Redacción. El Museo Lázaro Galdiano de Madrid acoge hasta el 26 de enero la exposición ‘Abanicos del siglo XVIII en la Colección Lázaro’, una cuidada selección de 24 piezas correspondientes a la edad de oro del abanico, elemento fundamental del adorno personal femenino, signo de distinción y de lujo.
Comisariada por Carmen Espinosa, conservadora jefe del Museo Lázaro Galdiano, la exposición da cabida a una gran variedad de abanicos que atesoró José Lázaro, muestra de su incansable búsqueda como coleccionista, de meses e incluso años, para encontrar piezas con las que obsequiar a su esposa, Paula Florido, desde que la conoció en 1901.
Los ejemplares expuestos en ‘Abanicos del siglo XVIII en la Colección Lázaro’ constituyen un excelente repertorio que permite al visitante apreciar la evolución de este complemento femenino. Se muestran obras tempranas, del primer tercio del siglo XVIII, donde las referencias al barroco clasicista son evidentes; piezas en las que se ve cómo se va fraguando el gusto rococó que dio lugar al abanico galante, fiel reflejo de la vida refinada y placentera de los nobles y burgueses europeos del segundo tercio de la centuria; y otras de estructura sencilla, pero de calidad, que nos adentran en el estilo neoclásico y la moda Imperio.
Variedad temática. Las pinturas de los países están realizadas sobre papel o vitela -piel de vaca o ternera, adobada y pulida-, materiales que permiten el plegado, y están inspiradas en asuntos mitológicos, históricos, galantes y pastorales. Los poemas homéricos de La Iliada y La Odisea, unidos a La Eneida de Virgilio y Las Metamorfosis de Ovidio, fueron una fuente inagotable para los pintores de abanicos junto a las gestas de Alejandro Magno, cuya figura encarnó los ideales de valor, poder y nobleza.
La pintura de los abanicos de estilo Luis XV, identificados con el rococó, refleja la creciente hegemonía de la mujer en la vida social, protagonista indiscutible reflejada en la diosa Venus, personificación del amor, la belleza y la fertilidad; en Juno, diosa del matrimonio y protectora de la mujer; o en Onfalia que hizo que Hércules olvidará su valentía abandonándose a los placeres del amor. De la historia religiosa, habitual en abanicos del primer tercio del siglo, se escogieron relatos del Antiguo Testamento, aquellos donde la mujer desempeñó un papel fundamental como Sansón y Dalila, Salomé, Betsabé o la reina de Saba. A partir de 1750, a la literatura se unen, como fuente de inspiración para los pintores, el teatro, la ópera y el ballet.
Las pinturas de Antoine Coypel, Charles Le Brun y sobre todo las de Jean Antoine Watteau y François Boucher, creadores de la fiesta galante y de la pintura pastoral, son otro gran referente para la decoración de los abanicos dieciochescos. Esta riqueza iconográfica se muestra en los abanicos de la Colección Lázaro y queda patente en esta exposición.