Los Caminos del Alma que inspiraron a Bécquer

Estatua de Gustavo Adolfo Bécquer junto al Castillo de Trasmoz.
Estatua de Gustavo Adolfo Bécquer junto al Castillo de Trasmoz.
Estatua de Gustavo Adolfo Bécquer junto al Castillo de Trasmoz. / http://bordedelarealidad.blogspot.com.es

Ana Amador. A finales de 1863, Gustavo Adolfo Bécquer, gravemente afectado por la tuberculosis, decidió retirarse una temporada, junto a su hermano Valeriano y sus respectivas familias, al Monasterio de Veruela (Zaragoza). Según la leyenda, el origen de esta emblemática edificación se remonta a 1146, cuando Pedro de Atarés, señor de Borja, imploró la ayuda de la Virgen al haberse perdido en el bosque en medio de una fuerte tormenta. Como promesa por haberle salvado, la Virgen le ordenó construir un monasterio que éste cedió a los monjes cistercienses franceses de Scala Dei. Tras siete siglos morando este recinto, los monjes blancos del Císter tuvieron que abandonarlo forzados por la desamortización de Mendizábal.

Sin embargo, fue la estancia del famoso poeta Gustavo Adolfo y el pintor Valeriano la que otorgó al monasterio su universalidad y a estas rutas “del alma” el interés cultural que hoy tienen, ya que sus paisajes, lugares y tradiciones fueron hermosamente relatados en sus obras. De hecho, el escritor romántico escribió: “Cuando acabas los caminos es obligado sacudirse el polvo pero cuando reemprendas tu vuelta te darás cuenta de que no sólo has limpiado tu ropa sino que has aireado tu alma”.

En un principio, los caminos fueron utilizados por los monjes cuando se establecieron en la zona para evangelizar los territorios reconquistados a los musulmanes, además de servir como defensa en un área fronteriza entre los beligerantes reinos de Aragón, Castilla y Navarra. Los ‘Caminos del Alma’, parten desde Veruela hasta distintas localidades como Tarazona, Grisel, Los Fayos, Trasmoz, Litago, Ainzón, Pozuelo de Aragón, Alcalá de Moncayo o Añón de Moncayo.

Veruela, Trasmoz y Tarazana

Monasterio de Veruela.
Monasterio de Veruela. / http://castillodegrisel.com/monasterio-de-veruela/

Bécquer pasó más de seis meses en el bello Monasterio de Veruela disfrutando de la tranquilidad y naturaleza de la zona, algo que le motivó a escribir Cartas desde mi celda, una obra publicada en el periódico madrileño El Contemporáneo. En esos nueve textos relató su viaje desde Madrid, su estancia en el monasterio y la historia de su fundación. Asimismo, Valeriano pintó en los álbumes Expedición de Veruela y Spanish Sketches sus impresiones de los lugares y costumbres que visitaban.

En esta localidad se encuentra la famosa Cruz Negra, el lugar donde el poeta se sentaba a buscar la inspiración y esperaba las noticias que llegaban de Madrid, transportándolo al bullicio de la gran ciudad, las famosas polémicas en los cafés, las discusiones en el Congreso y la agitada vida de la redacción del periódico. Pero este punto también marca el comienzo de un camino que lleva hasta el poblado celtibérico de La Oruña y a la mágica Trasmoz.

Cruz Negra.
Cruz Negra. / http://viajesyrutasdesenderismo.blogspot.com.es

Gustavo Adolfo ya estaba familiarizado con la región de Moncayo, ya que su esposa Casta Esteban era de la soriana Noviercas, un pueblo en el cual las musas le guiaron para narrar algunas de sus historias más famosas, como El monte de las ánimas, El gnomo y La corza blanca. Sin embargo, las leyendas de este territorio aragonés también fueron una constante fuente de ideas para sus relatos.

En estos parajes se encuentra Trasmoz, un lugar marcado profundamente por el misterio y en el que la superstición llevó a sus habitantes a asesinar en 1850 a La tía Casca, una anciana a quien acusaron de ser una de las hechiceras más temidas de la comarca de Tarazona.

Sobre la cima de una colina está situado el Castillo de Trasmoz del siglo XII, un enclave que según las viejas historias fue creado en una única noche por un nigromante y se convirtió en el refugio de las adoradoras del diablo. Esta construcción fue protagonista de cruentas batallas medievales, como el enfrentamiento entre su último morador en el siglo XVI, Pedro Manuel Ximénez de Urrea, y el conde de Ribagorza. Esta disputa y un posterior incendio en la Torre del Homenaje hicieron que en 1530 el castillo quedara abandonado.

Castillo de Trasmoz.
Castillo de Trasmoz. / http://deviajeporaragon.com/brujeria-y-aquelarres-en-trasmoz/

A través de la ventana de su celda en el Monasterio de Veruela, Bécquer aseguró que podía ver los aquelarres nocturnos que se practicaban en las ruinas del castillo, algo que inspiró sus leyendas más épicas.

Actualmente, en la torre del castillo se puede visitar el Museo de la Brujería y aproximadamente 160 piezas del ajuar de Ximénez de Urrea, como su armadura, broches y puntas de lanza. Además, el interés por el ocultismo aún sigue muy presente en este pueblo aragonés, ya que sus calles acogen el primer sábado de julio y hasta bien avanzada la noche la feria de brujería y magia.

En Trasmoz, el escritor sevillano también visitó el “cementerio chico”, un lugar solitario donde realizó una de las más bellas reflexiones sobre la muerte y cuyos pensamientos quedaron plasmados en la sexta carta, así como los inmortales versos de una de sus rimas más destacadas.

Otro de los puntos que el escritor recreó en sus relatos es Tarazona, la capital de la comarca y uno de los lugares más emblemáticos de Aragón. En este municipio de origen romano se asentaron sucesivamente visigodos, árabes, judíos y cristianos. Además, desde la Edad Media, la localidad contó con un completo sistema defensivo en cada uno de sus barrios y una gran muralla exterior.

Tarazona.
Tarazona. / http://www.redjuderias.org

Sobre la hermosura de Tarazana Bécquer escribió: “Es una ciudad pequeña y antigua… con un carácter original y artístico. Cruzando sus calles, con arquitos y retablos, con caserones de piedra llenos de escudos y timbres heráldicos, con altas rejas de hierro de labor exquisita y extraña, hay momentos en que se cree uno transportado a Toledo, la ciudad histórica por excelencia”.

En 2008, junto al Castillo de Trasmoz, se erigió una escultura de bronce, elaborada por Luigi Maráez, que recreaba a Gustavo Adolfo Bécquer sentado y pensando. Así esta tierra quiso rendir homenaje al gran poeta sevillano, cuya alma quedó anclada para siempre en el Moncayo, observando desde la cumbre el cautivador paisaje que se dibuja solemne en el horizonte.

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