Francisco J. Martínez-López. Una de las temporadas que pasaba Frank Sinatra en Nueva York, ya consagrado, en uno de los pocos restaurantes donde solía invitar a cenar a amigos, un colega le pidió un favor. Estaba cenando con una chica, y quería impresionarla. Así que solicitó a Fran que pasara por la mesa, como el que no quería la cosa, y le saludara con naturalidad. Así lo hizo. Fran se acercó y le saludó amablemente. Entonces el colega le respondió algo así como: “Fran, ahora no ¿es que no ves que estoy cenando?”
Este año, la voz, old blue eyes, habría cumplido un siglo. Hay varios actos planificados en la ciudad para conmemorar el aniversario en los próximos meses. He leído un artículo sobre esto, donde se contaban anécdotas graciosas del cantante, como ésta, y no me he podido resistir a compartirla; aunque eso ya me haya obligado a documentarme un poco para producir material original; que uno intenta sólo coger inspiración de otros sitios, no parafrasear contenidos, claro.
Quien me siga sabrá que a NYC la tengo en un lugar especial de mi corazón, y la emblemática canción New York, New York, que es himno oficioso de la ciudad, oficial de los Yankees (la ponen por megafonía al terminar los partidos en su estadio del Bronx), me trae buenos recuerdos, que son aquellos con los que he tendido a quedarme. Aunque, a decir verdad, como intuirán muchos, por lo que hayan podido coger de aquí y de allá en algunas de mis columnas pasadas, yo me identifico con eso que leí un día en algún lugar–no sé si será una frase extendida o una reflexión que compartió alguien en la web y tuve la suerte de ver: “New York, I love you… sometimes”. La canción, sin embargo, no es original de Sinatra. Fue escrita para la banda sonora de la película New York, New York (1977) de Martin Scorsese, e interpretada en la película por Liza Minelli; entre el reparto había otros grandes actores, también habituales de Scorsese, como Robert de Niro, pero fue una película musical que no trascendió demasiado. Sinatra la inmortalizó al adaptarla e incluirla en un disco que sacó a finales de los setenta.
La vida de Sinatra fue realmente intrigante, de película, aunque no ligera, como los musicales que solía interpretar cuando era joven. Quizá, por esto, él una vez dijo: “Cualquier cosa que se haya dicho de mí es irrelevante. Cuando canto, creo”. Tuvo su lado oscuro. ¿Alguna vez han escuchado a alguien hacer un comentario, a propósito del libro de Puzzo y la película adaptada El Padrino, que el cantante, protegido de la familia, Johnny Fontane, creo que sale en la primera parte de la película, donde actúa Brando, estaba inspirado en Sinatra? Yo lo he escuchado varias veces. No me extrañaría, aunque la realidad supera la ficción. En algunos documentos que he consultado, se aporta información que recuerda varias escenas de la película. Como, por ejemplo, esa vez que alguien, creo recordar que un empresario de la industria cinematográfica, no estaba por la labor de atender las sugerencias de la familia para que apostara por un joven cantante, y el hombre se levantó sobresaltado una mañana porque se encontró una cabeza de caballo entre las sábanas de su cama. Por lo visto, una forma que tenía la mafia para enviar un mensaje tipo: “como no hagas lo que queremos, esto es lo que te espera…muerte”, era hacer llegar una cabeza afeitada de cordero; en la película utilizaron la de un caballo, creo que de carreras, que era propiedad del empresario; quizá esté equivocado, mi memoria es cada vez más imprecisa. Bien, ¿saben que Sinatra recibió esa cabeza durante la presidencia de Kennedy? Luego lo cuento.
La relación de Sinatra con la mafia italoamericana está fuera de duda y se documenta con miles de páginas de investigaciones llevadas a cabo durante décadas por el FBI. A un conocido le preguntaron, ya después de muerto, si un artista del talento incuestionable de Sinatra no habría triunfado sin relacionarse con la mafia. ¿Qué necesidad tenía de hacerlo? Él se sentía más seguro, comentó. En el tiempo en que Sinatra comenzó su carrera, contar con la ayuda de la mafia era clave. Tenía influencia en la industria musical, desde la producción, en discográficas, hasta la distribución, con las antiguas jukebox que había en los locales, salas importantes de conciertos en el país, etc. Seguramente, habría muchos con el talento de Sinatra que no llegaron a nada. El apoyo de la mafia debió ser determinante, por lo que casi irrenunciable si se quería triunfar sin otro tipo de ayuda. Uno de los mafiosos más importantes de entonces, considerado el líder de la mafia estadounidense, era Lucky Luciano, con sede en Nueva York en esa época. Es curioso, pero los padres de Sinatra procedían, y parece que coincidieron en el tiempo también allí, de la misma población de Sicilia que Luciano. Se piensa que se conocían, y esto facilitó los contactos iniciales. Estas relaciones, de Sinatra con la mafia, se fueron extendiendo y reafirmando.
Hay una historia curiosa sobre esto, relacionada con una foto en la que un Sinatra próximo a retirarse aparece en actitud afectiva y familiar junto a tres capos de la mafia estadounidense– Tommy “Gordo” Marson, Don Carlo Gambino “El Padrino”, y Jimmy “La comadreja” – tras un concierto. La explicación que dio al ser preguntado por esto, en una comisión de investigación ante la que tuvo que comparecer, es que había mucha gente por allí que no conocía, saludándolo y echándose fotos con él. Un fiscal federal, preguntado por esta explicación, respondió, irónico, que parece que fue una casualidad que esas personas aparecieran por allí, por la zona de los camerinos, y que fueran unos de los mafiosos más importantes del momento.
