A.A. En el Campo de los Mártires, situado en el famoso barrio de la Judería de Córdoba, se encuentra el Monumento a los Enamorados. Esta hermosa escultura rinde homenaje a la trágica historia de amor que hace más de 900 años dos poetas cordobeses inmortalizaron en sus versos.
Wallada bint al-Mustakfi nació en la capital de al-Andalus en el año 994 durante un periodo de gran agitación política debido a la figura de Almanzor y la guerra civil que puso fin al Califato, la fitna. A pesar de esta situación, la joven creció rodeada de privilegios y recibió una buena educación, ya que se trataba de la hija de Abderramán Obaidallah al Mustafkí o Mohamed III, uno de los últimos califas cordobeses de sangre Omeya, con la esclava cristiana Amin’am. Como su padre no tuvo herederos varones, a su muerte la joven princesa de 17 años heredó sus bienes, un hecho que le permitió gozar de una libertad e independencia atípica en una mujer de su época.
La princesa Wallada era una mujer hermosa e inteligente que destacó por su carácter fuerte, un hecho que mostró abiertamente al negarse a llevar el velo, frecuentar las tertulias poéticas y participar en competiciones masculinas de completar poemas inacabados. Pero también era una mujer que deseaba extender el conocimiento, por ello abrió un salón literario en el que enseñaba a las hijas de las familias acaudaladas e iniciaba a las esclavas en el arte de la poesía y el canto. Con el tiempo, este espacio cultural se convirtió en un importante lugar encuentro de poetas y literatos.
Su modo de vida despreocupada por los convencionalismos sociales provocó que fuera criticada severamente por los integristas, quienes incluso la llamaban «perversa». Aunque su espíritu indomable también provocó la admiración de grandes figuras de la época, como el escritor Ibn Hazam y el visir Ibn Abdus.
A pesar de sus grandes logros, la princesa mantenía en secreto un amor prohibido. A sus 20 años de edad, durante una de las tertulias, la joven conoció y se enamoró perdidamente del joven y apuesto poeta Ibn Zaydun. Así comenzó una intensa y complicada relación, ya que él pertenecía a clan Banu Yahwar, rival de los Omeyas. Como su romance debía permanecer oculto, los jóvenes decidieron expresar sus sentimientos a través de la poesía.
En una de sus cartas Ibn Zaydun escribió: “Cuando tú te uniste a mí como se une el amor al corazón, y te fundiste conmigo como el alma se funde con el cuerpo, enfureció a los detractores el lugar que yo ocupaba en ti: en el corazón de todo rival arde la llama de la envidia”. Sus versos no carecían de verdad, puesto que otro hombre anhelaba desesperadamente el afecto de Wallada, Ibn Abdus.
Aunque se profesaban un gran amor, Ibn Zaydun fue descubierto con una esclava de la princesa y Wallada, al sentirse traicionada, hizo oídos sordos a las súplicas. Esos sentimientos de decepción y dolor quedaron reflejados en sus versos cargados de reproches, en ellos la princesa le acusaba no sólo de haberla engañado con su esclava sino también de tener amantes varones: “Si hubieses hecho justicia al amor que hay entre nosotros no hubieses amado ni preferido a mi esclava ni hubieses abandonado la belleza de la rama cargada de frutos ni te hubieses inclinado hacia la rama estéril siendo así que tu sabes que yo soy la luna llena en el cielo, sin embargo, te has enamorado, por mi desgracia, de Júpiter”.
Ibn Zaydun, con gran pesar y arrepentimiento, trató por todos los medios de obtener su perdón y así lo muestran sus palabras: “Desde que estas lejos de mí, el deseo de verte consume mi corazón y me hace lanzar torrentes de lágrimas mis días son ahora negros y antes, gracias a ti, mis noches eran blancas”.
Wallada, aún dolida por la traición, comenzó un romance con el enemigo político del poeta, Ibn Abdus. Este hecho provocó el enfado de Ibn Zaydun, quien no dudó en escribir una sátira sobre el visir: «¡Oh que noble es Wallada! Un buen tesoro para quien busca ahorrar pensando en las necesidades del futuro. ¡Ojalá distinguiese entre un albéitar y un perfumista! Me han dicho que Abu Abdus la visita y me han contestado: a veces la mariposa busca el fuego”. Debido a estas palabras, Ibn Abdus ordenó su encarcelamiento y al salir de prisión abandonó Córdoba y se refugió en Sevilla, donde gobernaba al-Mu´tadid.
Ibn Zaydun logró alcanzar un cargo de poder, un puesto que mantuvo incluso bajo el gobierno del hijo de al-Mu´tadid. El poeta permaneció lejos de su amada hasta su muerte en Sevilla en 1070. Por su parte, la bella princesa perdió su riqueza y recorrió al-Andalus exhibiendo su talento para la poesía. Sin embargo, acabó viviendo en el palacio Ibn Abdus hasta el fin de sus días, aunque nunca se casó con él. Algunos cronistas cuentan que la princesa falleció en el 1091, antes de que los almorávides llegaran a al-Andalus.
Así concluyó la triste historia de dos poetas cordobeses que inmortalizaron su historia pasión desbordada en versos, un hecho extraordinario en ese momento histórico. En honor a ese romance, junto al Alcázar de los Reyes Cristianos se encuentra desde 1971 un original templete con una escultura de dos manos con los dedos tocándose. Cuentan que esta hermosa obra, creada por el arquitecto Víctor Escribano y el escultor Pablo Yusti, se encuentra en el lugar donde los amantes se declararon su amor.
En el pedestal del monumento están escritos los versos de Wallada: “Tengo celos de mis ojos, de mí toda, de ti mismo, de tu tiempo y lugar. Aún grabado tú en mis pupilas, mis celos nunca cesarán…”. Y también se pueden leer las palabras de Ibn Zaydun: “Tu amor me ha hecho célebre entre la gente. Por ti se preocupan mi corazón y pensamiento. Cuando tú te ausentas nadie puede consolarme. Y cuando llegas todo el mundo está presente”.