Redacción. El arquitecto Enrique Ponte afirma en su tesis doctoral ‘La construcción de la ciudad: Gipuzkoa 1940-1976′ que el desarrollo urbanístico de la Guipúzcoa de la posguerra estuvo estrechamente ligado al momento político de la época, pero con una cierta continuidad con los postulados vanguardistas anteriores a la Guerra Civil. Según el investigador de la Universidad del País Vasco, varios arquitectos guipuzcoanos (entre otros, Muguruza y, sobre todo, Bidagor), que a partir de 1942 impulsaron la elaboración del Plan de Ordenación de la provincia (“Guipúzcoa orgánica”) y la constitución de la Comisión del Plan de Ordenación, fueron los encargados de marcar las directrices de desarrollo urbanístico en todo el estado español hasta bien entrada la década de los 60.
El periodo de posguerra conoció diferentes momentos que tuvieron una gran influencia en el modelo de desarrollo urbanístico. “Con la llegada del desarrollismo, a comienzos de los 60, hubo un notable crecimiento económico y un gran desarrollo industrial en toda la geografía guipuzcoana, lo que provocó la llegada de miles de trabajadores que, evidentemente, necesitaban viviendas. El resultado fue que, por la manera especulativa de resolver el problema, la ciudad creció de forma desestructurada, sin infraestructuras…”, indica el investigador.
La tesis de Ponte presta especial atención al caso de Errenteria, localidad de la que fue arquitecto municipal durante varios años. “Es el ejemplo más significativo —desde un punto de vista negativo, claro está— del tipo de urbanismo de la época. Ahí tenemos, por ejemplo, el barrio de Beraun (y eso que ha cambiado mucho, a mejor)”, señala el autor de la tesis. “Errenteria era una villa industrial como otras tantas de Guipúzcoa (Arrasate, Eibar…) que, casi de repente, sufrió una transformación radical, un crecimiento demográfico brutal. ¿El motivo? La política de desarrollo urbano que, como en el caso de la comarca de Donostia, estableció que las zonas industriales y las viviendas de los trabajadores se construyeran en las afueras de la ciudad (Usurbil, Hernani, Errenteria…)”, subraya Ponte.
Muguruza y Bidagor. Entre los impulsores del urbanismo guipuzcoano de la época destacan dos arquitectos de esta provincia, Pedro Muguruza y Pedro Bidagor, que ocuparon altos cargos en los organismos de reconstrucción urbana creados una vez finalizada la Guerra Civil. “Fue Bidagor quien marcó las directrices del desarrollo urbano, en toda España, hasta bien entrados los años 60. La elección de Guipúzcoa fue determinante, y sirvió de modelo para otras actuaciones en otros lugares”, afirma Ponte. “En aquellos momentos se siguieron las pautas adscritas al concepto de ‘Ciudad funcional’, frente al denominado modelo de ‘Ensanche’. Eran conceptos muy diferentes”, asegura el autor.
La tesis concluye con la aparición de una nueva generación de profesionales y un nuevo proceso: la recuperación de la ciudad. “Había un notable malestar ciudadano, causado por la desestructura del anterior periodo (1960-1975), un malestar que se expresó a través de diversos movimientos sociales, y vino acompañado de una nueva generación de arquitectos, que abordaba el tema de la ciudad con un enfoque diferente”, recuerda Enrique Ponte. «En mi tesis siempre he defendido que el urbanismo está estrechamente relacionado con la situación política. No es lo mismo la ciudad en el franquismo de la autarquía que en el desarrollismo o que en la nueva etapa que comienza en 1975. Hay una estrecha relación entre la forma de entender la ciudad y cada proceso histórico, según la ideología dominante del momento”, finaliza el autor.