La profundidad de ‘Tusk’, una inusual película de terror

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Carlos Fernández / @karlos686. La misantropía como elemento terrorífico puede ser algo que funciona muy bien por diversos motivos. Entre ellos está por destacar la incapacidad de negociación con quienes padecen esta actitud social y psicológica. Kevin Smith, director de Tusk, vuelve tras su premiada Red State (Mejor película en Sitges) para contar una historia llena de traumas, terror, diálogos tarantinianos e incluso humor.

La inesperada profundidad de esta inusual película de terror, que bebe de películas como La piel que habito o Los ojos sin rostro, se basa en un trastornado asesino en serie que trata de demostrar algo con cada una de sus víctimas: todos poseemos un lado animal y al igual que hay personas que parecen bestias salvajes, y éstas están llenas de humanidad, hay humanos con dócil apariencia que pueden llegar a ser monstruos. ¿Quizá todos somos así? Con esta premisa terrorífica, Smith nos introduce en un mundo inhóspito, imprevisible en muchos momentos y con un inteligente uso de los espacios y del zoom.

Kevin Smith, quien hace años dirigiera películas cómicas coloquiales, con bastante éxito en general, como Mallrats, Dogma o Clerks demuestra su pulso firme para asustar, contar historias y demostrar en general que es un cineasta de verdad y no un mero dibujante de cómics. Director cinéfilo, que condenó públicamente el cine de Paul Thomas Anderson (uno de los mejores directores contemporáneos), utiliza su frikismo, cinefilia y su cara más retorcida en una película que habla también de la infidelidad, el amor no correspondido y, en general, de no apreciar aquello que tenemos.

¿Cuenta todo esto Tusk? Lo cuenta, ya que sus impactantes y terroríficos giros de guión conseguirán introducirse en la retina del espectador junto a la terrible historia que acontece. Una película bien rara que, con el tiempo, puede llegar a ser más de lo que es hoy.

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