¿Piso en la playa o la sierra? Ventajas e inconvenientes de cada opción

Una playa de Las Palmas. / Foto: El Coleccionista de Instantes Flickr.
Una playa de Las Palmas. / Foto: El Coleccionista de Instantes Flickr.

Redacción. En plena recuperación del sector inmobiliario, con la racha de encarecimiento del suelo más próspera desde antes de la crisis, muchos son los interesados en adquirir una primera o segunda vivienda. Bien sea por necesidad o como inversión, todo apunta a que nos encontramos ante el momento ideal para iniciar operaciones de compra-venta.

Una vez decididos a ello, nos enfrentamos a una serie de dudas recurrentes. Entre otras: ¿qué tipo de inmueble nos interesa? ¿Dónde nos gustaría vivir? Frente a la posibilidad de escoger la ciudad como escenario cotidiano, hay quienes optan por paisajes más amables y, sobre todo en el caso de una segunda vivienda, que hagan las veces de bálsamo contra el estrés de la vida moderna.

En este sentido, la costa y la montaña se presentan como opciones muy atractivas. Pero, ¿por cuál de ellas decantarse? ¿Cuál se adaptará mejor a nuestros gustos y requisitos?

No queda tan lejos la popularización de los pisos de playa durante los años 80 y 90. Más cercana es aún la fiebre típica del boom inmobiliario, cuando en cualquier municipio de la costa española era imposible comprar por debajo 1.000 € el metro cuadrado. En la actualidad, en un panorama que oscila entre el abaratamiento considerable de los inmuebles y la recuperación del sector, parece que los pisos en la playa vuelven a ser una opción de compra muy atractiva.

Entre las ventajas de disponer de una vivienda costera tenemos: el uso y disfrute de las playas en familia, la inyección anímica que supone vivir o pasar unos días junto al mar, las propiedades terapéuticas del agua de mar, o la tranquilidad que aportan los paseos y la contemplación de las puestas de sol.

En el reverso de la moneda, algunos inconvenientes: el viento, el probable peligro que supone la presencia de medusas, problemas físicos como el dolor de ojos debido a la arena y al viento, o dificultades a la hora de aparcar (dependiendo de la popularidad de la zona).

Como es de esperar, muchos de estos inconvenientes nunca los sufriremos si vivimos en la montaña. Desde las sierras pirenaicas hasta el sistema Bético, pasando por Toledo, Ciudad Real o el norte de Madrid, nos topamos con una amplia oferta de pisos, chalets, apartamentos y adosados. En este caso, la yuxtaposición entre aire puro y paisajes únicos es una razón de peso para optar por la montaña, en detrimento de la playa.

También lo son la posibilidad de llevar a cabo una gran variedad de deportes o la mejora de la salud física y mental. Sin embargo, la sierra tampoco está exenta de inconvenientes: las posibles dificultades de acceso a nuestra vivienda, los considerables contrastes térmicos entre el día y la noche, la sensación de aislamiento en lugares poco habitados, o el peligro de extravío en los alrededores.

Como se ve, no existe una fórmula mágica que aúne lo mejor de la playa y de la montaña. Aunque quizás sí que haya una solución intermedia… Y es que zonas como Huelva, Cádiz, Galicia, Asturias o Cantabria cuentan con el privilegio de combinar mar y montaña.

No obstante, en este aspecto, el archipiélago canario se lleva la palma y es uno de los destinos favoritos del comprador nacional e internacional. Más allá de sus encomiables condiciones atmosféricas y geográficas, el sector inmobiliario acompaña a las provincias de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. Y no tiene por qué ser una opción cara, como lo demuestran promociones inmobiliarias como las últimas de Haya Real Estate.

Según el último índice Tinsa IMIE de Mercados Locales, las Islas Canarias presentan un crecimiento interanual del 2,4%. Además, en lo que respecta a la liquidez (los meses necesarios para vender una vivienda) el archipiélago muestra una especial facilidad en las operaciones de compra-venta. Y es que, mientras la media nacional está en los 10,5 meses, en Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife la baremación se sitúa en los 7 y 7,1 meses, respectivamente. Se trata del mejor resultado en las costas españolas.

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