Cristina Pérez. No es una religión ni ninguna organización lucrativa; es más bien un estilo de vida abierto a todo aquel que desee descubrirlo. Se trata de una filosofía englobada dentro del término ‘Zen’, que significa conciencia. “Consiste en aprender a tener conciencia de tu vida, de lo que piensas y cómo lo piensas, de cómo hablas y cómo actúas las 24 horas del día”, cuenta Suzanne Powell.
Ella es instructora de las técnicas para conseguir llevar a cabo esta forma de vida y recorre el mundo ofreciendo conferencias sobre este tema. Imparte cursos Zen en los que enseña a los asistentes a controlar su sistema nervioso y a aprender a hacer respiración consciente con la capacidad que se adquiere durante el curso. En estas sesiones, “los alumnos también aprenden a meditar y a identificar los seis puntos de energía que el ser humano tiene en su cuerpo, los cuales permiten reencontrar el equilibrio y eliminar los bloqueos que pueden llegar a sufrir las personas”, explica Suzanne, que ha estado recientemente ofreciendo una de sus acciones formativas en Zaragoza.
¿Y qué se consigue con estas técnicas? Según Powell: “Armonía, paz, salud y una herramienta muy básica pero muy poderosa, la de aprender a controlar todos los ámbitos de tu vida”. ¿Y se consigue? Suzanne lo tiene claro: “Sí. No en un día ni en dos, pero al menos vas aprendiendo a desarrollar una herramienta para afrontar todas las situaciones con alegría y pensar que puedes hacer algo al respecto y no sentirte impotente”.
Sin embargo, hay muchas veces que la vida te pone en situaciones complicadas, incluso imposibles de superar. Enfermedades, accidentes y otras tragedias que colocan al ser humano en posturas incontrolables. “Precisamente para esos casos está Zen. Para que en esas situaciones o circunstancias uno tenga una herramienta para decir: ‘ya sé cómo gestionar este momento'». “Con la capacidad de Zen podemos ayudar a dar esperanza, incluso cuando no la haya. A veces las personas nos llegan sin ninguna esperanza de vida y se abren completamente. Si hay una persona muy enferma que no tiene posibilidades de curarse esto le ayuda a que se marche en paz, lo que supone ya un regalo en sí mismo”, continúa Suzanne.
Pero no todo el mundo confía en estas instrucciones, los hay escépticos que pueden pensar que no sirven para nada. “Nos encantan los escépticos porque suelen convertirse en los mejores alumnos. Cuestionan y preguntan todo y, cuando se dan cuenta del resultado, es cuando se convencen de que merece la pena intentarlo”, afirma Suzanne.
También explica que los cursos Zen son aplicables a cualquier persona, siempre y cuando les apetezca abrirse a esta concepción de la vida. Todas las personas que participan en estas actividades son voluntarias y las sesiones son gratuitas y no tienen ningún fin lucrativo. Suelen colaborar con obras sociales y destinan los alimentos que los asistentes donan de forma altruista a distintos centros o instituciones que lo necesitan.
La alimentación consciente, expresión que coincide con el título de uno de sus libros, es otra de sus premisas para llevar con éxito una vida más feliz. En este manual, la instructora Zen explica cómo combinar de manera correcta los alimentos para conseguir una dieta saludable y divertida al mismo tiempo.
Uno de los temas en los que también colabora Suzanne es el ámbito de la medicina. “Trabajo mano a mano con médicos en un consultorio. Nos complementamos y ayudamos por el bien de los pacientes, porque al fin y al cabo en su proceso de enfermedad o recuperación, lo que todos necesitan es paz. Hay muchos profesionales del mundo de la medicina que acuden a nuestras conferencias y cursos”.
En este mundo en el que el tiempo manda y el ritmo de vida frenético impide que nos tomemos el tiempo necesario a cuidarnos a nosotros mismos, el concepto de vida del Zen propone una pausa en nuestra rutina diaria. Según Suzanne: “Con Zen volvemos a nuestro centro para intentar mantener nuestro equilibrio físico, mental, emocional y espiritual.”
De esta forma, la filosofía Zen puede aportar una opción de mirar las cosas desde el punto de vista positivo, ver el vaso medio lleno y afrontar los problemas con más serenidad. Suzanne concluye: “Aprendes a ser más humilde, más sencillo, menos reactivo; es cuestión de volver a ser más como un niño inocente”.