En otra ocasión, Sinatra tuvo que dar explicaciones sobre un viaje que hizo a Cuba, supuestamente llevando una maleta con varios millones de dólares para Lucky Luciano, en ese momento en un hotel de la Habana, después de que fuera expulsado de EE.UU. El encuentro con Luciano en el hotel está acreditado.
Pero quizá las conexiones entre Sinatra y la mafia estadounidense que pudo tener mayor trascendencia en la historia del país fue la supuesta intermediación que hizo entre la familia Kennedy y la mafia de Chicago para que ayudaran a JFK a llegar a la presidencia. Varias fuentes sostienen que Kennedy trató el tema directamente con Sinatra, para que hiciera de emisario ante dirigentes de la mafia. El capo con el que supuestamente trató este tema fue Sam Giancana, en ese tiempo líder de la mafia de Chicago. Kennedy ganó a Nixon por muy poco. Sinatra vivió esas elecciones con intensidad y participó en los actos de celebración de la victoria. Entonces se oyó que Sinatra estaba interesado en ser el embajador de EE.UU. en Italia; puede aquello fuera el resultado de un capricho pasajero de Sinatra, o de una sugerencia de Kennedy, aunque nada se materializó en este sentido finalmente.
Giancana estaba convencido de que, si no hubiera hecho lo que hizo para conseguir votos, Nixon habría sido el ganador. Por otro lado, a Giancana se le atribuían conexiones con la CIA. Poco después de la llegada de Kennedy a la Casa Blanca, Sinatra acompañó a Giancana un hotel de Miami donde éste se reunió con espías y exiliados cubanos para coordinar en un complot para liquidar a Fidel Castro; esto interesaba a la mafia estadounidense, por el grave perjuicio que estaba ocasionando Castro en el negocio del juego en la isla; la mafia quería recuperar sus casinos. Sin embargo, todo se truncó con la llegada de Robert Kennedy a la Fiscalía General de EE.UU. y la guerra que declaró al crimen organizado en el país. Giancana y otros capos fueron acosados por la ley desde entonces. Acorralado, parece que presionó a Sinatra para que contactara con Kennedy y le recordara los favores debidos. Pero, a diferencia de Sinatra, que siempre siguió conectado, se cree que JFK sólo utilizó a la mafia temporalmente durante las elecciones, y luego optó por cortar las comunicaciones por los riesgos inherentes a esas asociaciones; también lo hizo con Sinatra. Giancana no encontró alivio a su asedio y culpó a Sinatra de no cumplir las promesas que le pudiera hacer en su día, cuando lo convenció para que apoyaran a Kennedy. En ese tiempo es cuando Sinatra recibió la cabeza de cordero en una bandeja de plata, mientras estaba en un hotel de Miami. Hay testigos directos de esto, como el director de cine Mel Shavelson.
La personalidad de Sinatra, reconocido por el mismo, era variable, con tendencias maníaco depresivas, lo que ahora en la psiquiatría se denomina bipolaridad. Una de sus hijas sugirió que, si en aquella época hubieran existido algunas de las pastillas que luego salieron para tratar esta psicopatía, su padre lo habría sobrellevado mucho mejor. Solía beber mucho, quizá como consecuencia de esto. Se le conoce la frase: “El alcohol puede ser el peor enemigo del hombre, pero la Biblia dice: ama a tu enemigo”.
Tenía, además, un interior complejo y contradictorio. Un conocido comentó de él sus actitudes racistas en ocasiones; podía referirse en privado a algún afroamericano utilizando un adjetivo racional despectivo, pero luego tener grandes amigos negros como Sammy Davis Jr., o cruzar el país entero para participar en una bala benéfica en beneficio de la comunidad negra.
Se le conocieron muchas relaciones con mujeres, como: Marilyn Monroe, Lauren Bacall, o Judy Garland, entre otras. Estuvo casado en cuatro ocasiones. Su último matrimonio, con Barbara Max, quien estuvo con él hasta su muerte, fue el más largo. Cuando se casó por primera vez, tenía diecinueve años. Fue con una desconocida, Nancy Barbato; se casó en la ciudad de Jersey; él nació y se crio en Hobocken, Nueva Jersey; justo enfrente de Manhattan, al otro lado del Hudson. Luego vinieron Ava Gardner, y Mia Farrow, con la que había una diferencia de edad de casi tres décadas; ella tenía veintiún años; el matrimonio duró poco. Curiosamente, hace poco, Mia Farrow fue preguntada al respecto por Vanity Fair y no descartó que el padre de su hijo pudiera ser Sinatra. A propósito de esto, por cierto–porque yo me pregunto, qué interés hay en dar una respuesta de ese tipo, que relaciona un hijo con una persona con la que se ha estado casada y, por tanto, no hay nada que ocultar, salvo que no haya certeza completa de que es el padre–, me estoy acordando de algo. Un día vi una camiseta de manga corta que tenía este mensaje estampado que decía algo así como: “Soy nieto de Frank Sinatra”. Seguro que alguien estará pensando que una “versión española” de esa camiseta se podría hacer con Julio Iglesias, pero no voy a entrar en este chiste fácil.
Los que lo conocieron dicen que Frank Sinatra fue un buen tipo, que se preocupaba por la gente cercana, y que ayudó a muchos artistas. Me cuesta pensar que un cantante con esa voz y capacidad de transmitir única que tenía Sinatra no tuviera buenas cualidades humanas, aunque pudiera tener otras que las contradijeran, por eso de la personalidad compleja que también se le atribuía.
Murió en Los Ángeles. Quien visite su tumba encontrará el siguiente epitafio: “the best is yet to come” (Lo mejor aún está por llegar).