José Mora Galiana. Antes y después del 20 de diciembre de 2015, he considerado una buena noticia el que, en España, se ampliara la correlación de fuerzas políticas y también el que cierto clamor callejero más juvenil, universitario o representativo del trabajo precario y la exclusión entrara en la escena política del Congreso. Después sólo lamenté que, a pesar de corrupciones sistémicas, recortes, y gobierno por Decreto-Ley, el Partido Popular (PP) tuviera “mayoría absoluta” en el Senado, lo que dificultaría o impediría cualquier Reforma Constitucional.
Imaginé que la fuerza de Ciudadanos habría podido restar más votos al PP. No obstante me parecía positivo el que emergieran personas de nuevo cuño, aunque ahora me hayan chocado ciertas tácticas teatrales y audiovisuales de no clara estrategia política, de escasa capacidad de diálogo y razonamiento discursivo, y de poca efectividad o viabilidad programática.
Federico Mayor Zaragoza, en Intolerable acoso de los mercados a la democracia (Posted: 27 Jan 2016 10:06 AM PST), nos invita a reflexionar sobre lo siguiente: «Igual que sucedió en procesos electorales anteriores –por ejemplo en Brasil o en Argentina- está ahora produciéndose en nuestro país una tumultuosa reacción de los «mercados» para que no se altere la «estabilidad económica» de España.
O te sometes a las directrices neoliberales –Obama no lo ha hecho- o más aguda será una situación que favorecerá la huida de los capitales.
Veamos algunos títulos de los últimos días: «Las dudas sobre la economía lastran a la banca y golpean duro a las bolsas»; «La UE alerta a España del riesgo inminente sobre su economía»; «Bruselas avisa del riesgo de la alta deuda pública en España»; «Prima de riesgo económica»…
Parece ser que nos hemos habituado a la mayoría absoluta de tal forma que, después de cinco años de «leyes rodillo», ya nadie sabe en realidad lo que es una democracia genuina.
Por fortuna, la «mayoría absoluta» ya ha pasado y no debería nunca más volver, porque la palabra «absoluta» es, precisamente, la antítesis de democracia…”
Me pregunto tan sólo si seremos capaces de evolucionar de forma responsable para no frustrar ni romper ni deteriorar la convivencia, en una sociedad que tiene quizás, al menos, como cuatro estratos sociales distintos (uno de ellos en la exclusión y en situación de pobreza relativa, pero grave y severa) y con un 25% (o más) de la población activa en paro.
La actual Constitución, envejecida con el tiempo, pero que puede ayudar a caminar de la Ley a la Ley, conforme a lo que es el Derecho y pueda ser lo justo, dice que el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y por medio del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno (art. 99,1). El candidato propuesto… expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara (art. 99,2).
En este punto se truncó el procedimiento por el desplante del actual presidente del Gobierno en funciones, cuyas razones han sido ampliamente expuestas por él mismo. Hay, pues, una situación de desconfianza difícil o muy difícil de desbloquear. Tras otra ronda de consultas, entraremos ahora en “sucesivas propuestas” (art. 99,4).
Dice el art. 99,5: “Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del presidente del Congreso”.
¿Qué ocurrirá? Difícil cualquier predicción a corto, medio o más largo plazo. Pero sería buena noticia centrarse en un programa de gobierno factible y viable y llegar a acuerdos para continuar por una vía de evolución responsable, verdadera revolución cultural en la España de estos momentos históricos.