

Ana Rodríguez. La actriz española Conchita Montenegro tuvo una vida apasionante. Su historia es una de esas en las que la realidad supera ampliamente a la ficción, no teniendo parangón sus hazañas con los argumentos de las numerosas películas que protagonizó. Fue una gran diva de Hollywood, la llamaban la Greta Garbo española; tuvo a sus pies a grandes galanes de los años 30; se enamoró de un espía británico –también actor, Leslie Howard- y se casó en segundas nupcias con un alto cargo del régimen franquista, Ricardo Giménez-Arnau.


Si Montenegro viviera ahora, tendría una consideración similar a la de Penélope Cruz o Paz Vega, una mujer muy hermosa que llegó a lo más alto de la industria cinematográfica en una época muy difícil de la historia de España. De hecho, se puede decir que de manera colateral, casi sin saberlo, jugó un curioso papel en las relaciones entre Gran Bretaña y nuestro país durante la II Guerra Mundial, propiciando que Franco se mantuviera neutral durante la contienda.
Pero para entender esto último, es necesario conocer con más detalle a Conchita, o como se llamaba en realidad, Concepción Andrés Picado. Esta gran mujer nació en San Sebastián en 1911, aunque siendo aún una niña se trasladó a Madrid, donde comenzó a formarse para convertirse en actriz, enseñanzas que completó en la Escuela del Teatro de la Ópera de París. Siendo muy joven se lanzó a los escenarios junto a una de sus hermanas, Juanita, con la que formó un dúo de baile denominado ‘Las Dresnas de Montengro’, recorriendo diversas capitales europeas.


Su estreno en el mundo del celuloide llegó en 1927, con la película La muñeca rota, del director Reinhardt Blotner, a la que siguió Rosa de Madrid, de Eusebio Fernández; Sortilegio de Agustín de Figueroa y la cinta de cine mudo que la catapultó a Hollywood, la francesa La femme et le pantin (La mujer y el pelele), de Jacques de Baroncelli. En ella, una Conchita de 16 años aparecía completamente desnuda, bailando en un tablao y reflejada en una botella. Aquello llamó la atención de la industria americana y la joven cruzó el charco en 1930, inicialmente para grabar versiones en castellano de películas de éxito en inglés, ya que por entonces no existía el doblaje.


La actriz llegó a USA con 19 años y un contrato por uno con la Metro-Goldwyn-Mayer. Sobre sus primeros meses en América, Montenegro habla en una entrevista que concedió en 1942 a la revista Cámara y que Álvaro Armero reproduce en su libro Una aventura americana: españoles en Hollywood. En aquel reportaje, la española afirmaba: “Querían que trabajase enseguida. Desgraciadamente, no sabía decir entonces más palabras inglesas que okay, all right y ham and eggs. Edgar Neville que andaba también por esas tierras, se encargó de iniciarme en la materia. Estudiaba por las noches. Un día llamaron a mi puerta. Abrí, extrañada, sin imaginarme quién pudiera venir a esas horas. ‘Soy el nuevo profesor’, me dijo un hombre de pelo cano y sonrisa de niño. Apenas lo reconocí. Charles Chaplin acostumbraba a gastar bromas de ese género a todos los nuevos de Hollywood”.


Pero su anécdota con el gran maestro del cine mudo no fue, en absoluto, la más sonada por entonces. Conchita causó furor cuando, en una prueba, se negó a besar al mismísimo Clark Gable: “Mi primera prueba, ¡ahí es nada!, fue con Clark Gable. Me hicieron vestir, si le llaman vestir a una mujer cubrir su cuerpo con hierbas de hawaiana. (…) Aquello me daba mucha vergüenza. Mi rubor aumentó considerablemente cuando llegó el instante del beso; un beso apasionado y verídico. Creí que iba a morir. Y Clark buceó con sus labios inútilmente cerca de mi cara. Me negué a besarle. Precisamente el gesto de abandono y repulsión que adopté gustó extraordinariamente. Lionel Barrymore, experto en la materia, afirmó: ‘Esta chiquilla dará mucho juego”. Así relataba la española aquel lance en la citada entrevista.


