilidad de formar parte de él?
– Lo conocí a través de un profesor de la Academia de estudios orquestales en Sevilla en la que daba clase con uno de los mejores directores de orquesta del mundo, el me habló de esta orquesta, que no solo es una orquesta, sino que es un gran proyecto de paz. Audicioné desde 2002 hasta 2009, que fue el año en el que entré. Me llamaron antes, en 2008, pero no pude entrar.
– Una vez dentro, ¿qué es lo más llamativo de esta orquesta y su proyecto de paz?
– A mí lo que más me ha impresionado es ver cómo músicos palestinos e israelís no solo tocan juntos, compartiendo atril, sino que además son amigos y están continuamente en contacto. Musicalmente hablando es una orquesta de una calidad increíble y te permite tocar en salas en las que yo no me imaginaba que estaría como el Carnegie Hall en Nueva York. Es un verdadero privilegio. Además no dejas de aprender nunca porque quienes están a tu lado son músicos que forman parte de las mejores orquestas del mundo y luego estar bajo la batuta de Daniel Baremboin…es impresionante.
– ¿Qué tienen las orquestas que enganchan tanto a los amantes de la música clásica?
– Desde fuera ya impresiona, pero tocar en una orquesta es increíble y más aún formando parte de ella. Ver desde dentro cómo más de cien personas se ponen de acuerdo para tocar al unísono. A mí hay veces que se me ponen los pelos de punta. Desde fuera quizás puede verse como algo más frío porque no se percibe la complicidad que hay entre los músicos. Ves de cerca la cara de esfuerzo de los compañeros, y te emocionas cuando a alguno toca un pasaje difícil y sale bien. Desde fuera no se nota el cariño que hay entre nosotros e incluso la amistad. Es algo muy bonito.
– ¿Cómo es el día a día de un músico?
– Ensayando y estudiando. Hay que dedicarle mucho tiempo para estar preparado para las posibles audiciones. Estudias, te preparas, en mi caso desde casa y cuando hay una audición que realmente te interesa te presentas. Es un poco como ser un deportista, tienes que estar siempre preparado y tienes que ser cada vez mejor. De hecho, cuando entras en una orquesta para renovar tienes que estar audicionando cada año, demostrar que sabes más que el año anterior. Es bastante complicado.
– ¿Cuál es tu sueño musical?
– Ahora mismo me gustaría tener un trabajo estable. Pertenecer a una orquesta o dar clases, pero de forma continuada. Si me preguntas por una orquesta en concreto, las hay muy buenas, pero a mí la que más me llama la atención es la Filarmónica de Berlín, ese podría ser mi sueño musical. Sin embargo, ahora que ya he visitado muchos países tengo claro que lo que realmente quiero es pertenecer a una orquesta española y vivir aquí.
– Recientemente has tocado con la Sinfoniatta Colombina en La Rábida, ¿qué otros conciertos tienes en agenda?
– En principio los de la Divan con la que estaré en enero en Córdoba, Sevilla, Madrid y París. En marzo tenemos otro y luego en verano todo un mes de gira. Mientras doy clases particulares de violín y selecciono con cuidado las audiciones.
– Muchas gracias Cristina por atendernos. Te deseamos toda la suerte del mundo.
– Gracias a vosotros.