José Manuel Brunet Sahún. Hay gente buena pero también mala. La hay perversa pero existe la sublime. Unos con conductas reprobables, otros admirables y encomiables. ¿Por qué esa diferencia? ¿Qué ¨hace¨ ser bueno o malo? ¿O las dos cosas a un mismo tiempo en la conducta vivencial y temporal?
Clase de Filosofía de sexto de Bachillerato, del Plan de Estudios de aquellos años 60, con textos de la Editorial S.M. El profesor apunta en la pizarra negra con tiza blanca, la frase del filósofo de turno: «El hombre es un amasijo de bajas pasiones y sublimes grandezas». Antes de iniciar todo comentario, surge la pregunta: ¿quién de ustedes me puede explicar qué quiere decirnos el autor en este enunciado? La ignorancia inteligente opta por el silencio en la respuesta. Y el profesor se arranca desgranando cada palabra gramatical en el contexto de la frase filosófica. Todo está claro hasta que el análisis llega a “amasijo”.
Dentro de cada ser humano existen en potencia “las bajas pasiones y las sublimes grandezas” pero ¿y el amasijo? Pues sí: mezcladas y revueltas, en revoltillo de bondad y maldad, de virtud y bajeza, de nobleza y mezquindad. El héroe y el santo “revueltos” y “amasijados” con el criminal y el asesino. Así es el ser humano. No mitad bueno ni mitad malo: todo revoltijado y amasijado. Los medios de comunicación inciden preferentemente y casi en exclusividad en las noticias malas. Bajas pasiones del amasijo. Pero hay obras buenas, sublimes grandezas en el revoltillo de ese mismo hombre.
En cierta ocasión y en una charla de ayuda a la reinserción social con presos motivados a ella, les pregunté: «¿ustedes por qué están ahí sentados y escuchando? Y yo aquí, en la tarima del aula y hablando?». Les transmití mi opinión en forma de respuesta: “Pues porque a ustedes los han “pillado” y a mí, no”.
Si todos somos y tenemos bajas pasiones y sublimes grandezas… ¿somos “otra persona” cuando ejercemos unas u otras? ¿Cuáles predominan en nosotros? Según las noticias mediáticas, lo negativo y perverso se impone y se constata y, por ello, se enumera, se cuenta, se juzga y se castiga. Y ¿qué hacemos con las sublimes grandezas que también se ejercen en buen número por aquello que se depositan en el mismo “cofre” que las anteriores? Quiero, por ejemplo, imaginarme un telediario donde todo lo narrado, contado y explicado ha sido positivo, bueno, sublime… Si un preso tiene bajas pasiones y por ellas ha sido castigado, ¿se le pueden premiar presuntamente sus sublimes grandezas? Demasiado compleja la pregunta. Demasiadas preguntas.
Aquel examen lo suspendí a pesar de necesitar una buena calificación. Hoy la pregunta y el enunciado siguen igual de vigentes que en la Filosofía de aquel Plan de Estudios. La culpa no es de los buenos ni de los malos. La culpa la tiene el amasijo.
5 comentarios en «Memoria de lo aprendido»
Querido José Manuel
Felicidades por este primer artículo en la sección de firmas. Muy ilustrativo de las personas de nuestro tiempo.
Ya estamos deseando leer el próximo.
Un abrazo
Francis
Enhorabuena. Me ha gustado el tema y la forma tan coloquial de desarrollarlo
Jose Manuel eres un crack , me ha encantado el artículo espero el siguiente con impaciencia. Felicidades Alumni
sublime! 😉
Interesante artículo…que me recuerda aquella frase de Ortega: «Yo soy yo y mis circunstancias». Y en esas circunstancias están todas esas sublimes grandezas y bajas pasiones.
El problema de fondo es que la sociedad siempre responsabiliza a la gente por sus acciones y en función de esas acciones reciben castigos, y pocas veces premios.
Para la sociedad está claro que la responsabilidad por nuestras acciones requiere libre albedrío previo; o sea la posibilidad de escoger entre distintas alternativas.
Aunque sabemos que no siempre es así, ya que nuestras circunstancias pueden limitar nuestro abanico de posibilidades a escoger. Lo que de verdad pienso es que nadie es absolutamente malvado ni nadie es absolutamente perverso «per se».