Por aquel entonces, Conchita rodó numerosas películas, tanto en español como en inglés, idioma que aprendió en pocos meses gracias a la ayuda de sus ‘famosos’ profesores. Entre estos títulos se encontraban ¡De frente, marchen! (1930), de Edward Sedgwick, compartiendo papel protagonista con Buster Keaton; En cada puerto un amor (1931), de Marcel Silver; Strangers may kiss (1931), de George Fitzmaurice y Never the twain shall meet (1931), de W.S. Van Dyke.
En esta última cinta, traducida al castellano como Prohibido, trabajó por primera vez Montenegro con quien se convertiría en uno de los hombres más importante de su vida, el protagonista de Lo que el viento se llevó, Leslie Howard. A pesar de que a la española se le atribuyeron romances con Charles Chaplin, Buster Keaton, Edgar Neville y Charles Boyer, entre otros galanes, fue el británico un hombre que la marcó profundamente. Como explica en uno de sus artículos José Rey-Ximena, autor del libro El vuelo de Ibis que narra la vida del actor, Conchita y Leslie “vivieron un apasionado romance, en el que la diferencia de edad —ella tenía 19 años, él era un cuarentón—, más que un problema fue un aliciente, sobre todo para el actor”. La faceta menos conocida del inglés es que era, además, un destacado activo de su Gobierno, un espía al servicio de Su Majestad. Esta cara acabaría afectando en el futuro a Conchita, que confesaría en sus últimos días datos reveladores de Howard al investigador José Rey-Ximena.


Pero no adelantemos acontecimientos. La española triunfa a principios de los años 30 en Hollywood, pero aún así la Metro no le renueva el contrato, pasando la actriz a formar parte de la Fox Film Corporation. Graba nuevas películas, entre ellas The cisco kid (1931), de I. Cummings; Dos noches (1933), de Carlos Borcosque; Laughing at life (1933)de Ford L. Beebe; Handy Andy (1934) de David Butler; Caravane (1934) de Erik Charrell; y Hell in heavens (1934) de John G. Blystone.
A pesar de su éxito, en mayo de 1935 la productora tampoco prorroga su contrato, y la española parte hacia Europa, casándose ese mismo año en París con el galán brasileño Raoul Roulien, su pareja en las películas Granaderos del Amor (1934), de John Reinhardt, y ¡Asegure a su mujer! (1935), de Lewis Seiler.


Durante esta etapa, rueda a las órdenes de consagrados directores europeos como Jean Choux, Robert Siodmak, Richard Pottier, Jean Stelli, Jacques Becker, Luis Marquina, Carmine Gallone, Mario Bonnard y Ladislao Vajda. Con su esposo como director hizo las versiones española y portuguesa de la película El grito de la juventud, divorciándose nada más terminar los rodajes de ambas cintas.


Finalmente, en 1942, después de 12 años, Conchita retorna a su país natal, donde fue recibida como la estrella que era. Pronto comenzó a rodar nuevas películas, concretamente fueron cinco: Rojo y negro, de Carlos Arévalo, que paradójicamente la censura acabó retirando de cartel a las tres semanas de su estreno; Boda en el infierno de Antonio Román; Aventura, de Jerónimo Mihura; Ídolos, de Florián Rey y Lola Montes (1944), también de Antonio Román, su último film. Tras éste la actriz se casó y se retiró completamente, quedando su figura sepultada bajo un mar de olvido. Pero… ¿qué la movió a ello?
Los dos últimos años de carrera profesional de la donostiarra estuvieron marcados por dos hombres de ideologías políticas opuestas: el actor y espía británico Leslie Howard y su por entonces novio, Ricardo Giménez-Arnau, jefe de la Falange Exterior.


Históricamente, en aquella fecha Hitler avanzaba con fuerza y Gran Bretaña necesitaba enviar un mensaje a Franco para pedirle que se mantuviera al margen en la II Guerra Mundial. No podían, según explica el investigador José Rey-Ximena, utilizar al embajador inglés en España, sir Samuel Hoare, para ello, pues llevaba tiempo conspirando para devolver la monarquía a España en la persona del Conde de Barcelona.
En esta tesitura, los británicos recordaron la relación de uno de sus activos, Howard, con la bella actriz española y lo bien relacionada que ésta estaba dentro del régimen franquista, pues no sólo su pareja era un alto cargo en el mismo, también su futuro cuñado, José Antonio, era el jefe de prensa de la Falange y otro, Enrique, era el secretario del ministro Serrano Súñer, además de uno de los diez invitados a la cena que Hitler ofreció a Franco en Hendaya en octubre de 1940. Como sintetiza en uno de sus textos José Rey-Ximena: “Él (Leslie) seguía ejerciendo su poder sobre Conchita y Conchita sobre estos jefazos del Régimen y sobre un general Franco, cautivo por el cine”.


