Vicente Vera Esteve. Desde hace algún tiempo me pregunto de manera recurrente qué frenos soporta la economía y la sociedad española que impiden de una manera natural facilitar a los ciudadanos de todas las comunidades autónomas que conforman el país España la posibilidad, primero, de encontrar un empleo digno y, segundo, poder tener la conciencia muy clara en cuanto a la honestidad de los políticos que ocupan sus escaños todos los días en las respectivas cámaras parlamentarias, el oráculo de las democracias parlamentarias. Lugar sagrado en el que el objetivo final ha de ser velar por la estabilidad y la felicidad de los españoles, es decir, de todos los españoles que depositamos nuestros votos en las urnas cada cuatro años o bien en periodos menos lejanos en función del mayor o menor sentido común aplicado al resultado electoral de la ceremonia electoral.
En esta ocasión he reflexionado este asunto de la esencia de la democracia constitucional y representativa porque ya son muchos años bregando por la consecución de unos objetivos políticos que pensaba serían alcanzados con la colaboración de todos los implicados en este complejo proceso de consolidación definitiva de un Estado de Derecho legítimamente establecido y una Economía Social de Mercado. Naturalmente uno ya va peinando canas y esto tan rimbombante que acabo de decir puede parecer demasiado retórico y poco realista. Tal vez sea esta la opinión mayoritaria en cuanto a los índices de satisfacción de los españoles con los impactos legislativos y las diferentes actuaciones que nos sorprenden todos los días cuando sintonizamos nuestros dispositivos ya sean móviles o fijos en nuestros hogares o centros de trabajo, me refiero evidentemente a toda esa retahíla de corrupción latente que está permanentemente incrustada en nuestra piel, algo parecido a una especie de costra que llevamos adherida y parece imposible desprendernos con facilidad. Ante el fallecimiento del economista Kenneth Arrow, Premio Nobel en 1972, sugiero la lectura de sus trabajos relacionados con el estudio de las mayorías y minorías en una democracia, el teorema de Arrow y la imposibilidad social. Nos viene al pelo para lo señalado en estas líneas.
Todo esto lo pienso en un momento en el cual está todavía pendiente la negociación de los Presupuestos Generales del Estado, el instrumento maestro de la política económica de un Estado democrático. Herramienta que decide claramente hacia donde va a evolucionar la economía de un país, un momento clave y definitorio para la sociedad en su conjunto. Una lucha entre los beneficios y salarios de una sociedad, como recuerdo nítidamente nos explicaba el profesor Francisco Pérez García en la Universidad de Valencia la teoría de la distribución en el pensamiento económico del economista Piero Sraffa. Últimamente no dejamos de leer y escuchar que la desigualdad social y económica en España se ha convertido en uno de los problemas más importantes para todos nosotros. Es evidente que poco se está haciendo por erradicar este lastre que nos aleja por momentos de las economías vecinas y además socios en la zona euro y en la Unión Europea. Sigo pensando que no se ha hecho todo lo necesario por aproximarnos a esa integración europea tan ansiada durante tanto tiempo aunque nos hemos convertido en el farolillo rojo junto con Grecia. Soy consciente que en un espacio como este es muy complicado poder analizar con detalle toda una filosofía económica y política que haga posible analizar y hallar soluciones viables para salir de ese pozo negro que es la desigualdad económica. Todo ha de partir de la voluntad y la iniciativa de los responsables políticos, sus programas incluían la promesa de acometer un proceso reformista de gran calado social. Apelo a la inteligencia de los gestores de la nave económica española con el objetivo de poder afrontar los retos inminentes de la ya reconocida por los politólogos y científicos de este país, de la Cuarta Revolución Industrial. Sí, queridos lectores, con este título tan rimbombante se ha denominado a esta nueva etapa de plena efervescencia tecnológica, o también Industria 4.0.
A partir de estos momentos vamos a oír constantemente referencia a este estado de la cuestión económica. Todo este mundo nuevo está girando en torno a la digitalización de la economía y la robotización de las empresas industriales y también de servicios. Estudiando diferentes modelos de negocio y las lecciones ofrecidas por dos grandes especialistas y conocedores de este apasionante desafío para la sociedad llamada digital: en primer lugar “La cuarta revolución industrial “cuyo autor Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial celebrado anualmente en Davos (Suiza), y un segundo informe elaborado por Andrés Ortega, politólogo y periodista, bautizado como “La imparable marcha de los robots” – de la lectura de estos muy buenos análisis se obtiene una idea muy ajustada y realista de lo que se avecina en el mundo de la empresa y del empleo a medio y largo plazo. No he podido evitar recordar la conferencia que Maynard Keynes pronunció en España en 1930, famosa conferencia en la Residencia de Estudiantes, que llevaba por título “Las posibilidades económicas de nuestros nietos”, en dicha conferencia anunció la probabilidad de una nueva enfermedad de la que empezaríamos a oír con frecuencia, el nacimiento de un paro tecnológico. De este modo he querido rendir un tributo a aquella conferencia que influyó tanto entre los científicos sociales del momento. Desde aquí y parafraseando el nombre de la conferencia me pregunto cómo será de incierto el futuro económico de nuestros hijos y nietos. Navegamos en aguas procelosas llenas de obstáculos, riesgos e incertidumbres que afectarán a todas las sociedades amparadas bajo un Estado del Bienestar cada vez más inseguro.
No es mi intención renegar del progreso tecnológico, pero sí nos tenemos que hacer algunas preguntas que contribuyan a percibir un futuro con menos miedos. Volvemos a hablar del ludismo y sus efectos sobre la implantación de los robots en las fábricas, hoteles, servicios bancarios e incluso periódicos o restaurantes. No es fácil todavía predecir cuál podría ser el saldo de empleos, los que se perderán por los que se crearán. En cualquier caso, debemos estar atento a la dinámica imparable de esta revolución tecnológica que nos está atrapando ya con mucha fuerza, ahí están los dispositivos móviles, las ubicuas tablets, las impresoras 3D, etc. En estos momentos, lo que es urgente para el desenvolvimiento estable de nuestra economía nacional es continuar potenciando la exportación de bienes y servicios, dotar de mayor protagonismo presupuestario a la innovación, la ciencia y el desarrollo de nuevas tecnologías para favorecer una mayor competitividad de las empresas españolas.
En cuanto a la invasión de un próximo ejército de robots según nos contaba de forma magistral el escritor checo Karel Capek (1890-1938) en su obra futurista y premonitoria R.U.R. (Rossums Universal Robots), escenario distópico de una isla remota del Pacífico en la que un grupo de científicos construyen robots con los que planean liberar a la Humanidad del trabajo duro y peligroso. Como decía todo es incierto, pero si hubiera alguna agresión a los usuarios, sabemos que estos son vulnerables a los cibertaques siendo así que cualquier hacker experimentado podría controlar sus extremidades y manipular sus cámaras y micrófonos. Para concluir y siendo realistas, nos adentramos en una sociedad intercomunicada, digitalizada y automatizada a niveles muy avanzados. Solo nos queda mentalizarnos y adaptarnos a esta cuarta revolución industrial que nos invade cada día.