Vicente Vera Esteve. Estamos de enhorabuena en la eurozona. Al final todo pasa y, una vez templados los nervios provocados por las dificultades e incertidumbres que presagiaban lo peor, han sido los resultados de las dos ultimas acciones acaecidas durante la semana pasada- una en Frankfurt y otra en Grecia-, las encargadas de reconducir la coyuntura política a la normalidad. A primera vista, tengo la impresión de que se abre un horizonte lleno de sorpresas y sobresaltos, confiando que, con el paso de los días se vayan moderando paulatinamente. Por un lado, la urgente necesidad imperante en el BCE por despejar todas las incógnitas acerca del anuncio definitivo en cuanto a la compra de bonos para aliviar los balances de los países con mayor endeudamiento. Se espera contribuir al estimulo monetario (quantitative easing) con el compromiso de la adquisición de activos por un montante de 60.000 millones de euros mensuales, de momento hasta septiembre de 2016, en total algo más de un billón de euros. Todo dependerá de la consecución de los objetivos inflacionarios necesarios para alejar de la eurozona el fantasma de una deflación que impida la recuperación económica deseada en la vieja Europa, en torno a un objetivo de un 2% de inflación.
Se ha demostrado una vez más que las persistentes políticas de austeridad y control riguroso del déficit público no han contribuido a la creación de un escenario de bienestar económico que complazca a una mayoría. Al contrario, todo ha sido un brutal retroceso en las prestaciones de servicios a la población en el ámbito de la sanidad y la educación. Estaba claro que España no es Grecia, pero tampoco somos Alemania ni Holanda o Dinamarca. Ahora se debate si los helenos deberían o no abandonar el euro, ¿Y nosotros los españoles? También tenemos una importante masa de deuda que devolver, un desempleo estructural difícil de reducir a tasas del 6-8%, nos llevará sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas llevar las cifras de paro a una zona de estabilidad laboral. Continúan los desahucios y no desciende el número de españoles que se encuentran por debajo del umbral de pobreza sociológicamente contemplado.
De modo que, cuidado con criticar en exceso el programa económico de Syriza. Tenemos despejadas las dos incógnitas que decía al principio: el helicóptero de Friedman está preparado para lanzar los 60.000 millones todos los meses, aunque no se ha conseguido mutualizar la deuda- esto implica que cada banco central tendrá que apechugar con el porcentaje de deuda que voluntariamente decida comprar- no todo el riesgo la tendrá que asumir el BCE. Aquí se nota la fuerza y el peso del lobby alemán para imponer sus exigencias y condiciones a toda la Eurozona.
Y de otro lado, las elecciones griegas han concedido una abrumadora mayoría al partido político más temido, por su radicalidad en las propuestas económicas, Syriza. Una coalición de izquierdas que ha levantado ampollas en los salones de la Comisión Europea y el BCE, así como ha puesto de los nervios al FMI y demás ilustres barones del Bundesbank alemán.
Ahora toca trabajar y esforzarse por conseguir acuerdos económicos que permitan recuperar estabilidad y certidumbre a los demás socios del euro junto con los inversores y bancos internacionales. A pesar de todos los diagnósticos políticos – económicos, la única verdad real e inmediata es la urgencia de fondos que va a necesitar Grecia en los próximos meses. Es ahora también cuando se tiene que demostrar la inteligencia y la diplomacia más sensata y coherente para establecer un eficaz acuerdo económico para el futuro a corto y medio plazo. Un acuerdo que ha de ser práctico además de viable, que pueda cumplirse sin traumas e incluso se puedan reflejar en él los demás países con problemas de deuda en parecidos términos. El objetivo obvio es pagar, eludir mencionar la quita, pero sí reestructurar racionalmente dicha deuda y ajustarla al máximo aplicando tipos de interés próximos al 0% y algún periodo extraordinario de carencia.
Este nuevo marco europeo, “revolucionario” escenario, ha de servir para dar un fuerte impulso a Europa, estamos viendo que los Estados Unidos han salido prácticamente de la crisis, que ellos originaron con las hipotecas basura, su política monetaria -mucho más enérgica- ha conseguido reactivar el consumo, acelerar la inversión empresarial y reducir el desempleo a una tasa del 7%, una tasa natural que activa la función de locomotora de la economía mundial. Aprovechando el nuevo cambio bajista del euro/dólar habrá que implementar una batería de medidas que agilicen las exportaciones al continente americano y otras áreas en las que somos relativamente competitivos.
En resumidas cuentas, Europa reúne todos los ingredientes necesarios para dar un gran salto en la historia reciente de la Unión Europea. Proceder a la instrumentación de una política económica más cohesionada, y no solamente focalizando el crecimiento en Alemania o en países del norte. Solo cabe más política económica en colaboración y más solidaridad con los países que conforman el euro, y se encuentran necesitados de mayor ayuda y entendimiento. Grecia es el referente de una civilización, es la cuna de la democracia que tanto admiramos y respetamos. No olvidemos que su Historia está aferrada a todos los rincones de Europa. Ahora no pueden acudir al oráculo de Delfos para consultar qué camino tomar en el futuro, pero sí tienen a un potente y prestigioso elenco de países amigos que, estoy convencido, van a desplegar todas las herramientas diplomáticas disponibles para sacar a Grecia del atolladero.