A. M. R. En enero de 1994 la isla de Fuerteventura fue testigo de un hundimiento, cuanto menos, curioso. A mediados de dicho mes, un trasatlántico construido en 1940 por la compañía estadounidense United States Lines y denominado en sus orígenes SS América, era transportado por un remolcador ucraniano, el Neftegaz 67, desde Atenas hasta Tailandia. Una compañía de este país acababa de adquirirlo por una pequeña cantidad de dinero e iba a convertirlo en un lujoso hotel flotante.
Sin embargo, en el camino una terrible tormenta hizo zozobrar la embarcación, cuyas hélices habían sido desmontadas y colocadas en la cubierta. Los cables que unían el antiguo trasatlántico al remolcador se rompieron y éste quedó a la deriva, encallando el 18 de enero de 1994 en la costa occidental de Fuerteventura, en la playa de Garcey, perteneciente al municipio de Pájara. Su tripulación tuvo que ser rescatada en helicóptero y el buque abandonado a su suerte.
Tras dos días en la costa española, el fuerte oleaje hizo que el SS América se partiera en dos, hundiéndose la popa en el océano y quedando la proa a flote. Y la cuestión más llamativa es que lo estuvo por un periodo de 13 años, más de una década en la que los oxidados restos de aquella vieja gloria marítima pudieron ser admirados en las costas de Fuerteventura. Una imagen extraña, que hizo a muchos apodar al buque como el ‘barco fantasma’, y que dejó de apreciarse hacia 2007, cuando el mar terminó de sumir en sus entrañas los restos de la embarcación.
Pero el SS América tuvo una larga e interesante ‘vida’. Ideado como un lujoso trasatlántico por el ingeniero naval estadounidense William Francis Gibbs, fue construido entre 1938 y 1939 en los Astilleros de la Newport News Shipbuilding and Drydock Company. La United States Lines invirtió 18 millones de dólares en el que fue el mayor buque de pasajeros de los Estados Unidos de su tiempo y uno de los más grandes y lujosos de Norteamérica.
Por dentro había sido decorado al estilo Art Decó, de hecho, el diseño era tan importante que hasta la chimenea de popa era meramente decorativa, se hizo sencillamente para mantener la estética del barco. Asimismo, el SS América poseía medidas de seguridad adicionales –no hay que olvidar que cuando se terminó de construir la II Guerra Mundial ya había estallado- y le pintaron banderas identificativas en las bordas para que no se confundiera con embarcaciones pertenecientes a los países en conflicto (USA se mantuvo neutral hasta 1941).
La portentosa obra, que tenía capacidad para 1.046 pasajeros y una tripulación de 643 personas, tuvo como madrina el día de su botadura, el 31 de agosto de 1939, a la primera dama de EEUU, Eleanor Roosevelt, aunque ya desde sus primeros días de vida se preveía que el futuro del mastodonte no iba a ser un camino de rosas.
Para empezar, al día siguiente de ser botado, Hitler invadió Polonia y su viaje inaugural entre América y Europa –previamente había surcado aguas del Caribe-quedó pospuesto debido al conflicto mundial. En 1941, el SS América pasó a manos de la Marina de los Estados Unidos, que cambió su nombre por el de USS West Point y lo modificó para convertirlo en un barco militar: cubrieron sus ventanas; lo pintaron de gris, aunque luego lo volvieron a hacer con unos dibujos de camuflaje para despistar a los submarinos; y le incorporaron armamento para defenderse de los ataques aéreos.
La principal función del USS Westpoint fue servir de transporte de pasajeros, la mayoría soldados, aunque también llevó prisioneros de guerra, sanitarios de la Cruz Roja y funcionarios de las Naciones Unidas. Su primer viaje fue a Portugal, llevando hasta Lisboa a ciudadanos italianos y alemanes y recogiendo a estadounidenses.
