Redacción. A sus 35 años, Roger Federer está protagonizando un comienzo de año espectacular. En apenas tres meses ha levantado el trofeo de campeón en Australia, Indian Wells y Miami; ahora se prepara para el Abierto de Francia, un escenario perfecto para dejar atrás los fantasmas de 2016.
Roger Federer, para muchos la mejor raqueta que ha dado la historia del tenis, está siguiendo un plan minuciosamente trazado con la intención de volver a sumar triunfos en las grandes plazas. Tras el calvario de lesiones del año pasado, en el que su rodilla no le dio respiro, comenzó 2017 como número 17 en el Open de Australia y superó el hándicap de tener que derrotar a cuatro jugadores situados en el top 10 para coronarse campeón. Desde entonces acumula diecinueve victorias y una única derrota, lo que le sitúa con 4.045 puntos ATP -y a menos de 160 victorias para alcanzar la cifra de 1.256 que Jimmy Connors nos dejó en su carrera-. Para poner en valor este primer puesto en la clasificación provisional del año, basta comentar que Rafa Nadal, inmediato perseguidor del suizo, tiene que conformarse con algo más de la mitad, 2.235.
Es evidente que alcanzar esta cifra no es tarea sencilla, ni una consecuencia de la casualidad; Roger Federer ha sumado a la de Australia las victorias de Indian Wells y del Open de Miami, donde derrotó por tercera vez en lo que va de año a un Rafa Nadal que también lucha por confirmar su recuperación. Federer no solo ha ofrecido destellos de buen tenis, sino que transmite una solidez estable. El suizo ha hecho honor a su fama de hombre templado y sigue los consejos de sus preparadores, quienes, pese a los buenos resultados cosechados, le recomiendan dosificar fuerzas. El genio de Basilea anunció que no jugaría hasta el Abierto de Francia, cuyo inicio está programado para el 22 de mayo, y la casa de apuestas BetStars ya cuenta con que se produzca una disminución en las cuotas ofrecidas por sus victorias (aunque ya sabemos que el margen dependerá en gran medida de la asignación de rivales que nos deje el cuadro y el nivel de forma de los mismos) como consecuencia de su buen hacer hasta la fecha. Pese a no ser la francesa su superficie predilecta, buscará su segundo título en París -se impuso en 2009-, ciudad que le ha visto perder en la final en cuatro ocasiones, siembre contra nuestro hombre récord de Manacor, un Nadal que suma nueve títulos en la central de Roland Garros.
Las lesiones que marcaron el año pasado para el suizo parecen haber quedado atrás, pero la sombra del 2016 sigue planeando sobre su carrera. El recuerdo de tener que reducir su participación en torneos a siete eventos de la ATP y dos grandes para no sobrecargar sus rodillas, brazos y espalda todavía se siente cercano; apenas pudo competir durante la mitad del año, con el doloroso añadido de perderse dos de los cuatro Grand Slam, algo que jamás había sucedido antes en su carrera. Federer puso punto y final a la temporada tras su paso por Wimbledon, donde sufrió una caída en el cuarto set que hizo temer lo peor. Pese a resistir hasta el quinto, su rodilla dijo basta, noticia que se confirmó al anunciar su ausencia de los Juegos Olímpicos. Comenzó ahí un plan de entrenamiento que hasta ahora ha dado sus frutos. La combinación de trabajo físico, excelentemente estructurado tanto en su proceso de recuperación como en su preparación de cara al arranque de temporada, y psicológico, que le ha liberado de una presión mental que mermaba la efectividad de su técnica de golpeo, ha conseguido que un veterano de 35 años plante cara -y gane- a jugadores con quince años menos a sus espaldas. Claro que este veterano atiende al nombre de Roger Federer y cada uno de sus golpes puede ser admirado como si de una obra de arte se tratase.