‘La ciudad perdida de Z’, los límites de la ambición humana

la ciudad perdida de zCarlos Fernández / @karlos686. James Gray es de los pocos directores jóvenes que parece tener espíritu transgresor y que trata el tema de la familia, su temática por excelencia, con una gran profundidad e interés. La ciudad perdida de Z, uno de los estrenos del año y la mejor película de su director (a excepción de la lírica y preciosa Two lovers o la intrigante La noche es nuestra) es más que un film de aventuras al uso, es una profunda búsqueda sobre la búsqueda del oro, entendido como la búsqueda del mejor aprovechamiento y la buena vivencia de la vida más allá de una (¿banal?) aventura arqueológica; he aquí el gran riesgo y éxito de su inteligente propuesta. La aventura posee grandes referentes, y adquiridos como propios de manera satisfactoria por su director, como Werner Herzog o John Ford (así como el Indiana Jones de Spielberg) pero con una profundidad y magnetismo propios como obra en sí misma.

Las «aventuras» de su protagonista en el Amazonas en la búsqueda de El dorado, la ciudad de oro, se alejan de la persecución material y ahonda en la búsqueda del ser humano en los límites de su ambición, u obsesión, enfrentado a la belleza de la experiencia del camino, se gane o no, se llegue o no. La ciudad perdida de Z es el destino de todos, la ciudad de oro, nuestro sino, nuestra vida, nuestra motivación y nuestro amor por la vida. Z no es más que una incógnita perdida en una selva peligrosa amazónica; Z es, en definitiva, nuestra búsqueda arqueológica del oro que esconde nuestra alma como seres humanos. Una película preciosa con mucho cine de altura en sus imágenes.

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