Enrique Lluch Frechina. Estaba más o menos contento con su vida. Tenía una buena casa, un buen chalet para los fines de semana, un buen coche, el último móvil del mercado y una buena familia. Le gustaba llevar un buen nivel de vida y salía frecuentemente con su mujer a cenar, con los amigos de copas y cuando tenía alguna buena oportunidad, hacía algún viajecillo al extranjero. No podía quejarse.
Sin embargo, había una cosa que no se veía desde afuera y que le preocupaba enormemente. Algo que hacía que su aparente felicidad de persona bien asentada y con un alto nivel de bienestar material no fuese todo lo perfecta que hubiese deseado. Se trataba de su trabajo. Estaba bien situado en la empresa, tenía un puesto de responsabilidad bien remunerado, pero no estaba a gusto con él. Cada día se le hacía más pesado ir a trabajar. No congeniaba con algunos de sus jefes y compañeros y el ritmo de trabajo era agotador, debía pasar muchas horas en el despacho que reducían el tiempo de estar con su familia, la tensión para lograr los objetivos que le marcaban sus superiores era cada vez más elevada y esto le hacía tener siempre los nervios crispados.
Así que decidió buscar otra ocupación, no podía aguantar la presión y veía que todo su bienestar material no le servía para estar bien por culpa de su ambiente de trabajo. Buscó con prudencia para que no se diesen cuenta en su actual ocupación y encontró varias oportunidades que podían cumplir con su necesidad de cambio.
Sin embargo tuvo miedo. Había un segundo problema con el que no había contado: estaba endeudado. A pesar de su elevado salario, se gastaba habitualmente más de lo que ingresaba y sólo las primas de final de año por su elevada productividad podían compensar sus altos gastos. Todo lo pagaba a crédito, las compras habituales con la VISA, el automóvil, la casa, el chalet. ¿Y si cambiaba y las cosas no funcionaban? ¿Qué haría con todas las deudas que tenía? Así que decidió quedarse. Era malo, trabajaba muchísimo, pero al menos tenía asegurado poder pagar las deudas.
Su superior, que se había enterado de sus intentos de buscar otra ocupación, sonrió para sí, “no hay nada mejor que trabajadores muy endeudados” pensó.
Epílogo edificante: ¿Quiénes ganan cuando una familia se endeuda en exceso? Quienes les prestan el dinero y quienes les emplean. Los primeros reciben los intereses y los segundos se aseguran que van a trabajar de valiente para poder seguir pagando sus deudas.