Los coches más caros de Nueva York son amarillos

Taxis en la Gran Manzana. / Foto: es.wikipedia.org
Taxis en la Gran Manzana. / Foto: es.wikipedia.org
Taxis en la Gran Manzana. / Foto: es.wikipedia.org

Francisco J. Martínez-López. Piensen en iconos de Nueva York. ¿Qué les pasa por la cabeza? ¿La Estatua de la Libertad, algunos edificios y puentes emblemáticos…? ¿Y los taxis? También, supongo. Los NYC taxi cabs son conocidos mundialmente y tienen presencia, más o menos explícita, en la mayoría de las películas que se ruedan en la ciudad. Si nunca han estado allí, o lo hicieron hace ya algunos años, es probable que tengan una percepción más próxima a lo que solían ser que a lo que ahora son. Muchos visualizarán uno de los coches habituales, como los de la marca Checker, amarillo canario, por supuesto, que no eran gran cosa, pero resultaron imponerse durante décadas por algunas funcionalidades útiles, como su amplia distribución interior y suelo plano en la zona de pasajeros; de Niro llevaba uno de éstos en Taxi driver. Sin embargo, la cosa ha cambiado bastante.

Por un lado, el criterio de la minimización del impacto medioambiental condiciona los modelos autorizados para circular con licencia, que son todos los amarillos, para que lo entiendan rápidamente; hay más de 20 modelos de vehículos. Predominan los de las marcas Nissan, Toyota y, en menor medida, Ford; se tiende hacia el vehículo híbrido y se ha decidido una renovación completa de la flota en pocos años.

Por otro, se ha introducido una nueva categoría de taxi, el de vecindario o “boro taxi”, de verde manzana. El problema que siempre ha tenido el servicio de taxis en NYC es que se concentraba en Manhattan. No era difícil conseguir un taxi ahí para moverse de un lado a otro de la isla, o desplazarse a otros de los grandes vecindarios, como Queens o Brooklyn. A la inversa, en cambio, se complicaba la cosa; solía ser imposible. Esa necesidad la cubrían otros servicios particulares, los “black” taxis, gestionados por empresas a las que había que llamar para contratar un servicio de recogida, o incluso particulares que trabajaban sin licencia recogiendo a gente en la calle. Estas opciones estaban al margen de los amarillos, regidos con un tipo de licencia conocida como “medallion”.

Debido a las ganancias medias de un taxi “medallion”, estas licencias se han ido revalorizando con el tiempo, llegando a subastarse por encima del millón de dólares; por diversos factores, varias fuentes han advertido de la posible burbuja que se está creando en su valoración. En la actualidad hay más de 12.000 taxis con estas licencias, propiedad de empresas en su mayoría; su precio está fuera del alcance de los particulares, aunque por ello también se reserva un número, si bien reducido, de licencias por subasta para particulares. Para facilitar la complementariedad y reducción de conflictos entre los “medallion” y los “boro” taxis, o entre los taxis amarillos y los verdes, para entendernos, los segundos tienen algunas restricciones: pueden trabajar y recoger a pasajeros sin problemas en cualquier zona de la ciudad, excepto en Manhattan, que tiene letra pequeña, y los aeropuertos de La Guardia y JFK, los dos en Queens, reservados para los taxis amarillos, que funcionan con una tarifa fija de conexión con Manhattan; tienen permitido dejar a sus pasajeros en cualquier punto de la ciudad, incluida Manhattan, pero sólo pueden recoger a pasajeros en un área del norte de la isla, delimitada con precisión; simplificando, desde las calles a la altura del norte de Central Park hacia arriba (uptown Manhattan).

A esta oferta se suma la flota de particulares dentro del sistema Uber, un nuevo servicio de taxi que es asistido por una aplicación móvil, considerada una tecnología disruptiva en el sector. Los usuarios que la instalen pueden localizar los conductores de Uber próximos, discriminados por tipo de vehículo –hay varios, todos negros, pero distintos a los “black” taxis mencionados previamente, y cada uno tiene una tarifa distinta–, y contactar directamente con el taxista que interese; el usuario también tiene información básica sobre el taxista, con foto incluida, lo que es útil para contactarlo, si fuera necesario, e identificarlo en la recogida. El taxista, a su vez, debe aceptar la solicitud. Una vez confirmada, la recogida se produce en unos pocos minutos. El usuario, además, tampoco tiene que realizar ningún pago físico al taxista; ésta es otra de las ventajas de este servicio. Sólo debe aprobar el importe de la carrera, indicar la propina que quiere dejar, y la cantidad total se cargará a la tarjeta registrada por el usuario en el sistema. Uber, en cualquier caso, aunque tiene algunas ciudades donde su uso es más intenso, como NYC, está en expansión y ya funciona en ciudades emblemáticas de 43 países; actualmente, en España sólo funciona en Barcelona.

El servicio de taxis de NYC ha experimentado, por tanto, un cambio acelerado en los últimos años. Lo poco que no cambia es el privilegio de los taxistas (“cabbies”) de la ciudad, lleven un coche amarillo, verde o negro, de presenciar historias fascinantes por sus espejos retrovisores; puestos a que se den situaciones surrealistas con los pasajeros, ningún sitio como éste.

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