Vicente Vera Esteve. Todos aquellos que ya hemos cumplido los sesenta, nos hemos sentido muy emocionados al ver que la Academia Sueca ha decidido este año 2016 conceder el Premio Nobel de Literatura al poeta, músico, actor, escritor Bob Dylan. Como siempre, este galardón al estadounidense ha levantado ampollas y ha generado cierta polémica dentro del mundo de los libros de literatura pesada y de los popes del editorialismo. Esto es algo parecido al momento en que nuestro ya desaparecido Camarón desató los demonios de los puristas del flamenco puro cuando introdujo ritmos eléctricos en el álbum Volando voy, casi casi lo defenestraron del Olimpo de las figuras del flamenco clásico. Al final y con el transcurso del tiempo se dieron cuenta de que no era para tanto y que todo arte sufre en determinado momento un impulso transformador. Nada es para siempre.
Por ello, es una buena noticia para el mundo de la música y de la poesía, seguro que este galardón promueve la lectura de grandes mitos de la literatura universal, pero del otro lado, del lado salvaje que nos decía el inconmensurable Lou Reed, y que esta sorpresa del nobel a Dylan le hubiera encantado. Hablo de escritores como Dylan Thomas, Paul Verlaine, Arthur Rimbaud y sobre todo a su padre espiritual, el americano Woody Guthrie. En mi caso concreto recuerdo una canción que apareció en el verano de 1969, hace casi cincuenta años, y fue muy sintonizada en todas las emisoras de radio de todo el país, era aquella canción que llevaba por título “Wight is Wight, Dylan is Dylan, Viva Donovan, / Es como una luz en la oscuridad….”. Podéis recrearos con varias ediciones de este tema y algunos vídeos sin desperdicio, interpretados por los Kerouacs. Sobre todo para nostálgicos recalcitrantes o no. En una palabra que ya en aquel verano del 69 seguíamos descubriendo la importancia que tenía llamarse Dylan y leer en las revistas musicales todas las aventuras de este genio en sus giras por los Estados Unidos e Inglaterra. De modo que no solamente leeremos más poesía sino que continuaremos queriendo a Bob Dylan a nuestro lado, un icono irrefutable de la poesía y de la lírica.
Y a propósito de Inglaterra, analizaré igualmente a los galardonados por el Banco de Suecia como los Premios Nobel de Economía, en esta ocasión han ido a parar a dos grandes economistas europeos pero profesores ambos en la Universidad de Harvard, Oliver Hart y Bengt Holmström por sus aportaciones a la teoría de los contratos. Se puede pensar que no es un área especialmente muy relacionada con la ciencia económica. Todo lo contrario. Aunque antes quisiera reflexionar que desde Estocolmo, el comité de sabios que decide a quién premiar han pensado, de manera muy juiciosa, que este año no tocaba otorgar el galardón a economistas keynesianos, friedmanitas o de la escuela austriaca. Cuando se aclaren y entre todas las escuelas económicas consigan sacarnos de esta larga y pesada crisis financiera de liquidez y enfoque macroeconómicos que no evitan los tipos de interés negativos y un estancamiento secular que impide el fin del empobrecimiento de las clases medias y bajas de todo el mundo occidental. Nadie ha conseguido crear una teoría económica o un conjunto de herramientas económicas que saque a Europa de un estado deflacionario. Necesitamos un nuevo Keynes pero, mientras llega y no llega, disponemos de un conjunto de investigaciones teóricas y empíricas relacionadas con el apasionante mundo de los contratos. Como dice un buen economista español, Santiago Carbó, “el cumplimiento de los contratos determina en buena medida nuestra credibilidad como personas, empresas o países”. Y ahí quiero llegar yo, trasladando esta tesitura a la solución Brexit, creo que se les va a acumular la faena a estos economistas cuando los gobiernos de la Unión Europea y Reino Unido establezcan el pistoletazo de salida de la Unión. Habrá que organizar toda una parafernalia de contratos con empresas del continente y de la pérfida Albión. Existe una dimensión política que no se había valorado especialmente pero este Premio Nobel de Economía ha venido que ni pintiparado.
Se acaba el mes de octubre y todavía hay dudas para certificar que tendremos, después de trescientos días de un gobierno en funciones, investidura antes de fin de mes. O sea que este mes seguramente se ganan el sueldo. Al final no sabemos si de verdad se abrirá un horizonte de inversiones y de creación de empleo o se confirmará la tasa de crecimiento denuesta economía, por encima de toda Europa. Antes de terminar este efluvio de pensamientos ciertamente algo desligados, quiero apuntar un genialidad del ingente maestro argentino Borges respecto a la clase política, es en el relato que lleva por título “Utopía de un hombre que está cansado”, y se pregunta el personaje del relato, Eudoro Acevedo: “- ¿Qué sucedió con los gobiernos? – Según la tradición fueron cayendo en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendía imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen.”
No nos queda más remedio que confiar en la mejor predisposición de los líderes de ambos partidos, PP y PSOE. Espero y deseo que termine este trance tan singular en la historia de la democracia en España y vuelva a imperar la cordura, el sentido de la alta política y de la máxima responsabilidad respecto a los asuntos de Estado. Gobernar un país tan complejo como el nuestro requiere hoy más que nunca la necesidad y la gestión de políticos de elevada talla moral, así como estar absolutamente comprometidos con un régimen democrático y constitucional, a sabiendas que será necesario acometer reformas legales que ayuden a afrontar los retos de la próxima legislatura. De lo contrario serán los “hombres de negro”-ahora instalados en España para estudiar la economía española- quienes nos pongan en cintura con un nuevo plan de estabilización fiscal y ajustes presupuestarios. Entonces sí que nos refugiaremos en la poesía y el cancionero del Nobel Bob Dylan.