El barco podía trasladar hasta cerca de 8.000 personas, de hecho, entre 1941 y 1946 realizó casi 60 viajes en los que recorrió 350.000 millas y transportó a más de 480.000 pasajeros. Se convirtió en uno de los buques que más trayectos realizó durante la II Guerra Mundial, escapando indemne, gracias a su velocidad (22,5 nudos), de ataques de submarinos y bombardeos aéreos. Además, jamás se averió debido al excepcional trabajo de mantenimiento que realizaba su tripulación.
Y hablando de tripulación, ésta no podía zafarse de las intrigas políticas de la época, habiendo entre sus miembros dos espías nazis: Franz J. Stigler –el carnicero del barco- y Erwin Wilheim Siegler. Ambos individuos, que se habían infiltrado antes incluso de que los militares se hicieran con el SS América, tenían como cometido hacer de ‘correos’ de otros espías y filtrar información sobre los buques de guerra americanos y las actuaciones en el Canal de Panamá.
Cuando finalizó la guerra, el USS Westpoint fue devuelto a la United States Lines, que lo reformó nuevamente para convertirlo en aquel lujoso trasatlántico que salió de los astilleros en 1939, recreando incluso su decoración original. El 14 de diciembre de 1946 realizó su viaje inaugural, el que había quedado pospuesto por el conflicto bélico, recorriendo las ciudades de Nueva York-Cobh-El Havre y Southampton. Fue la época dorada del SS América –recuperó su nombre en este periodo-, cuando su fama y su belleza rivalizaban con las de otros grandes trasatlánticos como el RMS Queen Mary o el RMS Queen Elizabeth.
Pero en 1964 los aviones comerciales robaron protagonismo a los cruceros, que perdieron rentabilidad. Fue entonces cuando el SS América fue retirado del servicio y adquirido por la naviera griega Chandris Lines, pasando a denominarse SS Australis. Tras ser reestructurado, aunque conservó gran parte de su decoración interior, adquirió capacidad para 2.300 pasajeros y empezó a cubrir la ruta entre Europa y Australia hasta 1974 y entre Australia y Nueva Zelanda entre el 74 y el 78.
A partir de este último año, el barco fue cambiando de nombre -SS Italis (1978-80); SS Noga (1980-84); SS Alferdoss (1984-93) y SS American Star (1994)- conforme cambiaba de manos -Venture Cruises (1978); Chandris Lines (1978–80); Intercommerce Corporation (1980–84); Silver Moon Ferries (1984–92)-, siendo vendido a finales de los 80 como chatarra, aunque nunca llegó a ser desguazado gracias a que la empresa no llegó a hacer efectivo el pago del mismo.
En 1993, el SS América estaba anclado en el puerto griego de El Pireo y, después de 16 años sin recibir mantenimiento, su maquinaria había dejado de funcionar. Aún en estas condiciones, una empresa tailandesa, Chaophraya Transport Company, pagó por él dos millones de dólares. Su intención era devolverle su esplendor de antaño, dado que el casco aún se encontraba en buen estado, y convertirlo en un lujoso hotel flotante en Bangkok que se llamaría SS American Star.
Pero de camino a su nuevo hogar, ocurrió la catástrofe en las Canarias y el barco fue declarado por la aseguradora siniestro total. Tras tenerlo cercado casi seis meses, las autoridades eliminaron las barreras y los vecinos de Fuerteventura comenzaron a acercarse a los restos del antiguo trasatlántico –algunos perdieron la vida por ello-, llevándose muchos de los elementos que aún quedaban en sus salas y camarotes; incluso algunas personas decoraron sus establecimientos comerciales con aquellos objetos.
Hasta 2007, lo que quedaba de la proa del SS América se convirtió en todo un reclamo turístico, que poco a poco fue desapareciendo. Así pues, podemos decir que en aguas españolas descansa una de las grandes joyas de la ingeniería naval americana de la primera mitad del siglo XX, un lujoso trasatlántico que vino a terminar sus días a las costas canarias.