Carlos Fernández / @karlos686. David Lunch, Terrence Malick, Nicolas Winding Refn, Christopher Nolan…el número de directores del que bebe el recién estrenado Ryan Gosling como director y guionista parece innumerable. La película Lost river, que llega con un año de retraso a España puesto que su estreno fue en la última edición del festival de Cannes (con críticas bastantes negativas por cierto), es una película con una estética tan deforme como espectacular. Es decir, nos encontramos ante una película donde todo lo que reluce no viene a cuento. La base del cine surrealista es deformar la realidad de manera estética (como muchos de los directores mencionados arriba han hecho en sus películas) pero Gosling, recordemos que es su ópera prima, se ha dedicado a jugar y a crear imágenes que se encadenan una detrás de otra sin dejar que crezcan o se relacionen entre sí.
Se trata de una película presuntuosa con aires de grandeza que parece resultado de sorbos inagotables de Holy motors, Solo Dios perdona, Malas tierras (ojo a las escenas de casa ardiendo) o cualquiera de David Lynch (especialmente Carrera perdida y Corazón salvaje). Sorbo por aquí, sorbo por allá….la película se queda sin voz propia y Lost river, pese a su gigantesca fotografía y poder visual, no tiene. La supuesta emoción que pretende ser impuesta por las imágenes solo da lugar a una película experimental que no lo es aunque haya sido calificada como tal, puesto que todo lo visto en la película está hecho y además mejor. Ryan Gosling ha demostrado saber crear imágenes parecidas a postales dignas de un instagram de fotos preciosas pero no se ha preocupado por la estructura, contar una historia ni de tener estilo propio y a pesar de varios momentos intensos e interesantes (la primera visita al misterioso club) la película acaba por perder el interés del espectador. Lost river es un claro ejemplo de cómo una buena imaginación visual no hace siempre una buena película.