A.R.E. Acaba de comenzar la 18 edición del Festival de Cine Español de Málaga y lo ha hecho con la proyección de la cinta Campanadas a medianoche, que la organización de la muestra ha encumbrado este año como Película de Oro. Dirigida y protagonizada por el gran Orson Welles cumple este 2015 los 50 años de su estreno, un momento ideal para rescatar del olvido este documento que exhibe la riqueza paisajística de España, pues fue rodada en diferentes enclaves de toda nuestra geografía.
Campanadas a medianoche fue un gran reto de su director, que encontró en la persona de Emiliano Piedra un productor cómplice que le ayudó a sacar adelante este proyecto, no exento de grandes anécdotas. Para empezar, quienes no hayan podido disfrutar de esta cinta, una coproducción hispano-suiza, debe saber que se enmarca en Inglaterra durante los siglos XIV y XV, en la Guerra de los Cien Años y se centra en las relaciones de amistad, traición y poder entre el rey Enrique IV, su hijo y sir John Falstaff, al que da vida el propio Orson Welles. El guión está inspirado en diversas obras de William Shakespeare –Enrique IV, Enrique V, Las alegres comadres de Windsor y Ricardo II-, y tiene como hilo conductor al citado caballero.
La película fue filmada en inglés, aunque en emplazamientos españoles. Curiosamente su grabación coincidió en el tiempo, e incluso en el espacio, con la de otra gran obra maestra que este año también cumple sus bodas de oro: Doctor Zhivago, de David Lean. Gran parte de las grabaciones de esta última tuvieron lugar en Soria, donde el equipo estuvo realizando tomas algo más de un año. Por las mismas fechas, Welles captó la única escena que filmó en esta ciudad castellanoleonesa para su cinta, la del entierro en la iglesia de Santo Domingo, de la que se aprecia claramente su monumental fachada en el metraje.
Uno de los lugares donde se recuerda con especial cariño el rodaje de Campanadas a medianoche es la localidad soriana de Calatañazor. El historiador y experto en cinematografía Julián de la Llana comenta divertido que cuando Welles llegó a este pueblo nadie sabía quién era. Pocos podrían conocer que aquel hombre había logrado, unos 20 años atrás, que la Armada de Estados Unidos pusiera en alerta a sus efectivos y que cundiera el pánico en un país entero por una transmisión radiofónica en la que actualizaba la novela de ciencia ficción de HG Wells La guerra de los mundos.
Durante los días que aquel desconocido Welles pasó en Calatañazor, se desató una pequeña polémica por un tema relacionado con el suministro eléctrico. Un vecino del municipio, Víctor Ondategui, aún recuerda aquel percance: “durante el día, cuando rodaban, quitaban parte del cableado que venía del molino que, aunque con poca potencia, daba para ver de noche y encender alguna radio. Cada día quitaban y ponían los cables de la luz, así durante casi dos meses, entre finales de noviembre de 1964 y enero de 1965, e incluso en alguna ocasión no pudieron reenganchar la luz y dejaron el pueblo a oscuras”.
A sus 54 años, Ondategui recuerda bien aquel rodaje que revolucionó a la localidad. Él tenía unos cinco años, pero tiene grabada la imagen de Welles en su retina, un hombre que los saludaba, a él y a su hermano, cuando iba a su casa, dándoles un beso en el pelo. Acudía a veces a su domicilio a merendar o a tomar un trago y luego se marchaba a Soria, ya que el equipo de la película tenía allí el alojamiento.
“Toda la infraestructura que implicaba un montaje resultaba asombrosa para nosotros, un pueblo en la meseta del Duero perdido de la civilización”, asegura Ondategui rememorando aquellos días de su infancia. Entre lo que más les llamaba la atención se encontraba un generador de luz y un restaurante móvil para los actores y la dirección: “yo los miraba durante los ensayos, porque cuando empezaban a rodar no nos dejaban asomar la nariz por allí”.
Por las calles de Calatañazor pasean los personajes de Campanadas a medianoche, aunque en la cinta también puede contemplarse el monasterio cisterciense de Santa María de Huerta, los parajes junto a Piqueras de Barriomartín o la Casa de Campo de Madrid, en la que se recreó la Batalla de Shrewsbury, siendo los mismos actores soldados de ambos bandos (se cambiaban de uniforma para interpretar a los del ejército contrario).
Ávila, Cardona, Medinaceli… el rodaje fue un ir y venir durante seis meses, a pesar de que inicialmente estaba programado para 12 semanas y, una vez se estrenó, su acogida no fue especialmente buena entre el público americano. Sin embargo, para Welles, Campanadas de medianoche fue su obra preferida, una muestra más de su maestría delante y detrás de la cámara y con una temática muy actual a pesar de haber alcanzado el medio siglo.