Redacción. Esta es la historia de una de nuestras heroínas. De las que luchan en los hospitales para vencer al Covid-19. Arriesgando su salud y, en su caso, sufriendo en primera persona la crueldad de este implacable enemigo invisible. Por suerte, Susana, que trabaja como intensivista en la UCI del Hospital Ramón y Cajal (Madrid), ha superado con éxito el coronavirus después de un periodo de baja y ya tiene ganas de volver a la primera línea de combate. Y también de pedalear en su rodillo con la vista puesta en la próxima Non Stop Madrid-Lisboa. Un exigente desafío de 770 kilómetros que unirá Villanueva del Pardillo (Madrid) y Alenquer (Lisboa).
Susana Sánchez (52 años, dos hijos adolescentes y también triatleta) participará por tercer año consecutivo en la Non Stop, representando al Club Triatlón Las Rozas, junto a Lola Melle y Marta Godé. Todas repiten experiencia, aunque han pasado de equipo de 4 a equipo de 3, por lo que el reto será aún mayor a partir del próximo 25 de septiembre.
Lo cierto es que todo empezó con un «bike and brunch», como le llama Susana, que es tomarse el aperitivo en casa de alguien de la grupeta después de un buen entreno. Fue unos pocos días después de la Non Stop 2017, prueba que habían estado siguiendo. Y la envidia sana invadió sus pensamientos. Además, «habíamos bebido alguna cerveza de más». Y así es como surgen los mejores retos. En marzo de 2018 volvió a insistir para inscribirse. Y sacaron dorsal. Aunque «pensábamos que no seríamos capaces de acabarla». Pero lo lograron. Y aún les sobraron 10 minutos para llegar a meta dentro de las 55 horas estipuladas por la organización.
«Íbamos cerrando todas las EH (Estaciones de Hidratación), pero era muy emocionante porque la gente nos animaba mucho». Con la lección aprendida, en 2019 se juntaron en Semana Santa para coger la furgoneta e inspeccionar todas las etapas. Entrenaban de noche, hicieron más kilómetros, adquirieron mejor material y llegaron mejor preparadas. El resultado fue que rebajaron en más de 3 horas el tiempo de la edición anterior.
Las piedras golpeaban su cabeza
El año pasado le pilló de lleno la granizada en la etapa que terminaba en Burgohondo. «Las piedras que caían me traspasaban el casco y me hacían daño. La gente estaba parada y cayó un rayo delante de mí. Pensé que era más seguro seguir pedaleando que pararme debajo de un árbol». Además, su GPS dejó de funcionar, aunque por suerte un participante le ayudó a encontrar el camino. En estas circunstancias tan adversas, algunos equipos optaron por la retirada. Susana, ni se lo planteó. «¿Cómo lo iba a dejar si aún faltaba el 80% de mi equipo por salir?». Nuestra protagonista también estuvo en aprietos cuando quedaba poco para la meta. En la etapa 9 se le quedó frenada la rueda y lo arregló por vía telefónica. Un mecánico le iba contando cómo quitar el freno. Y así acabó su tramo. Sin frenos pero con mucha precaución.
Otra anécdota ocurrió en la edición de 2018. Hacía mucho calor y su compañera Nieves optó por llevarse dos bidones y una mochila de tres litros de líquido para la etapa que terminaba en Alcántara. «¡Que exagerada eres!», le dijimos. Pero sabía lo que se hacía. Durante el recorrido se topó con ciclistas muy bien entrenados que estaban parados, sin agua y deshidratados. Y los bidones de Nieves salvaron a más de uno. En otro episodio, otra compañera se decantó por la bebida energética y le pareció ver alucinaciones durante la noche portuguesa. Decía ver ojos rojos escondidos en el paisaje. «Es la etapa más fantasmagórica, la primera en tierras portuguesas. Y los ojos rojos seguramente eran de gamos».
A nivel logístico se organizan bastante bien. Con una furgoneta y dos conductoras, que hasta el momento han sido hermanas de participantes. De hecho, una de ellas, Marta Godé, ha cambiado el manillar por el volante y este año forma parte del trío de aventureras.
Le tocará hacer cuatro etapas
Su etapa favorita es la que lleva de Robledo de Chavela a Burgohondo, especialmente «la primera parte hasta Valdemaqueda porque tiene tramos muy técnicos. Y la segunda parte es muy panorámica». También le gusta la de Gredos, «pero se hace de noche y no ves mucho». Y destaca que la más difícil y dura es la séptima: «Es muy variada, se ve mucho animal y es muy retadora para la cabeza». Susana, que destaca la solidaridad que hay entre los equipos participantes –»especialmente entre las chicas»-, intentará prepararse aún mejor este verano junto a sus compañeras Lola y Marta, si las circunstancias lo permiten. El plan es hacer más desnivel y más montaña para mejorar. «Además, por cambio de fechas por culpa del coronavirus, nos han puesto la Quebrantahuesos una semana antes de la Non Stop, lo que nos dará mucha resistencia».
Al ser una ciclista menos, a Susana le tocarán 4 etapas porque es la mejor preparada. Incluso se plantea hacer dos segmentos seguidos para disfrutar de más tiempo de descanso. Las tres compañeras, por cierto, se citan por videollamada todos los días del confinamiento para hacer ejercicios de fuerza.
De este modo, Susana seguirá preparándose para la Non Stop mientras lucha contra el Covid-19 desde un hospital que ha tenido que cuadriplicar su capacidad. «En 30 años de profesión nunca había visto nada así», dice Susana. Todo un ejemplo a seguir.