Así pues, con la excusa de ofrecer una conferencia sobre Hamlet en el Instituto Británico de Madrid, Leslie Howard llegó a España en la primavera de 1943. Durante su estancia, se vio en numerosas ocasiones con Conchita, existiendo fotos de ambos en los estudios donde la actriz rodaba en esos momentos Ídolos, en la terraza del Hotel Ritz, donde se hospedaba Leslie o en una fiesta flamenca celebrada en el Instituto Británico.
Finalmente –no sabemos si con mucha o poca ayuda de Montenegro- Howard se entrevistó con Franco con el pretexto de ofrecerse a hacer el papel de Cristóbal Colón en una película para mostrar la grandeza de España. Entonces le entregó el mensaje de Winston Churchill pidiéndole que no cediera a las presiones de Hitler y Mussolini.


Tras cumplir su misión, el espía volvía al Reino Unido el 1 de junio de 1943 en un avión civil (Ibis) cuando cazas alemanes, que escoltaban por aire un submarino, abrieron fuego, haciendo que su avión se estrellara cerca de las playas gallegas de Cedeira. Cuatro meses después, Franco retiraba a la División Azul del frente ruso y declaraba la neutralidad de España en la II Guerra Mundial.
“Conchita Montenegro sufrió una terrible depresión por el asesinato de su antiguo amor. Tras terminar la película Lola Montes, se retira del mundo del cine, quema todos sus recuerdos y se niega a conceder entrevista alguna. Hasta rechaza el homenaje que le quiso tributar su ciudad natal en el Festival de Cine de San Sebastián”, explica Rey-Ximena, quien pudo conversar con la actriz antes de que ésta falleciera en 2007. “Conchita Montenegro no quiso irse del mundo sin desvelar el acto heroico de Leslie: gracias a él, en teoría, se consiguió que España no entrara en la guerra”, indica el investigador.


Este viaje apasionante de Leslie Howard a España fue narrado en la novela El vuelo de Ibis por José Rey-Ximena y ahora el autor, según confiesa, lo ha adaptado a un guión cinematográfico que se llevará a la gran pantalla en un futuro próximo. Lo cual mueve a plantearse la siguiente cuestión: ¿qué actriz podría hacer el papel de Conchita?
La gran diva se quedó viuda en 1972 y murió en Madrid sin dejar descendencia a la edad de 95 años. Desde su retiro no quiso saber nada del mundo del celuloide, de la prensa o de homenajes, declinando asimismo la Medalla al Mérito Artístico que el Ministerio de Cultura quiso concederle en 1990.


Tal vez fuera su dolor por la muerte de Leslie o quizás que, tras su matrimonio con Ricardo Giménez-Arnau, no estuviera bien visto ejercer otro papel que no fuera el de amante esposa. El caso es que después de 37 películas -18 de ellas en Hollywood- la primera española que triunfó en la meca del cine se retiró para siempre de la gran pantalla. Su figura, puede que por su insistencia en refugiarse en su vida privada, ha pasado bastante desapercibida en la historia de nuestro cine, cuando bien merece ser la completa protagonista de una película, la de su intensa vida.
Nunca es tarde para conocer y disfrutar de estas figuras que pasaron de puntillas pero que sin duda vivieron tan intensamente. Muchas gracias.
No pasó de puntillas, sejó una gran impronta con su intensa actividal profesional con caracter y dignidad de mujer española.
Sabía que Leslie Howard era un espía británico y que fue derribado por caza nazis sobre la ertical de San Andrés de Teixido (Coruña) pero no sabía que había sido amante de Conchita Montenegro y esposa de un fascista como Ricardo Jiménez-Arnau.Lo pequeño que es el mundo.
Historia ejemplar que tendria que ser conocida por todos los que lo deseen. Asi como todos los espias masc. y feme .que actuaron en favor al regimen.