Redacción. El escritor Víctor García Antón (Teruel, 1967) acaba de publicar su tercer libro bajo el título ‘Volanderas‘, una sucesión de historias ubicadas principalmente en un barrio marginal y en un local social que allí se asienta, que, sin ser cuentos ni formar en conjunto una novela, dan lugar a lo que podría ser la sociedad del mañana, «una utopía levantada sobre los cascotes de la realidad actual».
García Antón, que ha tardado años en publicar esta tercera obra tras las dos anteriores -‘Amor del bueno’ (2005) y ‘Nosotros, todos nosotros’ (2008)-, admite en declaraciones a Europa Press que, sin querer plasmar una ideología o tratar de manipular opiniones en medio de la crisis económica y social que vive España y que le ha marcado a la hora de escribir, sí ha querido «solapadamente trasladar un imaginario distinto», lo que podría ser una organización social alternativa.
Según dice, «no es una propuesta, sino una forma de seguir la estrategia del capitalismo, contar una historia dando por hecho cosas que deberían estar instituidas, como cuando Hollywood hace una película de ladrones en la que se da por hecho que es bueno tener dinero y una mujer bonita».
La diferencia es que el autor se sirve de volanderas, una suerte de octavillas informativas de lo que en ella acontece, para contar cómo un grupo de personas tratan de salir adelante desde su apego a la colectividad, «siempre a modo de prueba, pensando y haciendo», recuperando valores de la colaboración, el amor en cierto modo libre, la creatividad por la creatividad o la generosidad.
Y los encargados de llevar a la acción esos valores son personajes impactantes como las dos amantes lesbianas que se encierran en una cocina para amarse; Fran, que se empeña en hacer funcionar una máquina lanza pelotas, pero que arroja naranjas; Lola, a la que le gusta columpiarse desnuda en el parque, o Elena de teatro, que sufre afonía.
Todos estos personajes tienen en común, según García Antón, que viven entre «una ingenuidad muy grande y una gran firmeza para hacer ciertas cosas». Y entre tanto los conflictos no son otros que el debate en el barrio sobre si iluminar más el parque donde se columpia Lola o entre los amantes de Tomasina, la panadera, sobre dónde enterrarla.
Por otro lado, García Antón, que se siente cercano a una corriente de escritores que, como Marta Sanz, David Becerra Mayor o Belén Gopegui, practican una escritura que califica de «disidente», ha querido llevar la búsqueda a lo formal, desarrollando una narración desde la primera personal del plural, un ‘nosotros’ que invita a la participación en la comunidad del lector.
«Es un libro muy marginal, es como buscar otros caminos, porque si no busco cosas nuevas formalmente, me aburro. Quiero buscar un camino y explorarlo hasta que me canse», concluye.