‘Aprendiendo a conducir’, una película entretenida y divertida

Escena de la película 'Aprendiendo a conducir'.
Escena de la película 'Aprendiendo a conducir'.
Escena de la película ‘Aprendiendo a conducir’.

Carlos Fernández / @karlos686. Isabel Coixet es una directora que en sus anteriores películas (Ayer no termina nunca, Mi otro yo) se ponía a sí misma casi en ridículo con un cine pretenciosamente lleno de historia y superficialmente vacío donde no consiguió conectar ni con el público ni con la taquilla. El problema de Coixet reside en que quiere contar demasiadas cosas en una sola película y para hacer eso se desvía casi siempre por carreteras totalmente alejadas de su intención inicial. La directora de las magníficas Mi vida sin mí y La vida secreta de las palabras parece haber perdido su sello, su autoría y su capacidad de trasmitir emociones.

Aprendiendo a conducir es el soplo de aire más fresco que recibimos en mucho tiempo por parte de la directora catalana. No es una película sin estructura o sin fundamento pero sí previsible y olvidable. Lo que le pasa a los grandes directores, como Coixet que innegablemente lo es o al menos lo era, es que cuando hacen una película “más baja” se le achaca demasiada presión a su persona y a su talento.

Personalmente Coixet no me cae bien y de toda su filmografía sólo he disfrutado de las dos películas que mencioné anteriormente, pero eso no quita que Aprendiendo a conducir, más allá de su falta de espiritualidad, que tanto demanda, sea entretenida y divertida.

La historia es la de siempre, sin embargo algún momento dramático me sobrecogió y algún momento cómico me divirtió. Más allá de todo ello, las interpretaciones de Patricia Clarkson y Ben Kingsley son soberbias, como de costumbre, pero su talento está al servicio de una película que olvidarás nada más salgas de la sala, aunque mientras estés en ella no te aburrirá ni disgustará del todo.

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