EBN. En el año 1903 unas obras de alcantarillado llevadas a cabo en Gijón (Asturias) dejaron al descubierto uno de los yacimientos más importantes del Norte de España: las termas romanas de Campo Valdés, unos baños públicos del siglo I d.C. que se encuentran en el barrio de Cimadevilla -formando parte del yacimiento arqueológico del mismo nombre-, en la falda del Cerro de Santa Catalina.
Los restos de estas antiguas termas de época altoimperial, que se localizan delante de la iglesia de San Pedro, son en la actualidad un museo in situ en el que el visitante puede hacerse una idea de la cultura del agua y de cómo era aquel asentamiento romano que daría lugar más tarde a la ciudad de Gijón.
Para empezar, cabe recordar que tomar baños era algo habitual para los ciudadanos del Imperio romano, pues en ellos no sólo se relajaban y tonificaban el cuerpo, sino que también eran espacios sociales, puntos de encuentro y de difusión de la cultura.
Estas termas de Campo Valdés eran de uso público, es decir, fueron construidas por el Estado y su explotación concedida a un empresario, pudiendo acceder a ellas todos los miembros de la comunidad, incluidos los esclavos, previo pago de un precio módico. Se abrían al mediodía, cuando el agua estaba caliente y las estancias caldeadas y se cerraban al anochecer, acudiendo a ellas los ciudadanos habitualmente después del trabajo.
El edificio de las termas comenzó a edificarse a finales del siglo I y principios del II y estaba dividido en diferentes ambientes: en primer lugar el vestíbulo o apodyterium; una zona fría o frigidarium; una templada o tepidarium y una cálida o caldarium, con piscina calentada mediante un sistema de calefacción subterráneo. El sistema de calefacción de las estancias calientes se conoce con el nombre de hipocaustum.
Para obtener el calor el sistema que empleaban era instalar un horno en el subsuelo de una estancia para que el calor que emanaba circulara por el espacio que se encontraba justo encima. Se trataba de un espacio hueco con columnas de ladrillos que sostenían el suelo de la «habitación caliente» o suspensurae, formado por una espesa capa de mortero apoyado sobre grandes ladrillos. El aire, una vez que pasaba por la habitación hueca, remontaba por una doble pared. Este sistema permitía el reparto uniforme de la temperatura y el calentamiento de estancias de grandes dimensiones. El horno se recargaba dos o tres veces al día y la temperatura alcanzada podía superar los 25º C.
En el primer proyecto de las termas, éstas estaban compuestas por un largo pasillo o ambulacrum desde el que se accedía a un vestíbulo que conectaba con la estancia para baños fríos, que albergaba en su parte más occidental una piscina de agua fría. El agua que alimentaba la piscina provenía de un depósito, en parte destruido, situado al norte del conjunto termal.
Desde esta estancia, el usuario entraba en otra sala caldeada que funcionaba como habitación templada y a continuación un espacio cuadrangular que pudo tener usos múltiples y funcionar como un segundo tepidario o un unctorium o sala de unción.
El recorrido termal finalizaba en el caldarium, una estancia rectangular rematada en un ábside poligonal irregular de la habitación, hoy destruido, donde también estaría ubicado el horno.
En este primer proyecto también se añadió un nuevo ambiente cálido, de planta circular inscrita en un cuadrado, que se puede interpretar como una sudatio o sauna. Esta modificación de obra supuso un cambio en el acceso a la habitación fría y entre ésta y la sauna, de modo que se creó una especie de vestíbulo de intercomunicación entre ambos espacios.
A partir del primer tercio del siglo II se acomete una reforma que supone una ampliación del complejo termal en dirección este. Se añaden una serie de ambientes de forma cuadrangular de los que se han podido documentar un total de cinco estancias. La construcción era mucho mayor, pues bajo los cimientos de la iglesia de San Pedro se oculta el resto del edificio.
Este nuevo proyecto presenta como característica la decoración de las nuevas habitaciones con pinturas de tipo geométrico y vegetal, cuyos zócalos se conservan in situ y que se fechan en torno al primer cuarto del siglo II. Se adosa también una nueva habitación caliente al norte de las estancias que es la mejor conservada de todo el edificio termal. Todavía se llevarán a cabo nuevas modificaciones en el edificio termal, surgiendo un nuevo ambiente cálido prácticamente pegado al sur de la sauna.
Las termas perdieron su función original hacia finales del siglo IV, en el periodo tardoantiguo, aunque el edificio no se abandonó, sino que fue reutilizado en los siglos siguientes como vivienda. Se rellenó la piscina del frigidario y la parte de los tepidaria y del caldarium se convirtieron en basurero, donde se han llegado a encontrar materiales de Aquitania y de Oriente. Durante le Edad Media la zona se convirtió en un lugar de culto con su necrópolis.
Tras caer en el olvido y acabar bajo tierra, las termas fueron descubiertas en 1903, cuando se realizaron algunas labores de excavación e informes para las autoridades locales. Sin embargo, permanecieron ocultas al público hasta 1965, aunque no fue hasta 1999 cuando se llevaron a cabo los trabajos que sacarían a la luz la mayor parte de la construcción.
Posteriormente le levantó el museo Termas Romanas de Campo Valdés, un museo de sitio creado con el fin de conservar, investigar y difundir los restos de estos baños.